El trono perdido

El Linde

Estaba renovando mi magia en el bosque cuando escuche un bombardeo, no debía de ser muy lejos pero tampoco demasiado cerca, me siento en las raíces expectante pendiente a todo ruido del exterior. Si están bombardeando un pueblo los habitantes saldrán mal parados, podría salir y ayudar con mi magia, podría traer mínimo a tres familias y ponerlas a salvo en el bosque...Pero no me está permitido, me descubrirán en cuanto ponga un pie fuera del linde... a no ser que abriese la puerta... cosa que tampoco me está permitido.

Sigo escuchando el bombardeo con ganas de salir corriendo en dirección al pueblo pero sin poder hacer nada, sentada sobre las raíces del gran árbol echa un cascabullo tapándome las orejas con las manos. Al cabo de unos minutos el bombardeó se detiene y en el bosque vuelve a reinar el silencio, miro a mi alrededor, no veo ningún movimiento y mis capciones cerebrales me dicen que no hay nadie cerca de mí...Al menos lo suficiente para que no me vea marchar. Sé que no debería salir del bosque pero mi instinto protector me lo impide, al fin yal cabo ¿no fuimos creados nosotros para proteger a toda criatura indefensa?

–Así es, y así nos crearon los dioses pero los humanos como bien sabrás no están indefensos...A estas alturas ya deberías haberlo aprendido.

La voz de la venerable *Eris* resuena en mi cabeza como un susurro, se me había olvidado que la venerable podía captar mis pensamientos y la de mis iguales, trato de dejar la mente en blanco pero sé que ya ha descubierto mis intenciones y que ya no tengo ninguna oportunidad, me levantó dándome la vuelta y me encuentro con la esbelta figura de Eris, su cabello plateado recubre su espalda fundiéndose con su capa, sus grandes ojos azules cristalinos me miran serios, tras ellos se notan años de sabiduría y felicidad, pero también sufrimiento. Su mirada me vence y bajo la vista.

-Ya deberías saber las normas del bosque, ya deberías saber que si abres la puerta nos pones en peligro a todos y a todas, ya sabes lo que pasa cuando se abre la puerta o lo que puede pasar. Sabes que una vez se abrió y fue nuestra perdición. Aparte dentro de unas horas las curanderas saldrán a sanar a los humanos heridos.-Habla con tranquilidad y cariño pero con advertencia-.No puedes salir del linde, tienes todo el reino para incordiar no es necesario que incordies a los humanos.

Noto que mi clara piel se torna de un rosado, ante sus palabras mis planes parece una miniatura pero aun así no puedo evitar discutirle.

-Perdona mi evidencia Eris pero me parece absurdo que miles de personas están sufriendo y yo esté aquí parada teniendo la opción de ayudar pero no me esté permitido, cuando las curanderas estén listas para partir será demasiado tarde, varias familias inocentes habrán muerto.

-Entonces no es de nuestra ocupación que mueran o no humanos, llevamos siglos protegiendo nuestro bosque y a nuestros seres, adentrarnos en el otro mundo pondría en peligro a todos tus hermanos. Nadie saldrá del bosque a excepción de que sea por una orden o que pertenezca al grupo de curanderas, y eso bien lo sabes; no saldrás del bosque.

Toda esperanza de llevar a cabo mi plan desaparecieron con aquellas palabras ciñéndose sobre mi como un chorro de agua fría provocando que de nuevo tuviera que sentarme en las raíces del árbol por segunda vez y esconder mi cara entre las manos para que la venerable no vea las lágrimas que derraman por mis mejillas.

-Eres joven, muy joven; demasiado joven para comprender. Pero llegará un momento en que lo harás y comprenderás: nuestra historia, las leyes, los reinos... Pero hasta entonces tendrás que esperar a que llegue el momento en el que estés preparada, como yo hice y como todas tus antecedentes hicieron.- En sus palabras se muestra un tono cariñoso pero cansado; ya habían tenido esa charla antes.- Y para tu información, las curanderas acaban de regresar, esta vez no han llegado tarde. Tienes permiso para visitar el centro.

Inmediatamente al escuchar sus últimas palabras me secó las lágrimas y me vuelvo a levantar haciendo una pequeña y torpe reverencia.