Capítulo 50

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Imagen de portada: Lily de Wakabayashi.

Capítulo 50.

Múnich.

Marie Schneider se apresuró a recoger sus libros y su computadora portátil cuando el profesor anunció que se había terminado la clase. A duras penas le quedaría el tiempo suficiente para pasar a su casa a recoger la comida que había preparado en la mañana y salir a toda prisa con rumbo al hospital. Si llegaba tarde, Leonardo no tendría otra hora libre y ella se quedaría con las ganas de verlo ese día, y tendrían que pasar varias tardes antes de que sus horarios volvieran a coincidir. Desde que él había comenzado con sus estudios para convertirse en paramédico, Marie lo veía cada vez menos pero no le molestaba pues sabía que Leonardo estaba buscando superarse. Él por fin había encontrado su vocación y ella estaba feliz de poder ayudarlo, aunque fuese llevándole de comer cuando tenía la oportunidad de hacerlo.

– ¡Marie! ¿No quieres acompañarnos a...? –comenzó a decir una de sus compañeras, una pelirroja de cara pecosa, pero no alcanzó ni a terminar la frase.

– ¡Lo siento, hoy no puedo, será otro día! –la interrumpió Marie, al tiempo que echaba a correr por el pasillo–. ¡Nos vemos mañana!

La pelirroja y su vecina de asiento, una joven de cabello pajizo, intercambiaron miradas entre sí. Cerca de ellas, un par de chicos lanzaron suspiros mientras miraban a la joven fugitiva, quien a esas alturas ya se había convertido en un brillante punto amarillo y rosa.

– ¿Qué cosa tendrá que hacer tan urgentemente que ni siquiera pudo despedirse adecuadamente? –preguntó la pelirroja, asombrada–. Marie agarró la costumbre de desaparecer al acabar las clases cada determinados días sin avisar a dónde va.

– ¿No lo sabes, Jennell? Marie va a ver a su novio –contestó la chica de cabello pajizo–. Es un joven que trabaja como paramédico en el Hospital Universitario, por eso es que ella sale a toda prisa al acabar las clases pues debe llegar al hospital antes de que acabe el horario de descanso de ese chico.

– ¿Qué dices, Leyna? ¿Marie Schneider tiene novio? –las interrumpió entonces uno de los dos muchachos que había visto a Marie con ojos de enamorado–. ¿Cuándo demonios sucedió eso?

– Estaba a punto de preguntar lo mismo –coincidió una asombrada Jennell.

– Uy, Gilbert, andas atrasado en noticias, Marie lleva viendo a este paramédico desde hace bastante tiempo –explicó Leyna, la chica del cabello rubio pajizo–. ¿Cómo es que no te habías enterado?

– Yo sí sabía que estaba viendo a alguien mayor que ella pero no pensé que la cosa llegaría tan lejos –comentó Jennell, enroscándose en el dedo un mechón de pelo rojo–. Creí que no pasaría de un enamoramiento pasajero.

– ¡No puede ser! –exclamó el acongojado Gilbert–. ¡Llevo más de medio año buscando la manera de declarármele!

– ¿Y por qué tardaste tanto en hacerlo? –preguntó Jennell–. Ahora has perdido tu oportunidad por lerdo.

– No me tardé por gusto ni porque fuera lento, sino porque Marie es la hermana menor del Káiser de Alemania –replicó Gilbert–. Sí saben eso, ¿no?

– ¿Cómo no lo vamos a saber? ¡Si nos morimos de ganas de que nos presente a su hermano! Pero esa envidiosa quiere reservarlo sólo para él, con los deseos que tenemos de que se convierta en nuestra cuñada –señaló Leyna, con picardía.

– Por favor, si ese tipo de hombres sólo salen con modelos o actrices, chicas guapas de verdad, no mujeres estándar –se burló Gilbert, lo que ocasionó que las jóvenes lo golpearan con sus libros–. ¡Auch! ¡Era broma lo de las mujeres estándar, pero sí es verdad que los futbolistas sólo buscan mujeres famosas!

In This Together [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora