III.2 - Sora No Otoshimono: El Ataque del Colosal Gato Bomba

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Primera Persona – Astro

El sol caliente danzaba alegre con las hojas de los árboles, que tapaban su luz ardiente dibujando hermosos patrones de sombra sobre los adoquines blancos. Los gritos de horror de los valientes que subieron a la montaña rusa eran para nosotros como el canto de los pájaros, mientras disfrutábamos muy juntitos Ikaros, Sohara y yo de nuestros coloridos helados bajo el resguardo de un roble colosal.

–Este helado de mora azul sabe bien... Pero sigo prefiriendo el chocolate –comenté con una risa suave, antes de pegarle una mordida al barquillo hecho de galletita.

–El mío es de chocolate. ¿Quieres un poco, Astro? – tiernamente Sohara se me arrimó, ofreciéndome un mordisco de su helado. Observando que tenía algo de chocolate alrededor de los labios, asentí y me acerqué como un relámpago, así robándole un besito y un chupetón picaresco– ¡Ah! ¡No hagas eso de repente, que me sonrojo...! –me respondió avergonzada, mientras sus cachetes se hacían de un rosa cual flores de cerezo.

–¡Quiero subir a la estrella de la fortuna, Maestro Astro! –clamó Ikaros con entusiasmo, tras zamparse de golpe tres helados diferentemente saborizados. Quizás estaba tan distraída que no nos notó, o quizás habló precisamente porque se puso celosa. Sea cual sea el caso, mi respuesta fue:

–¡OK, vamos allá! – y me levanté de golpe, tomando la mano de Sohara y arrastrándola conmigo. Inmediatamente Ikaros se enganchó de mi otro brazo, y juntos continuamos nuestro paseo por este parque de atracciones cuyo nombre no alcanzo a recordar.

Tercera Persona

–Vigila que no venga nadie, Delta. Casi termino con esto...

Aprovechando el cambio de turnos que los guardias tuvieron por la mañana, dos preciosas angelitas se colaron en un almacén situado muy adentro del parque de diversiones mencionado hace uno o dos párrafos. A la primera de ellas ya la conocíamos: se trataba de esa linda loli de coletas azules, ojos decididos y gran adicción a las manzanas acarameladas. Su nombre era Nymph, una Angeloide Beta de Guerra Electrónica.

La segunda era nueva para nosotros: con el aspecto de una mujer joven, era alta y rubia, con inocentes, pero desafiantes ojos rojos; y una figura celestial que era resaltada aún más por su reluciente armadura azul, a juego con su duro escudo y su fulgúrea espada. Con dos grandes alas celestes brotando de su espalda, se llamaba Astraea, y era una Angeloide Delta de Combate Cercano.

–¿Qué estás haciendo, hermanita Nymph? –preguntó la angelita rubia, con el tono de voz de una niña curiosa y despistada.

–¿Ya se te olvidó? Rayos, te lo conté antes de salir de la Sinapsis... –frustrada, Nymph se desconcentró de un momento de los paneles de luz que usaba para hackear, y se volteó hacia su compañera para explicar– Estoy cambiando los parámetros de este tanque de petróleo para convertirlo en una maliciosa bestia explosiva, pero la parte de maliciosa no acaba de salirme bien... Tendremos que conformarnos con una adorable mascota bomba, y rezar para que las lecturas de energía que tomé de ese humano estuvieran equivocadas.

–Ya veo... –Astraea, que no entendió nada de lo anterior, disimuló y preguntó, sonriente– ¿Y yo qué tengo que hacer?

–Tú ve a por Ikaros–contestó Nymph, cruzando los brazos– He ajustado un par de cosillas en tu escudo y espada, deberías ser capaz de vencerla con relativa facilidad... A menos que tropieces con algo, como siempre haces.

–¡No soy tan torpe! ¡No necesariamente porque soy rubia tengo que ser tonta! –se quejó Astraea, caminando hacia Nymph muy furiosa, mientras inflaba sus cachetes en un puchero que resultaba más tierno que aterrador. Pero antes de que dijera algo más, resbaló con un pequeño charco de aceite, y cayó de trasero dándose un buen golpe con el duro suelo asfaltado.

el HARÉN de ASTRO Vol. 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora