No hemos vuelto a salir mucho por tema de su hogar y yo por mi trabajo, pero no estamos tan distanciados después de todo, las discusiones no son tanto, ni siquiera han sido varías, sino una. Es el día martes 29 de agosto, un mes más juntos pero él está ocupado por ayudar a su madre y que su padre esté allí, así que me preocupé de progresar en mi trabajo, he estado planeando otro proyecto así que estaré listo para poder estar con él, quizás hasta para relajarme y tomarme mi tiempo.
Alguien toca la puerta, me emocioné por un segundo pero luego pensé con claridad, bajé con calma y tranquilidad, abrí la puerta, era un ramo de flores, no cualquier flor, eran rosas, lo típico que se le envía a alguien pero igual me sorprende si es él. El hombre pide que firme algo en específico y reciba las rosas. Se retiró y cerré la puerta, apoyé mi espalda contra la puerta ya cerrada, olí las flores y suspiré. Me dirigí a dejarlas en agua y fui por el teléfono, marqué el número del hogar de la familia Higashikata y esperé, no tardé en escuchar su voz algo apresurada, por lo visto sigue ocupado o lo mandaron a responder.
–No sabía que llegaras a ser tan tierno –sonreí sonrojado mientras jugaba con el cable del teléfono.
–¿Por qué lo dices? –responde preguntando con confusión.
Dejé de jugar con el cable, miré hacia las flores. Me fijé en un principio si tenía algún mensaje pero no tenía nada, supuse que podría haberlo hecho él ya que los fanáticos siempre dejan sus huellas en los regalos que dan. Su confusión me hace decir que quizás lo haya olvidado, en el peor de los cosas debería asustarme si es que él no fue. Entonces reí con calma, pensando en la primera opción.
–¿Tan olvidadizo eres? Las rosas, me acaban de llegar, no tenia nada y supuse que fuiste tú –mantuve mi sonrisa, siendo optimista a su respuesta.
Él suspira, hace una pausa, mi sonrisa se borra al instante, quizás si deba preocuparme.
–Cariño, no fui yo –respondió–, si fuera yo te dejaría una nota y la entregaría yo mismo.
No sabía qué decir, quizás si sea algún fanático y no me habré dado cuenta pero no lo sé, puede ser cualquiera.
–Bueno, no importa –intenté decir–, las magnolias que me enviabas estaban más bonitas.
Él aún queda pensativo pero ríe por mi comentario, se escucha a su padre hablar de fondo, preguntando que con quién estaba hablando, si era alguna chica, se delató solo al nombre con «cariño», me gusta pero que pase desapercibido. Me imagino lo avergonzado que estará ahora mismo, con la cara roja y con esa voz nerviosa hablándole a su padre.
–Tengo que irme, te devuelvo la llamada en la noche. Lo prometo.
Luego de despedirme, corto la llamada y dejo el teléfono, suspiro. Al final no miento en decirle en que realidad las magnolias estaban más lindas. De pronto algo quita de mis pensamientos, voy a la cocina por las rosas, las miro un buen rato y ellas se empieza a mover, me asusto, una me mira, solo tiene un ojo en el centro, de la nada lanza un polvo que logro esquivar, me cubro y me dirijo por un cuchillo, agarro las rosas e intento cortarlas pero lanzas espinas, es oficialmente un ataque Stand. Invoco a Hevean's Door, nos dirigimos al patio trasero, ordeno que las lance y de la nada desaparecen. Supongo que es un problema menos. Aún así revisé por al área de la casa, no había nadie hasta que alguien toca la puerta principal de la nada misma. Me acerco, ya estaba a punto de avisarle a Josuke. Al abrir la puerta me encuentro con una incómoda sorpresa.
–Buenas tardes –saludé–, ¿en qué puedo ayudarle, señor Kujo?
Lo dejé entrar y él entró junto con alguien más de la fundación Speedwagon.
–Hay un hombre suelto, su Stand son rosas.
Me puse nervioso, es el mismo Stand que me acaba de atacar.
–Vaya extraña coincidencia –comenté–, me acaban de llegar unas rosas y me intentaron atacar con un polvo extraño.
Él me mira extraño, se pone nervioso, de hecho llega y me toma la mano, me la jala, sus ojos se ven extraños de cerca y tienen similitud con Josuke, ambos son extravagantes pero los suyos no tienen ese brillo especial del que llegué a amar de Josuke, es más bien un extraño brillo que no sabría qué descubrir, sin olvidar que los de Jotaro son azules y los de Josuke morado. Apoyé mis manos en su pecho, su corazón se siente latir, me toma por la cadera, se comporta tan extraño, lo empujé, le grité un millar de maldiciones, solo falta que me den ganas de agarrarlo y echarlo de mi casa pero me lo ahorré y pedí que se comporte. Escuché un ruido a fuera, abrí la puerta, la situación no podía ser peor. Es entonces que vi a Josuke molesto, ni siquiera pensó dos veces las cosas y entró brusco, agarró a su sobrino de la chaqueta, sin titubear y con ambas manos arrugando la gabardina.
–¡Si serás infeliz! –exclama– Está bien que tengas pena después de lo que pasó en Egipto cuando tenías mi edad pero tienes una esposa e hija, ya supéralo. Con Rohan no te metas.
Me acerqué, intenté separarlos al igual que el hombre de la fundación que vino con Jotaro.
–Josuke, suéltalo –intenté decirle, pero el hecho que me moleste no ayuda mucho.
No es mi culpa que me moleste el hecho que ahora parezca un objeto para ambos, no podía ser más inmaduros.
Ambos invocan su Stand, es entonces que temí por algo peor ya que ambos tienen un gran poder pero no pueden ser así, son familia, deberían comportarse, dejar de ser territoriales.
El hombre invoca su Stand, se me acerca y me explica todo por el hecho de las rosas, pidiendo disculpas ya que solo estaba bajo órdenes. Ahora si me enojé pero intenté mantener la calma, solo acaricié el brazo de Josuke y él me golpea en el labio, sin medir su fuerza, haciendo que cayera hacia atrás y siendo sujetado por el sujeto que vino con Jotaro. Sentí impotencia, tristeza por sobre todo, y no soy de mostrarla y menos la mostraría a Josuke, mucho menos a su sobrino.
Ambos se acercaron, algo preocupados pero a ninguno lo acepté, alejé al primero con una cachetada, siendo para suerte de Josuke, Jotaro quien la recibiera. Quité mi mano del labio, era una pequeña herida que sangra pero no quita el hecho que duela. Me dirigí a la puerta y la abrí.–Lárguense, los dos –dije–. ¡Ahora!
Jotaro intentó acercarse pero lo paré al instante y lo alejé de mi, él se fue al instante, el hombre de la fundación Speedwagon se fue con él, me despedí y él pedía perdón por la situación cerré la puerta, miré a Josuke, estaba decepcionado de su actitud. Corrí a mi cuarto siendo él quien me seguiría, debí haberle dicho que se fuera también. Acarició mi hombro, lo miré, me alejé al instante, no me intentó retener.
–Rohan, mírame –pedía.
Negué con la cabeza, miraba el suelo, el techo, todo menos a él. Acaricia mis brazos, me detengo, pero no lo miro, no me atrevo a mirarlo. No deja de acariciarme, pidiéndome permiso para entrar, y yo no lo dejaba, no lo miraba a los ojos por el orgullo y la decepción. Cuando menos me di cuenta me limpia las lágrimas, me cura la herida, es entonces en que lo pude mirar. Es entonces en que lo dejé entrar a mi corazón.
–¿Por qué no confías en mi? Te dije que lo sentía antes, ¿no es suficiente para ti? –pregunté molesto.
Él besa mi frente, no llora pero si se siente apenado, acaricia mi rostro. Me siento solo, desprotegido, frágil y tengo la necesidad de fortalecerme con agresividad pero a qué costo, no valdría la pena y solo atraería más pena. Cuando menos me di cuenta, me sostuvo en sus brazos, abrazándome. Lo alejé, apoyando mis manos en su pecho, pero dejé mis manos allí, no paré de mirarlo a los ojos, tiene esos ojos de cachorro que me gustan tanto, él me acaricia, sabe que no lo dejaría entrar a mi espacio tan fácil después de lo que acaba de suceder.
–Claro que confío en ti, yo no confío más en él. Lo siento por haberme comportado así, no debí haber hecho algo así.
Quise que hubiera otra forma de perdonarlo pero no podría ser tan fácil, es entonces en que lo alejé, fui a mi cuarto, es difícil perdonarlo por lo que hizo. Podía defenderme solo, no necesito que alguien desconfíe de mi, no alguien como él. Lo miré, me sorprende que siguiera pero no intenté detenerme. Volví hacia él.
–¿Por qué volviste?
–¿Por qué tú no me retienes? –pregunté sin responder su pregunta.
–Quizás estás confundiendo las cosas –responde.
Él me abraza con tanta delicadeza, toma de mi mano, la besa, me mira y vuelve a besarla, iniciando un camino de besos por mi brazo.
–Te daré cariño, no te retendré –me responde con tanta calma, me toma con delicadeza de la mejilla–. ¿Me permites?
Sonreí, llevé mis manos a sus mejillas, una lágrima se derrama por mi mejilla.
–¿Cuántas veces te tengo que decir que no hagas preguntas que ya sabes la respuesta? –respondí con la pregunta.
Incliné mi cabeza hacia adelante, es más alto que yo, ya igual de alto que su sobrino, primero besa mi frente, sigue por la punta de mi nariz, me mira, empezamos a cerrar nuestros ojos y me besa, con tanta dulzura me besa, se agacha y me toma de los muslos, me sostiene en sus brazos, me sujeto de él rodeando mis brazos por sobre sus hombros, empezó a caminar, no supe donde hasta que sentí una suave cama, él empezó por besarme por mi cuello, bajar por mi hombro, lentamente seguir los besos por mi brazo hasta mi mano.
En Morioh, por la ventana, se ve que atardece, él empieza por besar mi pecho, mi cuello y mis labios, sigue por acariciar mi cuerpo, me mima, me abraza y me deja encima de él. Sus caricias me relajan por un buen rato, lo miré por un buen rato a los ojos, quedé aún más relajado cuando inició por acariciar mis labios, tomé su mano y la coloqué sobre mi mejilla, la acaricié con calma, relajándolo poco a poco.
–¿Crees que te dejarían quedarte por la noche?
Me miró sonrojado, nos sentamos en la cama, agarré algo cómodo para poder usar algo cómodo, siendo mi pijama pero me detiene abrazándome por atrás.
–¿Realmente me dejarías? –apoya su cabeza en mi hombro.
–No seas zonzo, claro que si, por algo te pregunto, Jojo.
Tapé mi boca, me di media vuelta, él se sorprendió. Supe que quizás no debí haberlo dicho, supe la historia del origen del apodo pero me sonó algo tierno cuando me contaron la historia entre Jotaro y Koichi. Él ríe por mi sonrojo.
–¿Te dijeron algo al respecto? Porque pareciera que Koichi te contó la historia de cómo lo conocí a él y a Jotaro.
–Ambos fueron –precisé–, no lo digo más si te molesta.
Josuke solo besa mi frente y con ambas manos en mis mejillas, me acaricia.
–Mientras solo venga de ti, no me molesta, lo haces especial. Si pudiera, te presumiría todo el tiempo y decirle al mundo que eres lo mejor que me haya podido pasar.
Golpeé, suavemente, su pecho. Sonreí sacando una risita tímida.
–Eres tan empalagoso, Higashikata –posee mis manos sobre las suyas y miré sus ojos, susurro con timidez en mi voz–, me encanta.