Capítulo II

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"Apoyo"

El sol comenzaba a esconderse y el jóven jefe ya había concluido con sus tareas pendientes. Al fin tendría tiempo a solas con su amado Leone. Buscó un cambio de ropa en uno de sus roperos de oficina y se quitó su costoso traje para vestir de una forma más cómoda. Tomó una playera de botones blanca y una bermuda color café claro, usando también un par de sandalias del mismo color. Soltó su cabello, deshaciendo su complicada trenza, quitando sus broches dorados. Una vez cerrada su oficina, el jóven pelinegro trazó su camino hacia la hermosa playa de Nápoles. Estaba emocionado, quería volver a probar esos dulces labios pintados de un hermoso color lavanda.

Al llegar al lugar acordado, se percató que el albino aún no se encontraba ahí, al observar su reloj se dió cuenta de que había llegado media hora antes de la hora acordada. Dió un suspiro suave y se sentó en la orilla de la playa, sintiendo la refrescante brisa en su cabello y mirando las hermosas olas en el agua. Sentir todo eso le ocasionaba nostalgia, recordando fragmentos del pasado. Aquellos momentos donde él y su padre llegaban de una larga jornada de trabajo exhaustos, a las orillas de la playa para sentarse a observar el bello atardecer, o cuando simplemente ambos jugaban con el oleaje de las olas cuando tenían algo de tiempo libre.

El corazón del jovén de ojos azules se sentía adolorido, extrañaba a su padre más que nada en el mundo. Un par de lágrimas corrieron en sus mejillas mientras observaba el oleaje del mar. Quería al menos pasar una tarde más con su padre y recordarle una vez más cuanto lo amaba y cuánto agradecía todo lo que había hecho por él. Sollozaba en silencio aquel dolor que había estado reprimiendo por mucho tiempo, hasta que sintió una presencia a su lado. Cuando abrió los ojos, se percató de que Leone se encontraba a su lado, observándolo con una mirada de tristeza y confusión.

- ¡A-Abbacchio! - exclamó el pelinegro sorprendido al ver al de ojos ámbar a su lado - Pense que...

Bruno no pudo terminar su oración, ya que al sentir esos fuertes brazos abrazando su cuerpo, ocasionaron que callara de golpe. El albino empezó a acariciar su hermoso cabello negro mientras besaba su coronilla, lo que provocó que el menor comenzara a temblar. Comenzó a morder su labio inferior para evitar quebrarse en lágrimas frente a su amado, no quería que se sintiera triste por el, mucho menos quería preocuparlo.

- Buccellati, perdón por hacerte esperar tanto... No era mi intención hacerte llorar - dijo el albino suavemente.

¿Llorar? ¿Acaso...?

Buccellati de forma lenta colocó uno de sus dedos sobre sus mejillas, sintiendo humedad. El... No sé había percatado de ello - E-Estoy bien, Leone... - respondió el pelinegro con la voz quebrada. Tratando de calmar al contrario.

El mayor alejó un poco al menor, el pelinegro bajó la mirada mientras sentía la mirada del preocupado albino sobre el.

- Bruno, mírame - dijo Leone con suavidad.

El menor se resistía a mirarlo, las lágrimas aún bajaban por sus mejillas y su labio comenzaba a sangrar por la presión ejercida. El albino lo tomó de la barbilla y lentamente levantó su mirada. El pelinegro abrió lentamente los ojos para toparse con la preocupada mirada del contrario. Los labios del menor temblaban, había sido descubierto por la persona que menos quería que lo viera llorar, sentía un leve temor. Por otro lado, el mayor se sentía terrible, ¿Cómo era posible que el amor de su vida se encontrará llorando frente a sus ojos? No entendía que pasaba, en cierto punto se sentía culpable de esa situación. Pero tenía que ayudarlo, tenía que demostrarle que a pesar de todo, el siempre estaría a su lado.

{ Deep Blues } (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora