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Abril 14, 2018

Ellus no dejaba de visitar a Agustín, la mayoría de las ocasiones lo hacía solo y se quedaba gran parte del día, otras veces iba acompañado del joven de ojos claros y en esos casos no se quedaba mucho tiempo ni hacía tanta conversación.

Esta vez había decidido ir solo, tocó la puerta de Agustín y este le recibió encantado, como ya venía haciendo desde hace semanas.

Ambos se sentaron en el sofá de la sala y estuvieron charlando por varios minutos, mientras comían fruta picada que tenía ya preparada el pelinegro.

— Dime, Ellus, ¿qué tienen tú y ese chico con el que te veo tanto? —preguntó Agustín lleno de curiosidad e interés que no pudo ocultar.

— ¿Salvador? —el pelinegro asintió—. No tenemos nada, creo, no sé, ¿por qué? —rascó su nuca y miró en otra dirección.

— Je, pensé que serían novios o algo —rió por debajo—, deberían aprovechar su juventud. Ojalá yo hubiese podido hacerlo en mis tiempos.

— No creo llegar a ese punto con él... ni con nadie —bajó la mirada.

— Oh, pero, ¿por qué? Se ve que se apoyan mutuamente y él luce bastante... bueno, cómo decirlo, atraído a ti —sonrió pícaramente.

— Ah, vaya. Bueno, es que es muy complicado.

— ¿A qué te refieres?

— Yo tengo un trastorno que me impide identificar y expresar mis emociones —hubo unos segundos en que Agustín intentaba encontrar una expresión con la que responder lo que acababa de oír.

— ¿En serio?

—Sí, sé que suena ridículo, pero es así.

— O sea que, ¿no sabes cuándo estás feliz o algo así?

— Es mucho más profundo que eso, pero digamos que es algo así.

— Espera, espera, pero dime algo, ¿te gusta ese chico o no?

Ellus analizó la pregunta, recordando lo que le había dicho a Salvador hace algún tiempo, pero, ¿en verdad le gustaba? ¿Sentía algo mucho más fuerte que eso? ¿O solo le tenía aprecio como un buen amigo?

Se volvía loco cada vez que pensaba en eso, pero aún así decidió arriesgarse a ir más allá con él, a seguir andando con él y continuar dejando que lo besara, porque se sentía seguro, se sentía amado, y eso es lo que todos anhelan, ¿no?

— No solo me gusta, es mucho más que eso — respondió no muy convencido, pero el pelinegro no le tomó gran importancia a su duda.

— Pues, ¿qué esperas para dar el paso?

— ¿El paso?

— ¡El paso! —exclamó mientras apretaba la mejilla del castaño, provocando que este frunciera el ceño y le apartara la mano.

— No creo estar listo para eso.

— Yo te ayudaré —frotó ambas manos mientras sonreía.

— No... ¿qué? ¿Qué clase de ayuda?

— ¡Ya lo verás! ¡Estoy seguro de que lo que necesitas es fuego en tu vida para que se te quite lo que sea que tengas!

Ellus suspiró con desgano, Agustín no quería verlo así. Sabía que el chico tenía una vida difícil, y quería ayudarlo por lo menos a que viva la pasión de una relación, que se sienta parte de algo con alguien.

— Es más... —dijo poniéndose de pie y acercándose a la puerta—, ...vamos ahora mismo, tendrás una cita con Salvador.

— No tienes que hacer eso, basta —dijo mientras se recostaba del sofá, cubriendo sus ojos.

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