Capítulo 12

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La primera lagrima se me escapó y tuve que cerrar mi mente para tomar a la niña en brazos y huir de aquel lugar. Las bombas no cesaron mientras trataba de buscar algún otro refugio, ni los disparos por parte de los cazadores se quedaron atrás. El tiempo se convirtió mi enemigo, tanto así que me encontré en una situación delicada cuando no hubo salida alguna entre este laberinto de destrucción.

— ¡Rodéenla! —Jadeé y miré al cazador con desprecio.

— Tengo miedo. —Murmuró la pequeña y la aferre más a mí.

Un pequeño recuerdo cruzó por mi mente y esta realizó dos opciones: bajar a la niña para protegerla, pero a su vez dejarla vulnerable o mantener a la niña en brazos y dar mi vida por protegerla.

¿A qué le tienes miedo Rose?

— ¿Es necesario responder? —Zeus se colocó detrás de mí y me empujó tan fuerte que caí al suelo.

Es necesario todo, Rose. Tener en mente que nada es fácil, es la principal arma que te puede mantener con vida. Por ello... —Zeus se acuclilló ante mí— debes tener presente tus miedos y tomar la decisión correcta para estar en paz.

Cerré los ojos y maldecí entre dientes. Dos vestías, tres híbridos vestidos de humanos. Un total de cinco personas que analizaba cada pequeño movimiento que detectaban en mí y en la pequeña.

— Maten a la mujer y lleven a la niña a la base. —El primer hombre nos dio media espalda— No tarden.

El tiempo paso lentamente cuando aquel sujeto nos dio por completo la espalda. Mi respiración fue pesada y mi pulso se descontroló cuando la primera bestia se lanzó sobre nosotras, agarrándome de la pierna y dejándonos a ambas boca abajo. Con mi pierna libre golpeé en aquella áspera sonrisa y aproveché su queja para darle otro golpe, acción que me ayudó a que nos soltara y colocara a la niña detrás de mi mientras la otra bestia ataca del otro costado.

— ¡Tomen a la niña! —Es lo que escuché con una leve desesperación.

Dos ataques a la misma vez, otra bomba cayendo muy cerca de nosotros y la tierra temblando bajo nosotros, fueron los motivos por los que me moví rápidamente y cubrí a la niña con mi cuerpo. No sentí los golpes que continuaron, pero si sentí el miedo ante un frio y oscuro recuerdo de mi nacimiento. Un recuerdo en el que nacer y crecer en un laboratorio lleno de científicos, marcó crudamente mi infancia.

Ella se llama Rose, igual que tu Roseanne.

Eso hasta que cumplí los seis años y por primera vez pude ver y sentir aquel regalo que los sacerdotes-magos de Dohir nos dieron hace algunas décadas.

— ¡¿Rose?!

La primera cálida sonrisa la obtuve de mi abuela y el abrazo más sincero de mi madre. Dos cosas que me dejaron atónita ante el valor de vida que cargaba conmigo y las dificultades que he tenido para mantenerme con vida y no destruir ese ambiente familiar que hemos construido hasta ahora.

— Llévatelas lejos de aquí.

— Pero...

— No pierdas tiempo y busca a Kook. 

Space (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora