TIEMPO | « Quizá y me equivoqué contigo, eres mejor de lo que pareces... » |
Elizabeth Davis, nacida en Canadá, es una mujer llena de una luz que se desvanece con los años. Pero que puede recuperarla, gracias a ellos, a ella y a él...
║Segundo libr...
Corría el siglo XIX, en Alberta, Canadá. En un vecindario común, donde Charlotte O'Malley y Steven Davis se conocieron a muy temprana edad, ambos crecieron destinados a ser la unión de ambas familias, eso gracias al señor O'Malley, quien quería más tierras para sus viñedos.
A los diecinueve años de Charlotte y veinticinco de Steven, se unieron en sagrado matrimonio, en el año 1831. Una fiesta muy pequeña, pero muy lujosa, organizada por la señora Davis, quien estaba muy entusiasmada por el supuesto matrimonio de su única hija.
Un año más tarde, nació el pequeño Nicholas Davis, trayendo alegría y dicha a la joven pareja. Era un hermoso nene de mejillas rosadas y abundantes cabellos castaños, muy juguetón, que hacía enojar a su padre todas las noches.
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12 de Diciembre 1837
—Es una hermosa niña —anunció la partera que atendía a la joven madre —¿Ya saben que nombre tendrá?
—Elizabeth —contestó el matrimonio al mismo tiempo.
Nicholas sólo se soltó del agarre de su padre y salió de la habitación de sus padres, él no estaba feliz, él quería un hermano.
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1845
—Lamentable lo que ocurrió en la casa de los Howlett —aseguró el señor Davis mientras se acomodaba en el comedor —No encuentran a los niños, y hay un par de cuerpos malolientes.
Elizabeth, quien estaba sentada al lado de su hermano, se entristeció ante la noticia que su padre les contaba. Las pocas veces que había visto a los hermanos Howlett, fue porque su hermano jugaba con el mayor de ellos, Victor. Mientras que ella permanecía en la cocina junto a su madre.
—Ojalá vuelvan —dijo Nicholas, quien estaba arrodillado junto a la mesa de la cocina —James se enfermaba mucho estos días —a pesar de tener apenas trece años, el primogénito se sentía responsable por los que quería.
Charlotte bajó a la altura de su pequeño, dejando algunas caricias en sus cabellos —Serás un gran médico algún día —murmuró mientras le ayudaba a bolear sus zapatos.
