VIII: Bestia

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Lo vio llegar al bar, y se aguantó las ganas de irse de allí, o buscar otro cliente. ¿Por qué diablos no aparecía en ese momento su osito? Jhony no la obligaría a estar con ese pastor de cuarta si él llegaba.

Observó al dueño del bar haciéndola una seña con su mano, y como una niña regañada, de mala gana caminó hasta Cruz, sentándose a su lado en la barra.

—Hola.

Él al escuchar su voz, se giró para verla.

—Hola.

—Creí que me habías dicho que desapareciera de tu vida.

—Bueno, tú fuiste a joderme a mi trabajo, es mi turno de hacerlo en el tuyo.

Una risita irónica se escapó de la morena, y lo observó a los ojos.

—Sí mal no recuerdo, tú ya me jodiste en mi trabajo, y más de una vez.

Él sonrió divertido, y ella lo maldijo internamente. Esas eran las malditas sonrisas que lo habían hecho cometer la locura de buscarlo.

—¿Cómo funciona esto ahora que no soy el "invitado de honor"?

—Ven, sígueme —le dijo bajándose del taburete, para llevarlo a las habitaciones privadas.

Vaya que el sexo con clientes no tan gratos, podía llegar a ser aburrido. Eran los únicos momentos en que no le gustaba tanto su trabajo.

Ya no era la adolescente lujuriosa que se acostaba con cualquiera que le mostrara un par de billetes. Ahora, ya más adulta, prefería elegir sus clientes y trabajar cuando quisiera.

Dinero no le faltaba, seguía siendo por puro placer y morbo.

***

La sujetó de la mandíbula, y la embistió con rudeza ¿Que acaso ese imbécil no tenía término medio? ¿O seguía con su idea de hacerla "pagar" por haberse aparecido en su iglesia y casi exponerlo?

—Di que eres mía —jadeó inclinándose hacia ella, a muy escasos centímetros de sus labios.

Noelia puso sus manos sobre la muñeca de él, sintiendo que ya le estaba apretando de más.

—A-A a Marta... No le gustaría e-escuchar eso —jadeó.

Y si creyó que con eso él dejaría de penetrarle de ese modo, se había equivocado. Salió de ella, sólo para darla vuelta en la cama, y tener más dominio sobre ella.

La tomó de las caderas, y se hundió en una profunda y dolorosa estocada, que la hizo gritar, lagrimeando.

—¿Fuiste a buscar a mi mujer? —masculló contra su oído, sujetándola del cabello con fuerza, para llevar su cabeza hacia atrás.

—M-Más despacio —le pidió débilmente, cerrando los ojos.

Le gustaba el sexo rudo, pero no con cizaña. Era obvio que él estaba cabreado con ella, que lo único que estaba buscando, era hacerle daño.

Se quejó al sentir que le daba una fuerte palmeadas al costado del muslo, esperando a que ella respondiera.

—Habla —gruñó.

—S-Sí, sí lo hice.

Salió de ella, para hundirse una vez más del mismo modo, y luego se corrió, apretando su delicada piel entre sus dedos, clavándole las uñas.

La morena jadeó al sentir que él salía, y luego la volteó, para tenerla de frente nuevamente. La miró a los ojos, con malicia, y la tomó de las mejillas, para darle un brusco beso.

—Sigue siendo una niña mala conmigo, y te irá peor —le aseguró antes de salir de encima de ella.

...

La meretriz: Noelia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora