¿Que sentiría si alguien irrumpiera en su vida y destrozara todo lo importante para él?Odio.
Eso era parte de su móvil.
Por primera vez, banderas del lobo ondeaban en el camino real, a tan solo unos cuantos minutos de la capital.
La noticia de la toma de King's Landing había llegado a todos los rincones de Westeros.
El rey ha muerto, los herederos perdidos en el mar y el príncipe Aegon desaparecido.
Eso según los últimos rumores entre las lenguas afiladas.
Eso estaba bien, eso era lo que él quería que todo pensaran, al menos hasta que el ejército más grande que él país ha visto marchará hasta la capital.
La casa Stark, la casa Targaryen y la casa Tyrell, todo unidos por la misma causa y tan solo a unos cortos momentos de comenzar la peor masacre que se haya visto.
El príncipe dragón estaba sobre su caballo, observando atento la impaciencia de la ciudad mientras el sol se ocultaba poco a poco.
Los símbolos de la casa Stark y la casa Targaryen estaba sobre su pecho, unidos como uno solo representando completamente su origen.
Él era la unión del fuego y el cielo.
Su lobo estaba a su lado, luciendo su nuevo tamaño atentamente a sus movimientos.
«Daenerys»
Ella estaba tatuada en su mente como su unica prioridad.
Desde el momento en que el maestre Luwyn leyó el mensaje, Jon había enloquecido de dolor y rabia.
Jaime Lannister había firmado el mensaje y lo retaba a ir por su esposa.
Jon lo mataría con sus propias manos.
Nadie podía tocarla y nadie podía mirarla si quiera.
Él lo mataría simplemente por haber escrito su hermoso nombre con sus asquerosas manos.
- Las puertas de la ciudad están cerradas. Nadie sale, y nadie entra - Dijo Lord Stark en su caballo - Están por toda la ciudad, pero contaron más de diez mil.
-No serán más que nosotros - respondió Jon - Llegarán pronto.
Las antorchas comenzaron a encenderse en la ciudad, dando la bienvenida a una nueva noche llena de gritos, violaciones y dolor para todos sus habitantes.
La noche había caído y la hora había llegado.
Tambores sonaron, y toda la armada Targaryen apareció en el poniente, completamente con mil barcos y diez mil hombres expertos en batalla.
Rhaegar iba en el frente, dirigiendo el ataque mientras los botes comenzaban a ser lanzados al agua.
- ¡Conmigo! - Gritó Jon.
Él gritó de guerra hizo temblar el suelo, igual que las voluntades de acero que corrieron a caballo a devastar la ciudad.