kapitel dreiunddreißig. (33)

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Después del embarazo, mis hormonas empezaron a controlarse. Mis pechos volvieron a su tamaño normal —y no sabía si sentirme triste o contenta por eso—; había logrado bajar algunos kilos, la herida cicatrizaba cada día y, lo peor de todo, era que mi periodo también había regresado. Y aunque todavía el ciclo no comenzaba, sabía que vendría pronto. Aunado a cierta depresión post parto, estaba el síndrome pre menstrual. ¿Y así quieren que no estemos de mal humor? Apenas podía soportar mi propia carga de energía.

Como ya se había hecho costumbre en el último mes, Milen y yo estábamos en el hospital. Él sostenía a Viktoria en brazos mientras que yo hacía lo mismo con Marlene. Ella necesitaba más a su madre en ese momento. Días antes, había tenido una complicación respiratoria y tuvieron que monitorearla una noche entera. No dormí aquel día. Los doctores dijeron que se recuperaría, pero que al crecer no podríamos evitar que desarrollara asma.

Milen se aclaró la garganta y empezó a caminar de un lado a otro en nuestro cubículo de cuidados intensivos. Arrullaba a Viktoria y la mecía con gentileza, pero sin dejar de lucir nervioso. Alterado.

—Vas a marearla. Y eres la única persona que conozco que le tiene un verdadero terror a los vómitos. —Añadí con tono burlón.

—Pero es vómito de bebé, casi no tengo problema con eso —dejó salir una risita entre dientes y yo moví la cabeza con diversión—. Quiero decirte algo.

Ya lo sabía.

—¿Ya vas a empezar? Estábamos tan bien... —Y era cierto. Era sorprendente el tiempo que habíamos pasado sin pelear ni discutir por cualquier nimiedad. Lo del juicio había quedado guardado en un cajón y esperaba que Milen hubiese perdido la llave.

—Te encanta llegar a tus propias conclusiones, ¿verdad? —Sonrió de lado y casi sin ganas. Dio un par de pasos más antes de tomar asiento en el otro sofá a lado de mí—. No tiene nada que ver con el juicio. Ni con Nikol.

—¿Entonces?

—Con los papeles que te di hace unos meses. El seguro médico y el dinero.

—Todo eso ya lo ocupé, y si quieres devoluciones...

—No los quiero. ¿Puedes dejarme terminar?

Como una niña regañada, asentí. Marlene estaba empezando a cerrar los ojos y su respiración se tranquilizaba conforme el sueño de apoderaba de su pequeño cuerpo.

—Quiero saber si aún quieres que me vaya.

—¿Qué? —Un sonido ronco salió desde mi garganta. Tal vez era una risa nerviosa, pero no sonó como una.

—Esa fue tu decisión en ese momento y yo... Bueno, accedí. Por eso te dejé esos papeles. Por eso me fui.

—Te fuiste porque quisiste.

—Tú dijiste que tendría que pasar cierto tiempo para que pudiera conocerlas y estar con ellas. —Mi mirada se dirigió automáticamente a la bebé que él sostenía.

—Estás aquí, ¿no?

—Verena...

—Yo no... No sé qué quieres que te diga. Creía que podía hacer todo esto sola y ahora veo que no. Apenas estamos volviendo a la normalidad y nuevamente retomas el tema.

—Sólo quiero saber si es esto lo que realmente quieres. Sí, estoy aquí, pero me costó que me permitieras volver. Sigo aquí porque son mis hijas, mi responsabilidad...

—Entonces ya sabes que tienes una responsabilidad aquí. ¿Quieres irte, Milen? Vete. En serio, nadie va a pedirte que te quedes.

Milen, perplejo, parpadeó un par de veces para luego regresar la mirada a Viktoria, quien había perdido la batalla contra el sueño.

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