SP © | CAPÍTULO 6

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Puertas Cerradas
Por: Caterina Russo

Mirando atentamente la pantalla de mi computador, intenté descubrir de qué manera me hacían sentir todas aquellas noticias internacionales en las que mi apellido era el centro de atención, otro día más en el que sentía vergüenza. Secciones de negocios, revistas empresariales, la prensa amarillista donde en más de una palabra nos arrastraban por el suelo por el comportamiento tan inhumano de Diego Russo. Había una pregunta, o tal vez más de una, que habían incluido en su columna bien escrita y que de seguro se quedaría grabada en mi conciencia por el resto de mi vida.

"¿Serán todos los Russo de aquella manera? Dicen que de tal palo, tal astilla. Así que, ¿por qué nuevos comercios deberían confiar en Alexander Russo? El hijo pródigo de la familia, donde antes tenía un futuro seguro en la hotelería y ahora quiere ser panadero." Leí en voz alta sin siquiera esforzarme por ocultar aquel tono tan sarcástico con el que salieron las palabras.

—Astrid Palmer se puede meter todas sus malas intenciones por el culo. —murmuré, malhumorada. —Como es posible que la prensa sea tan... —

—Deberías dejar de mirar esas noticias, no resolverás nada arrugando la nariz de esa manera y mucho menos insultando a Astrid Palmer... quien al parecer se ha vuelto nuestro dolor de cabeza últimamente. —

Separando la mirada de aquella sección del periódico electrónico, no dude en mirar a mi madre. Tomaba un sorbo de su café caliente y relamía sus labios con tranquilidad, dejando la taza sobre la superficie con la delicadeza que siempre la caracterizó. La vi verter mermelada en una de las tostadas calientes y ofreciéndomela en un platillo, alzó las cejas esperando por una respuesta.

—Se que no ha sido sencillo... pero es justo lo que quieren, buscar personas que como tú... los lean diariamente. Piénsalo. —explicó con suavidad ante mi silencio.

—Me molesta que hablen tan mal de Alex... él sólo está tratando de hacer las cosas bien. —

—Si, y por eso mismo estoy segura de que se salta esas secciones del periódico todas las mañanas. —apretando los labios en una débil mueca, sonrió con suavidad y luego suspiró. —Tú hermano ha... adquirido mucha paciencia con el tiempo. Eres muy sobre protectora con él, dale espacio, sabrá cómo apañárselas... ahora tiene una familia. —

Mordisquee la tostada, dándole la razón en silencio, volviendo a fijarme en el titular de la noticia que con grandes y chillonas letras ennegrecidas se podía leer "No querrás apellidarte Russo". Cerré la pantalla de la MacBook Air y terminando de darle un último mordisco al pan en mi mano, me puse de pie comenzando a recoger mis pertenencias.

—De acuerdo, iré a la oficina... tengo mucho trabajo atrasado. —informé, cerrando la mochila, colgándola en mi hombro así como el bolso, para entonces sostener el termo de mi café. —Por favor, mamá, necesito que intentes no embriagarte hoy. Sería de gran ayuda... Winston regresará en un par de horas y subirá para saber de ti. Cualquier cosa puedes llamar a mi celular. —

Acercándome hasta dar un beso sobre su mejilla, noté como en el reflejo de sus ojos había una gran muestra de arrepentimiento por lo sucedido en la fiesta. Luego de haber desaparecido junto con ella, al día siguiente Alex había llamado preocupado, pidiendo explicaciones, y por su actitud nerviosa, llena de miedo y terror, tuve que volverle a mentir a la única persona que en estos momentos estaba segura nos podía ayudar. Ni siquiera sabía con exactitud si estaba haciendo lo correcto o no.

—Si... yo estaré aquí... prepararé la cena. —informó, devolviéndome el beso para luego sonreírme con tristeza.

—Me parece excelente. —asentí, frotando su brazo para entonces comenzar a caminar hacia la salida, sosteniendo las llaves de mi auto.

SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2 - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora