Capítulo 11

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Montamos en su coche. Bastante grande, no entiendo mucho de esto, pero es un Audi. Muy amplio, de color negro y los sillones de cuero.

-¿Dónde quieres comer?-. Insiste.
-No da tiempo a comer. Vamos al muelle-. Me pongo el cinturón.
-¿Estas segura de ir allí?. El último Ferry sale a las 15:30-. Pone el coche en marcha.
-No nos da tiempo, joder-. Bufo.

No había más barcos de vuelta a partir de esa hora tampoco. Pero... Necesitaba la información.

-¿Sigo hacia allí?-. No aparta la vista de la carretera.
-Si, sigue-. Contesto mirando al frente. -Pero písale o no llegamos-.

Acelera. Vamos bastante rápido, incluso nos saltamos algunos pasos de cebra.
Pero no me importa.

-¿De dónde eres?-. Me intereso en preguntar.

En realidad era porque me ponía nerviosa su acento. Era como mezcla.

-Pues originalmente de Marruecos.-. Me mira.
-¿Sabes árabe?-. Le hago un gesto para que mire a la carretera y acelere.

Y lo hace. Acelera de nuevo. Si que llegaríamos a tiempo.

-Bueno, se hablar ocho idiomas-. Ríe.
-¿Ocho?-. Me sorprendo.

Yo sabía hablar Inglés, mi lengua original, y Español, porque mis padres son de allí.

-Si.-. Conduce. -Árabe, Español, Inglés, Chino, Alemán, Italiano, Indio y Ruso.
-Interesante-. Le observo. Siempre llevaba un gesto agradable en la cara.
-¿Para qué vas a la Isla de la Libertad?-. Curiosea.
-Unos asuntos-. Me limito a contestar.

Se mantiene callado. Conduce rápido. El viaje era agradable, dejando escuchar una hilera de música bajita. Hacía buen día, y el viento aún no se había levantado del todo.

-Pues ya estamos-. Me señala.

                                  15:27

-Corre, aparca, Tenemos tres minutos para colarnos en el Ferry-.

Aparca rápido donde puede y bajamos los dos del coche.

-¿Por qué nos calamos?-. Me mira divertido mientras andamos.
-Por que no pienso pagar casi 19 euros para ir a una mierda de isla-. Le miro. Sin expresión en la cara, como casi siempre.
-Yo te invito-. Pone la mano en mi hombro.
-No necesito tu caridad. Tengo dinero, pero ya he dicho que no lo gastaré en eso-. Me aparto para que quite su mano.

Veo como su cara no cambia. Sigue sin ofenderse. Está feliz siempre.

-¿No es mejor ir tranquilo en el viaje?-. Sugiere. -Sin tener miedo a que nos pillen o se den cuenta-.
-No se darán cuenta. Y si lo hacen no pueden sacarnos del Ferry-. Cruzamos y nos movemos entre la gente. - Además, así es más divertido-.

El asiente. Nos metemos entre la gente y yo como soy pequeña me cuelo rápido. Veo que el guardia lo para.

Por esto me gusta trabajar sola.

-Lo siento caballero, no ha comprado su entrada-. Dice el guardia.
-¿Qué pasa?. ¿Qué por ser negro no la he comprado?-. Contesta ofendido.

Ruedo los ojos y cojo una Pamela de esas súper elegantes de las mujeres ricas. Estaba apoyada en un bordillo. Me la pongo y me acerco.

-¿Pasa algo cariño?-. Miro a Still. Bueno, desconozco su nombre, así que le llamaré como me ha dicho.
-Pues no dicen que no tengo entradas-. Se queja.
-Pero usted... ¿Sabe con quién está hablando?-. Me acerco amenazante. - Maldito  ignorante. Preocúpese de hacer bien su trabajo-. Me pongo más seria aún.

Veo como la cara del guardia cambia. Cree que ha ofendido a una rica o algo por el estilo.

-Lo siento señora-. Se disculpa.
-No, ni lo siento ni nada. De esto se enterará su jefe-. Muevo mi dedo para regañarle, me lo pasaba bien en realidad haciendo esto.
-No cariño, deja al muchacho. Solo ha sido un error, que no volverá a suceder, ¿verdad?-. Contesta Still siguiéndome el rollo.

El guardia asiente rápidamente y nos deja pasar. Tiro la Pamela al suelo y camino adentrándonos en el Ferry.
No sabíamos cómo había colado esto. Yo iba de chándal y con Pamela. Una escena muy estúpida, pero que funcionó.

El básico truco del policía bueno y el policía malo. Uno hace de malo malísimo, y el otro le salva a cambio de conseguir algo a su favor. Es muy típico. Pero siempre funciona. ¿lo habéis probado alguna vez?.

-¿cariño?-. Pregunta riendo. -¿Ahora estamos casados o en una relación estable?-.
-Te he salvado el culo, no te quejes-. Caminamos y nos sentamos.

Todo estaba lleno de personas haciendo turismo. Con sus cámaras de fotos, con las risas, las ilusiones.
Me doy cuenta de que yo no tenía ilusión por nada. Soy una persona muy abúlica.

¿Abúlica? Significa; sin voluntad. Bueno, me hacía ilusión ganar dinero. Si eso era.

Observo la cubierta. Estábamos sentados en unos bancos, puesto para personas mayores, supongo.
Me levanto y camino hasta la barandilla. Recorro con la vista el paisaje lentamente, respirando el frío aire que hacía por el movimiento del barco. Estábamos arriba del todo.

A veces me gustaría tener a alguien con el cual compartir emociones y viajes. Pero luego me acuerdo de que no soporto a nadie, y se me pasa.

Escucho como se acerca alguien. Still se apoya a mi lado en la barandilla. Nos miramos .

-Es la Segunda vez que me salvas, ¿no?-. Me mira con cara de pillín. -Déjame compensártelo-. Se acerca.

A PRUEBA DE MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora