POV Natalia
Pum, pum. Clap.
Su pecho quedó totalmente pegado al mío y nuestras respiraciones aceleradas nos movían a descompás. Fue potente el choque que tuvieron nuestros ojos al encontrarse y, aunque la canción había vuelto a empezar, ninguna de las dos se separó.
— Creo que no has hecho bien uno de los pasos.
Levanté una ceja por su osadía. Tenía bastante claro que no había hecho ningún fallo, así que no sabía muy bien a dónde quería llegar con eso.
— ¿Perdón?
— Estás perdonada, pero yo de ti lo repetiría.
Entrecerré los ojos cuando se separó y fue a parar la música.
¿Me estaba vacilando? ¿Ella a mí?
No sabía lo que se había tomado, pero o estaba mucho más atrevida de lo que recordaba o a mí pasar el fin de semana en casa de mis padres me había ablandado.
— Vale. — Acepté poniéndome de cara al espejo —. Pon el trozo.
La música volvió a sonar y a mí solo me bastaron tres segundos para situarme.
No era tonta, no. Precisamente era la parte del remix con más fuerza, y en la que se requería más control para que las ondulaciones fueran sinuosas sin llegar a ser ordinarias.
¿Quería ir con esas? Pues que se agarrara.
Me aseguré de marcar cada paso con más intensidad de la requerida, viendo por el reflejo lo atenta que estaba a cada uno de los vaivenes y sacudidas de mi cuerpo.
No me detenía y en la parte final interactuábamos mucho más que en el resto, así que me tomé la libertad de improvisar hasta acabar lanzándome al suelo, justo delante de ella, cayendo de rodillas y lanzando mi melena hacia atrás en un golpe de efecto.
Indiferente no se había quedado, desde luego, sino que se lo dijeran a esas pupilas dilatadas que me observaban desde las alturas.
— ¿Crees que debería repetirlo, Alba?
Cargué a propósito la pregunta con un tono sugerente, esperando que apareciera su tartamudeo nervioso; pero contra todo pronóstico, se cruzó de brazos sin romper la compostura.
Eso era nuevo.
— No lo sé. Te has inventado media coreografía.
— Llámalo licencia creativa.
— ¿Por qué siempre tienes respuestas para todo?
Que encogiera la nariz inmediatamente después, me hizo saber que lo había dicho sin pensar. Estaba empezando a reconocer todas sus pautas.
— Digamos que tengo muchas habilidades lingüísticas.
No esperé a ver su reacción para ponerme en pie.
— Eso parece.
¿Así? ¿Sin bugearse, ni nada?
— Bueno, tú me has visto desde fuera, lo justo es que yo te vea ahora a ti también. — Comenté volviendo a terreno seguro —. Veamos si tienes los pasos tan claros como dices.
Aceptó encogiéndose de hombros y caminó hacia el centro de la sala. Cada vez tenía más claro que me estaba perdiendo una parte de la historia, y no sabía hasta qué punto estaba bien con eso.
— ¿Vas a poner ya la canción o vas a seguir ahí mirándome, Natalia?
Solté una carcajada incrédula y puse el remix desde el principio.
Vale... ¿Quería jugar?
Íbamos a jugar.
POV Alba
La miré de reojo al ver que estaba decidida a hacerme bailar la canción entera completamente sola.
¿De verdad? ¿Tan fácil era herir su orgullo?
<< — Y va y me suelta que me meta mis billetes por donde me quepan, porque ella no necesita que nadie la compre, ¿pero tú lo ves normal?
— No, cariño, no.
— Espera, que eso no es todo. Al final acabó pagando ella, porque es una cabezota desquiciada con una obsesión muy grave por el control. ¿Y sabes qué más?
— Sorpréndeme.
— Que es muy guapa, tía. No es normal lo guapa que es. Me resulta denigrante estar a su lado y notar toda esa aura de seguridad; porque es que además lo sabe e intenta comerte el coco para hacerte sentir inferior, y que acabes haciendo lo que ella quiere. ¡Es una persona horrible!
— Es muy guapa, sí.
— Eso no es lo importante, Afri. Lo importante es que es horrible. — Me quejé de su falta de atención.
— Y guapa.
— Sí, también. — Afirmé rápidamente —. ¿Y sabes qué me preocupa? Me preocupa que no pueda pensar como un persona normal cuando empieza con ese rollo de "vas a caer a mis pies", porque ese es precisamente su don para jugar con la gente. Es exasperante y yo no soy así.
— No creo que...
— Y lo peor de todo es que me bloqueo porque no quiero que se haga ideas que no son, porque tampoco quiero ofender a nadie. Mira lo que pasó en la comida.
— ¿Lo de los billetes?
— No, Áfica. ¡Antes!
— Mira, cariño, como sigas gesticulando con esta intensidad me vas a romper algo y no te estoy entendiendo nada.
Estaba tan acelerada que no me había dado cuenta de que había pasado el rato dando círculos por la cocina. Así que con mi mayor mirada de arrepentimiento le pedí disculpas.
Normalmente los roles solían ser al revés, yo era la zen de nuestra relación; así que pude ver como ella tenía tan poco claro como yo lo que debíamos hacer llegados a ese punto.
— ¿Ya estás?
Inhalé profundamente, dispuesta a dejarlo ir y entrar de nuevo en mis cabales.
No puede.
— No, espera, que todavía no te he contado lo peor.
— Claro, que hay más.
— Sí, tía. Porque además de ser una manipuladora nata con sus encantos, tiene super bien aprendido el rol de víctima. ¡Joder! Se pasa el día atacándome, y además me trata como si fuera una gilipollas; pero en cuando digo algo un poquito fuera de lugar, me siento la peor persona del universo.
— No eres la peor persona del universo.
— ¡Ya lo sé! Pero es lo que te digo, te come el coco. Ella es así.
— Alba, cariño, siéntate. — Demandó arrastrando una silla —. Vamos a calmarnos y a respirar juntas, porque me estás poniendo muy nerviosa.
Me dejé caer junto a ella, colocando los codos sobre la mesa y la cara entre mis manos.
— No la soporto, te juro que no la soporto.