I

158 14 12
                                    

La magia está luchando por ser liberada.

Una niebla con destellos adornaba el amanecer en los bosques y montañas que rodeaban esas tierras, el rey Rowek sintió un escalofrío a lo largo de su columna mientras lo observaba desde la torre más alta del castillo, porque aquellos destellos confirmaban todo aquello que había leído en los sagrados libros que su padre lo había hecho leer años atrás, en su temprana juventud.

Siempre creyó que se trataban de cuentos de hadas para entretener a los niños, pero desde hace tiempo sus sospechas no hacían más que confirmarse.

La magia era real.

-Estás luchando para ser liberada -le dijo al viento, que se llevó sus palabras entre la suave brisa de la salida del sol. -Pero no es el momento.

Él, al igual que todos los reyes que habían gobernado desde los inicios de la tierra habían buscado lo mejor para el pueblo, por eso siempre reinaba un ambiente de justicia y armonía entre los habitantes. Cada generación de reyes y reinas se esforzaba para que las cosas se mantuvieran así.

Según los cuentos tradicionales, aquel lugar había ganado la lucha contra la magia, recodaba como su padre le contaba por las noches historias sobre los días sin sol donde la oscuridad parecía no desaparecer nunca que, al final, siempre era vencida. También recordaba las historias infantiles de los seres que compartían los bosques con los hombres, recordaba las señales a las que debían estar atentos para estar listos para la lucha, como los destellos que veía esa mañana.

Sentía que su tiempo como rey estaba por terminar.

Bajó en silencio hasta la biblioteca pensando en todo lo que había hecho desde que llegó al trono: había ayudado a los campesinos y protegido a su pueblo a toda costa, reconstruyó los hogares que se habían perdido luego de una difícil temporada de  tormentas, negoció con los reinos cercanos para mantener la paz, ayudó en la creación de caminos para moverse con más facilidad y en la construcción de pozos para que no faltara agua en su reino, todos estaban felices de tener a un rey tan bueno. Pocos años después de su coronación conoció a Duona, una de las damas de la corte de la que se había enamorado y ahora era su reina, la que le había dado como regalo tras un año de su matrimonio a su primer hija, Sylvana, heredera al trono. Y apenas dos años después llegaron las mellizas. 

Sus hijas eran lo mejor que le había pasado, recordaba como su hubiera sido la noche anterior como las cargaba tan pequeñas entre sus grandes brazos hasta la biblioteca que había construido para ellas, había mandado a construir enormes estanterías con figuras talladas de animales y criaturas mágicas, casa noche antes de dormir, las dejaba elegir uno de los cuentos que les leía tras acostarlas en sus camas, hasta que se quedaban dormidas. Nadie pensaría que lo que ocultaban esas páginas sucias, llenas de polvo y con las hojas dobladas, fueran la realidad del mundo donde vivían.

Ahora fue solo hasta ese lugar, una de sus piernas dolía mientras bajaba las escaleras y llegaba a la biblioteca, que seguía siendo uno de los lugares favoritos de sus hijas, se encaminó hasta la estantería a la que ahora, años después, resguardaba los cuentos que seguían ahí acumulando polvo, ahora que sus hijas habían crecido nadie más leía viejos cuentos de hadas.

Los sacó de ahí y se acomodó en un viejo sillón del lugar, comenzó a leer todas esas historias para memorizar el mayor detalle de sus predicciones: manantiales de filosos cristales, puentes para repeler duendes, animales nunca antes vistos, hadas, montañas, un pozo de los deseos... 

Leyó una historia tras otra, tenía que haber respuestas ahí: una forma de retener la magia, alguna leyenda que mantuviera la paz y el bienestar para su pueblo sin importar el costo.

Más que un cuento de hadasKde žijí příběhy. Začni objevovat