Tragué el tercer mordisco de la segunda rebanada de pizza con un nudo en la garganta, aún tengo tu abrigo color mostaza (el cual siempre odié porque el color estaba en un tono demasiado chillón para mi gusto pero siempre fue tu favorito) y tu gorro de lana, no podía dejar de verlos cada vez que me levantaba del sillón gracias a que estaban colgados en un perchero de madera para abrigos y demás. Dejé la rebanada en la caja junto a las demás y a falta de servilletas, limpié las migajas de pan en mi mano encima del pantalón de chandal para poder tomar nuestra foto entre mis dedos, delineé tu terso rostro que en ese momento estaba iluminado por una tímida sonrisa al toque de mi palma en tu esbelta cintura atrayéndote hacia mí.Tragué sin ganas un último bocado de la segunda rebanada y tuve miedo, tuve miedo de que me reemplazaras con alguien que fuese mejor que yo en todos lo aspectos, que lo quisieras más de lo que él te quiere a ti y que al final hiciera pedazos tu pequeño corazón.
Sé que tú rompiste el mío pero ¿está mal que aún me preocupe por ti?
También sé que estoy pensando estas cosas sólo por el hecho de sufrir una ruptura amorosa, aunque yo ya no esté a tu lado quiero que seas feliz al máximo y que disfrutes de la juventud, que no estés triste ni te sientas mal por mí porque yo estaré bien si tú lo estás.
Suspiré y perdí el apetito una vez más.