— ¡Esto es estúpido! ¡Le fallaste a mamá!— gritó su hija mayor. Guardó silencio,no pudo decir nada para callarle. Ella tenía toda la razón, falló y ahora su hija menor tenía que pagar las consecuencias.
Mientras ambos discutían, Aome se había refugiado en sus propios pensamientos. Nunca antes vió ese rostro tan perfecto y aunque fuera sobrenaturalmente apuesto, tenía miedo. No era un objeto para que de un momento a otro la vieran como mercancía de deudas,pero... ¿Y si los mataba?
No podría vivir con el peso de su consciencia sabiendo que la solución estaba en ella misma. Se limpió las lágrimas, se paró en forma recta y alzó su cabeza. Solo le quedaba una salida y aunque su padre hubiese actuado de forma egoísta, ella no lo haría.
— ¿Cuanto tiempo tengo? — preguntó interrumpiendo la acalorada discusión entre su padre y Sango, su querida hermana mayor.
— ¿¡Que!?— protestó Sango — ¿¡Te has vuelto loca a caso!? Tú no tienes porqué pagar los errores de éste — apuntó a Naraku quien se había quedado perplejo ante la postura de Aome.
— Sango tiene razón, pequeña. Debemos encontrar otra solución, quizá yo las pueda sacar del pais y...
— ¿¡Cuanto tiempo tengo!? ¡Maldita sea! — lloró nuevamente — No me hagan esto mas difícil de lo que ya es. Mi decisión está tomada... Me iré con él.
— ¿Saben qué? — Sango lanzó contra la pared el asiento en donde se había sentado minutos atrás — vallan- sé los dos al Infierno — Salió tirando la puerta del despacho, el sonido retumbó en todo el piso. Kaede quien permanecía en la cocina preparando la cena se sobresalto pero sabía que no se debía de mover del lugar.
Naraku intentó tocar a su pequeña pero ella se lo impidió. Era su padre, lo único que le quedaba pero jamás le perdonaría todo el daño que le estaba causando.
Sabiendo que solo tenía una hora, subió rápidamente hasta su habitación, tomó una pequeña maleta rosa del clóset y acomodó en ella todo lo necesario para vestirse y para su aseo personal. Mientras doblaba la última prenda, las lágrimas calleron en ella y la mojaron.
Se derrumbó de nuevo. Todo le parecía una pesadilla, un cuento de terror. El solo imaginar lo que ese hombre podía hacer con ella le revolvia el estómago. Echó un último vistazo a la habitación mientras se cepillaba el cabello.
— Señor — le llamó Kaede asomando la cabeza por detrás de la puerta. Naraku yacía sentado en su silla, detrás del escritorio, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas. Al no escuchar palabra, ella continuó — Un anciano lo busca.
De inmediato abrió sus ojos rojizos, estos se veían hinchados de tanto llorar. Kaede sintió tanta pena por su jefe. Naraku observó su rolex y sonrió irónico. El cabrón era puntual. Salió del despacho disparado como una bala hasta llegar a la sala principal, ahí, permanecía de pie, un anciano con rasgos extraños, vestido con un pulcro traje negro.
— Mi amo me ha enviado por su paga — Naraku apretó los dientes ante la forma tan cretina con la que habló el anciano. Sintió un inmenso deseo de estrangularlo — También me pidió que le dijera que estará en muy buenas manos.
— Estoy lista — habló Aome detrás de ellos. Naraku se giró y oscureció sus ojos. Su hija había estado llorando todo el tiempo y ni siquiera se preocupó en disimular.
— Hija yo...
— Vámonos ya — pidió ignorando las palabras de su padre.
El anciano asintió y tomó la pequeña maleta rosa de la chica y ambos caminaron hasta la puerta. Naraku, con el corazón quebrado no se movió y lo único que vería por última vez de su hija, sería su espalda. La puerta se cerró y cayó de rodillas al piso, esa misma noche perdió lo más valioso que tenía puesto que Sango también se había ido de casa.
Se quedó de pie junto al ostentoso carro negro. El anciano acomodó la maleta en el maletero y después le abrió la puerta, ella entró y se acomodó junto a la otra puerta y recortó su cabeza en el frío vidrio polarizado de la ventana.
Se prometió que no derramaria una sola lágrimas más y así fue, en cuanto el carro comenzó a moverse cerró sus ojos para no ver el lugar que fue su hogar por última vez.
El anciano la veía sigilosamente a través del espejo retrovisor. Era una "humana" con bellas cualidades sin embargo no comprendía las razones por las cuales su amo la había pedido como pago. Condujo lo más de prisa que pudo por la avenida central, llegó a un desvío y tomó un camino rocoso.
Aome al sentir los pequeños brincos abrió sus ojos asustada. Todo estaba oscuro, no había ni una sola mancha de luz, excepto por las luces del vehículo que iluminaban el camino angosto.
— ¿A dónde vamos? — cuestionó al anciano nerviosa. Este le vio con ojos de desprecio.
— A la mansión Taisho — contestó seco.
— Pensé que su señor vivía en una zona residencial.
— Deje de pensar y mejor cállese, humana.
¿Humana? Repitió la palabra en su mente. Porqué ese anciano le llamó así, acaso él no lo era también. Ya resignada y con un fuerte dolor de cabeza, nuevamente cerró los ojos y se durmió.
El carro aparcó frente a la mansión. De inmediato la alta figura apareció frente a el. Observó con cautela como su fiel sirviente sacaba la maleta.
— ¿Donde está?
— La muy tonta se quedó dormida. La despertare.
— Déjala.
Éste se frenó en seco y observó como su amo abría la puerta para luego cargarla en brazos. Así llegó hasta su nueva habitación, la colocó delicadamente sobre la ancha cama y detalló cada uno de sus rasgos. Sus orbes doradas brillaron y una pequeña sonrisa curvo sus labios.
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♡Me enamoré de ti♡
FanfictionKagome, con 22 años, tendrá que pagar las consecuencias de los errores cometidos por su padre. Será el inicio de una auténtica pesadilla el tener que compartir su día a día con un apuesto pero engreído hombre, sin embargo, ambos no estaban siendo co...