Instinto nivel 1.

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Resultaron ser bastante curiosos ustedes, me alegro al menos que se molestaran con Marín y no conmigo. ¡Van aprendiendo! xDD Bueno sin más demoras, les dejo el cap. Gracias por pasar. 

Capítulo XXV:

                                                       Instinto nivel 1.

¿Han escuchado la frase “el conocimiento es poder”? No estoy muy segura de quién la acuñó, pero se la atribuyen a un filósofo llamado Francis Bacon. Es probable que esto les dé lo mismo, pero mi papá me enseñó a respetar a los dueños de las buenas frases. El punto es que, dado que ahora soy la dueña del conocimiento automáticamente ganó poder ¿no? A decir verdad a lo largo de esta historia siempre lo he tenido, sólo que no se llega a apreciar hasta que realmente tienes algo que presumir a los demás.

Pero no se las voy a hacer larga, ¿quieren saber qué significa Blue? Es decir más allá de su obvio significado, pues vamos a ello para que luego no me acusen de desalmada:

—¿Y bien? —Retrocedí hasta la cama, porque a pesar de que Walter no pesaba tanto, tampoco incitaba a una a estarse parada.

Cameron negó lentamente, regresando a la cómoda donde volvió a guardar la fotografía. Tras perder el tiempo en eso y—supongo yo—crear el ambiente para la historia, giró sobre sus talones dándome una miradita divertida.

—Creo que una vez que lo sepas vas a estar algo decepcionada.

—Puede que sí, pero la sensación de no saberlo supera a la sensación de sentirme decepcionada por tu falta de inventiva con el apodo.

Él soltó una carcajada, apoyándose de forma casual contra la cómoda.

—¿Te das cuenta lo increíble que eres?

Abrí los ojos como platos, sin saber qué responder a eso o siquiera precisar si había oído bien. No parecía que él hubiese estado planeando decirlo, y exactamente por eso fue más difícil de procesarlo. Cuando algo se planea, cuando un cumplido sale con un propósito concreto, hasta se lo puede pasar por lisonjeo barato. Pero cuando eran espontáneos, como palabras dichas por el simple hecho de querer afirmar una verdad… bueno, esas ya no eran tan simples de ignorar.  

—¿Estás bien? —Se adelantó unos pasos ante mi repentino mutismo, por lo que me obligué a recomponer mis muros.

—Sí, sólo espero a que me digas…

Cameron se dejó caer a mi lado, echándose hacia atrás en la cama cual gato que se despereza tras una larga siesta. Yo lo miré, sí lo admito lo miré, con toda la falta de disimulo que me caracterizaba. Es decir, todo él se estaba estirando junto a mi pierna, a escasos dos centímetros de mi mano y pocos más de mis ojos, no mirarlo sería como transgredir una regla sagrada. El movimiento había tirado de la camiseta algunos dedos por encima de la cinturilla de su pantalón, lugar que por supuesto tuve el impulso de tocar.

—Bien… —Su voz detuvo a mi mente que a su vez detuvo a mi mano, la cual ya se estaba arrastrando hacia él como una brújula atraída por la fuerza magnética del polo norte. ¡Ja! Sólo yo pienso analogías como esas en una situación así.

—Bien. —Afortunadamente Cameron tenía la vista puesta en el cielo raso, de lo contrario habría sido muy capaz de ver mi rostro de estúpida mirona.

—Antes de contarte la historia, quiero que sepas que tenía trece años y  cualquier intento por inventiva para poner motes, siempre estaba eclipsado por esa etapa en la te comienzas a conocer a ti mismo. No seas muy dura conmigo. 

Lo que sé de Cameron Brüner. (Bitácora 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora