Era increíble como el clima cambiaba tan drásticamente en Londres. Y yo era una de esas personas que amaba la lluvia, si, la amaba. Sobre todo caminar bajo ella sin un paraguas. Luego de mi charla con Louis y de que mamá se disculpara por haberse metido en cosas que no debía decidí tomar un paseo. Tal vez necesitaba hablar con Harry de todo esto, bueno, si él quería hablarme después de que leyera la lista. Ya me encontraba un poco empapada por la pequeña llovizna que caía, mi sorpresa fue tan grade cuando llegue al parque y en una de las bancas vi a una persona tan malditamente conocida para mí.
Me acerque lentamente y me quede parada tras la banca.
Inhala, exhala.
— ¿H-Harry? — susurre, tocando su hombro para que volteara. Harry volteo a verme, su cabello estaba más desordenado que de costumbre y sus ojos carecían de aquel brillo que los hacían tan particular.
Crush, mi corazón hablaba por sí solo.
— Ten — me dijo escuetamente entregándome la lista, estire mi mano temblorosamente a para tomarla, y justo cuando alcance la esquina Harry la retiro — Espera, primero que nada, debo decirte algunas cosas — dijo soltando una amarga risita.
— Harry, yo puedo explicarlo, lo juro — la desesperación se estaba apoderando de mi persona. Harry hizo una mueca con sus labios y sus ojos llamearon.
Estaba perdida, prácticamente.
— Oh, ¿Qué me vas a explicar? — me pregunto, con oscura diversión — ¿Qué no querías hacerlo? ¿Qué te obligaron? — Rió sin humor — ¡¿Qué yo era tu maldito conejillo de indias? — rugió, mirándome hostilmente. Me estremecí con aquella mirada.
— ¡Fue un estúpido juego, lo admito! — chille, sentía mis ojos escocer.
— Egocéntrico, promiscuo, cobarde, bipolar, celoso, impulsivo, insensible, arrogante, inoportuno, cruel — Harry abrió sus ojos fingiendo sorpresa — Dios, soy un ser despreciable ¿No lo crees? — agrego burlonamente, me encogí en mi lugar.
— Harry, yo…— no pude seguir hablando por el maldito nudo que se había formado en mi garganta.
— Y lo peor es que…— Se jalo los cabellos y luego volvió su vista a mi — ¡Tu eres la única culpable de que yo haga esto! — espeto con voz contenida, agitando el maltratado papel que tenía entre sus manos desenfrenadamente.
— ¿Yo? ¿Por qué? — pregunte incrédula, viendo como sus manos se crispaban más y más. Estaba asustada, tenía que admitirlo ¿Cómo un *beep* juego puede volverse algo tan espantoso?
— Porque te amo — susurro antes de darse media vuelta y tirar el papel hecho una bolita al suelo.
Una estatua parecía estática en mi lugar, viendo como se alejaba.
Lo había arruinado todo, pero...
¿Había escuchado bien lo que había dicho?