Antes

22 1 1
                                    

Start writing your story

Anglia del Este, 1645

Esto no podía estar pasando, no a ella, no ahora, era simplemente imposible, lógicamente inconcebible. Era una buena mujer, una buena esposa y, pronto, sería una buena madre, simplemente esto no podía tomar el rumbo que parecía. Durante sus 19 años de vida no había hecho otra cosa más que obedecer todas las órdenes dictadas, tanto por sus padres como por la sociedad. No levantes la voz, mastica con la boca cerrada, siempre camina con la espalda recta, nunca salgas sin tu dama de compañía, siempre se bien portada, reglas y reglas que ella había acatado sin siquiera pensar, así había sido criada desde el momento en qué nació. Cuando su padre anunció a sus 18 años que por fin le había conseguido un marido, ella no pudo más que llorar de la dicha. Durante tres años pensó que nunca se casaría y que llenaría de deshonor a su familia, pero su padre no se había quedado de brazos cruzados, aumentó su dote y consiguió un esposo para ella. El hombre en cuestión no era ni tan rico, ni tan agraciado, ni tan viejo, la trataba con respeto e incluso esperó casi un año antes de dejarla embarazada. Su vida prometía ser una vida común, con un esposo que la mantuviera y le proporcionara un hijo al que cuidar y amar, sin embargo, todo eso acababa de irse al carajo.

Parpadeó continuamente regresando al presente. Todo lo que podía sentir era el frio que dominaba su cuerpo, estaba entumecida de pies a cabeza; aun así, se obligó a mirar hacia el papel que sostenía en sus temblorosas manos. Era una carta simple, concisa y totalmente impersonal, justo lo que esperaba de su padre. En cualquier otra ocasión ella ni siquiera hubiera soñado con recibir correo para ella, aun menos procedente de su familia, por eso, cuando vio el sobre inmediatamente supo que algo malo pasaba. Pero nada de lo que imaginó que podría ocurrir se asemejaba siquiera a la realidad. Con el corazón a mil por hora releyó lo que su padre escribía:

"Mackenzie,

Escribo para informarte que Sir Matthew Hopkins se dirige en estos instantes hacia tu condado.

Katherine ha sido condenada.

Intuyo que comprendes la intención de esta carta.

Suerte"

Eso era todo, nada más que unas cuantas líneas, una carta simplemente informando, ni siquiera una firma, una pequeña muestra de cariño o de intención de ayudar, nada que identificara la carta como de su padre más que el sello de la familia y, sin embargo, era lo más personal que su padre había escrito y a pesar de las escuetas palabras, ella estaba más que agradecida, porque esto le daba tiempo de actuar. Para trasladarse de casa de sus padres a su aldea se esperaba al menos todo un día de viaje, por lo tanto, tendría unas horas de ventaja sobre ese asesino despiadado. Cayendo en cuenta del poco tiempo que tenía, tomó la carta con más fuerza y caminó directo a la oficina de su esposo.

Por primera vez en el año que llevaban de casados, entró si tocar o sin ser anunciada, estaba preparada para expresar sus deseos, por primera vez en su vida iba a hablar, no iba a permanecer callada, observando como todo lo que ella había obtenido se le era arrebatado sin ni siquiera un momento de duda. Desgraciadamente, toda su convicción se evaporó en el momento en el que vio a su marido. El se encontraba en su habitual lugar, con sus anteojos de la forma en que siempre lo haría al leer, pero la mirada que le daba no era para nada una habitual.

- ¿George? - preguntó con voz temblorosa.

- ¿sabías que tu padre tiene el correo más veloz de toda Anglia del Este? – la forma en la que su voz, dura y ronca, llenó todo el despacho no hizo más que aumentar el temblor que recorría su cuerpo.

- George, yo...- no supo cómo seguir, toda su determinación había escapado de su cuerpo, posiblemente gracias a que este no dejaba de temblar.

- Cuando te conocí me pareciste una mujer algo fuera de lo común. Sí, eras recatada, bien portada, tus modales son envidiables, toda una perfecta señorita destinada a ser la más sumisa y fiel de las esposas y, sin embargo, tu piel y tu cabello auguraban un mal inevitable.

Más allá de la muerteWhere stories live. Discover now