➻ tres

2.9K 165 7
                                    

—La de la izquierda es un armario, la de la derecha el baño. He cambiado la cama esta mañana y te he dejado toallas limpias en el baño. Hay algo de comida en el frigorífico, lo esencial. No hay cafetera, pero cualquier cosa que quieras comer o beber no tienes más que pedirlo al restaurante.

Era verdad que el estudio era escaso en decoración, pero estaba limpio y ordenado. Todo parecía muy cómodo y nuevo.

—No espero que tengas que darme de comer durante toda mi estancia aquí, pero gracias. El apartamento es perfecto, me gusta —le aseguró ella.

Matteo colocó la maleta sobre la cama y ella dejó la bolsa en la cocina. A la vez, se giraron para mirarse y fue cuando Luna pudo observar mejor sus ojos. Eran impresionantes, de un avellana impresionante. No pudo evitar quedarse un segundo perdida en ellos, hasta que su voz la despertó.

—¿Quieres que te deje sola un momento o prefieres que bajemos para que puedas comer algo?

—La verdad es que no he comido en todo el día y estoy muerta de hambre. Creo que voy a aceptar tu invitación y bajar a cenar.

Él sonrió como si hubiera estado esperando esa respuesta.

—Genial, vamos.

Esta vez él salió antes para que ella pudiera cerrar la puerta.

—Te recomiendo el pescado con patatas fritas. Están especialmente bien esta noche —le aconsejó él mientras bajaban—. Pero puedes tomar lo que te apetezca.

—El pescado suena fenomenal. Y un té helado si tienes.

Pasaron de nuevo por la cocina y Matteo le dijo al cocinero que preparara el pescado. Después la llevó hasta el comedor, donde sirvió dos vasos de té helado de una jarra que tenía tras la barra. Con la cabeza le señaló una mesa libre en un rincón de la sala.

—Sentémonos allí.

—No quiero que creas que tienes que acompañarme, si tienes algo que hacer... —le dijo Luna.

—No tengo nada que hacer —le aseguró él—. A no ser que prefieras estar sola...

—No —contestó ella demasiado deprisa—. Pero no quiero ser una carga.

—No eres ninguna carga. Me gusta hacer esto.

Le encantó oírlo, le gustó más de lo que debería, pero intentó ignorar sus sentimientos mientras se sentaban.

Se acomodaron, ella tomó un sorbo de té y trató de encontrar un tema del que hablar con un hombre al que acababa de conocer y al que parecía no poder dejar de mirar. Pero se imaginó que cualquier mujer cuerda y sana se quedaría como ella admirando la belleza de ese hombre. Un rostro perfecto al que acompañaba un cuerpo de impresión. Y fue ese cuerpo el que le recordó el incidente del periódico.

—Oí que tú y Gastón salvaron a una familia de una casa en llamas... ¿Cómo estás?

—Así es. Ya estoy bien, me cayó una viga encima, pero tengo la cabeza dura.

—No lo bastante como para librarte de estar dos días en el hospital.

—Sí, pero ya estoy bien. Gracias por interesarte.

—Nina me dijo que a Gastón le quitaron la escayola del tobillo hace una semana y que también está bien —comentó ella intentando que la conversación no decayera.

—Así es. Y la casa ha sido reparada, la familia ha vuelto a vivir en ella y hasta el rabo chamuscado del perro está como nuevo. Es como si nunca hubiese pasado.

—Sí, excepto que por culpa de ese incidente ya no tengo a mi mejor amiga como vecina —le dijo ella mientras la camarera traída su comida—. Y, por supuesto, te culpo a ti de todo ello.

—¿A mí? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?

—Hablaste con Nina sobre Gastón y eso fue definitivo en su decisión de seguir adelante con su relación.

—Ya —repuso él sonriendo y percatándose de que Luna sólo le tomaba el pelo—. ¿Qué tal está la comida?

—Es el mejor pescado con patatas que he probado en mi vida —contestó con honestidad—. Pero no creas que paga por robarme a mi mejor amiga.

—¿No compensa un poco la pérdida?

Se preguntó si estaba coqueteando con ella o era sólo su imaginación. Quizás ella también lo estuviera haciendo de manera inconsciente. No estaba segura, pero estaba disfrutando con su compañía y las bromas.

—Compensa un poquito —le contestó por fin.

—Bueno, según he oído, tú también tuviste algo que ver con todo esto cuando llegó el momento de tomar una decisión. Nina me dijo que le abriste los ojos e hiciste que reflexionara, por lo que volvió de nuevo a Northbridge con Gastón.

—Fue ya tarde cuando yo intervine, sólo tuve que dejarme llevar por los acontecimientos. Así que sigo culpándote a ti de todo —repuso ella.

Quizás entonces sí que estaba flirteando. «¡Déjalo ya!», se dijo a sí misma.

—Supongo que tendré que pensar en la forma de compensarte por ello —repuso Matteo con un tono cargado de intención.

Luna le siguió el juego.

—No sé si podrás.

—Me encantan los retos —repuso él sosteniéndole la mirada.

Y ella se quedó de nuevo obnubilada mirando sus ojos, ignorando todo lo que sucedía a su alrededor. Tanto que ni siquiera se dio cuenta de que Nina y Gastón acababan de llegar.

—Eh... ¿Interrumpimos algo?

Matteo pareció tan sorprendido como ella al ver a sus amigos al lado.

—¡Nina! —exclamó Luna echándose a los brazos de su amiga.

—Siento muchísimo no haberte podido ir a esperar al autobús. Tú vienes hasta Montana y yo ni siquiera voy a esperarte... Pero es que Sofia se dio contra la esquina de la chimenea y se hizo un corte en la frente. Tuvimos que llevarla al hospital para que le pusieran puntos.

—Ya lo sé, me lo contó Matteo.

Pero Nina siguió hablando.

—No podía dejarla. Estaba asustada y disgustada. Además odia ir al médico, imagínate la escena. Después decidimos llevarla a casa, acostar a las niñas y llamar a la niñera antes de venir.

—Lo entiendo perfectamente. Lo primero son las pequeñas. De verdad, no pasa nada.

Matteo, que se había levantado al mismo tiempo que Luna, ya había traído dos sillas de otra mesa para los recién llegados.

—¿Qué quieren tomar? —les preguntó—. ¿Algo de comer? ¿De beber?

—Yo tomaré una cerveza —contestó Gastón.

—Yo, nada —dijo Nina—. Sólo quiero que Luna conozca a Gastón.

Mientras Matteo iba por la cerveza, Luna presentó a su mejor amiga y a su prometido.

Minutos después, estaban los cuatro sentados alrededor de la mesa y, fuera lo que fuera la electricidad que había pasado entre Matteo y ella, desapareció con la presencia de los otros dos.

Pero, a pesar de lo contenta que estaba de ver a su amiga y de por fin conocer al hombre que hacía feliz a Nina, no pudo evitar sentir algo de pesar en su interior. Un pesar que tenía mucho que ver con Matteo Balsano y con lo que Nina y Gastón habían interrumpido con su presencia.

Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora