Capítulo 67

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Ayato

En cuanto tengo visibilidad del otro lado de la puerta, me encuentro con un espacio bastante amplio, que hace contraste con el estrecho pasillo que hay a mi espalda. En la sala, lo primero que veo es a un chico de cabello entre azul y blanco, extendiendo una mano hacia el aire, aunque no tengo idea de lo que pretenda con esto. Pasan varios segundos antes de que se percate de mi presencia, entonces baja el brazo y mira hacia donde estoy.

En realidad, creo que antes no me había puesto en la tarea de detallarlo, pero ahora que lo hago... simplemente es casi el opuesto de lo que llegué a conocer el día en que lo conocí. Parece que su cabello se torna cada vez más blanco y desordenado, tiene una postura descuidada y algo a la defensiva, y lo que más me impacta, en definitiva, son sus ojos. Me atrevería a decir que el único que está funcionando correctamente es el que siempre mantenía oculto, el que es como el de cualquier vampiro, porque el otro ha adoptado un color blanco que la verdad resulta algo inquietante luego de unos momentos. A pesar de esto, no es el aspecto que tienen lo que más me extraña, eso sería la mirada que tiene, una que jamás pensé ver en él hace unos meses, una que solo esperaría encontrar en un manicomio.

Mientras tanto, parece que él también me estudia con la mirada sin pronunciar una sílaba, causando que se instale un incómodo y prolongado silencio. No tengo idea de lo que esté pensando, ni siquiera estoy seguro de que pueda reconocerme, teniendo en cuenta las circunstancias.

—Hola, Haru —es lo único que se me ocurre decir, después de lo que me han parecido horas, y creo que comienzo a arrepentirme, hasta que su expresión pasa a ser una de completa sorpresa en cuestión de segundos.

—¿Ayato? —pregunta con un hilo de voz.

Sin poder evitarlo, desvío la mirada hacia el suelo y trago duro. No comprendo por qué es tan difícil esto, en especial siendo él a quien tengo en frente, no quiero imaginar cómo será cuando vea a Mayu, claro, suponiendo que algún día la vuelva a ver.

—Ha sido un día largo —finalmente confieso, esperando que no sigamos hablando del tema—. Pero supongo que estaré por aquí un tiempo.

Aún luce algo aturdido, sin embargo, parece querer disimularlo, cosa que no le sale muy bien.

Y así, se vuelve a instalar otro silencio aún más incómodo que el anterior. Me encantaría romperlo, pero no encuentro nada que pueda decir en una situación como esta. Él parece estar en una situación similar, porque no se ha movido un centímetro de su lugar.

En cierto punto, rompo el contacto visual, comenzando a ver el lugar en el que nos encontramos. En eso, me doy cuenta de una presencia que no había notado hasta el momento y no me extraña. Está inmóvil como una estatua y no había producido un solo sonido. De repente, comprendo las palabras de aquel sujeto, ella no podría llenar ese espacio al que se refería, es más, ni siquiera luce viva del todo, casi como una muñeca. Podría decir que incluso me siento mal por verla en este estado, a pesar de no haberla conocido mucho. Por otro lado, no comprendo cómo es que Haru no se da cuenta del estado en el que se encuentra la vampira.

—¿Recuerdas que antes te había mencionado a Kasumi? —pregunta, haciendo que mi atención se vuelva a centrar en él. No me pasa desapercibida la incomodidad que parece tener, creo que ninguno está bien con esta situación—. Bueno, es ella.

—Lo sé, la conocí hace poco —asiento, volviendo a verla por un momento—. Y pude ver que es como la habías descrito—. O más bien, era, antes de que ese sujeto le hiciera esto.

Me encantaría decirle todo lo que está mal en esta situación, que ese sujeto no es de fiar y que debemos escapar cuanto antes. Sin embargo, no puedo hacerlo, al menos no por ahora. Sé que no me escuchará y que ya no puedo hablar con él de la misma forma en que lo hacía antes. Por ahora no puedo levantar sospechas, no debo meter la pata y, sobre todo, debo volver a ganarme la confianza de Haru para hacerlo entrar en razón y que coopere.

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora