¡¡Hola flores!!!
¡Por fin he vuelto con esta historia!
Seguidme en Insta para saber cuando publico, que de momento será diariamente aunque seguro que algún día me ausento por motivos ajenos a mi propio control
No había nada que quisiera más que marcharme de allí junto a ella, sobre todo después de sentir el roce de esos labios sobre los míos y saber lo que significaba la promesa que en ellos acontecía cuando los probara de nuevo.
Cogí su mano y la entrelacé con la mía regresando de nuevo a la fiesta. El baile aún continuaba y se podían ver algunas parejas en el centro de la pista que se movían al ritmo del vals que sonaba al fondo gracias a la orquesta, pero la gran mayoría de presentes se encontraban conversando en voz baja y precisamente sería lo que deberíamos hacer durante las próximas horas antes de poder finalmente marcharme como buenamente haría ahora.
—Querido, debes saludar a todos los miembros de la cámara —mencionó madre acercándose hasta donde me encontraba en el mismo instante en que había puesto un pie en aquella sala—. Te ausentaste nada más comenzar el baile y pensaron que te habías marchado, ve y cumple con tu deber —añadió reiterando en su rostro aquella desaprobación que casi siempre había tenido o así percibía cada vez que se dirigía hacia mi en aquel tono condescendiente.
Solo faltaba que a su frase añadiera; Adolph no haría tal desfachatez.
«Si ella supiera como era verdaderamente mi hermano nada de esto sucedería» pero con toda probabilidad me llevaría aquel secreto a la tumba, porque entre otras cosas había decidido no causarle más dolor que el de la propia muerte de mi hermano ya hizo en ella.
—Sé cuáles son mis obligaciones, madre —contesté sin evitar que el resentimiento ahondara en mi tono de voz.
—No lo parece por tu actitud. De hecho, deja mucho que desear, si mi Ad...
—Basta. —La voz de mi padre la interrumpió, aunque era obvio lo que iba a decir, incluso parecía que mis pensamientos habían sido un preludio para que precisamente saliera de sus labios y no sabía si me molestaba más el hecho de saberlo o que no se contuviera ni siquiera por el momento o quien pudiera escucharla al punto de tener que intervenir mi propio padre para contenerla—. Aunque tu madre tiene razón, deberías haberles saludado una vez terminado el primer vals como deber del cargo que ostentas.
Sé que tenía razón. Era consciente de que mi padre no hacía más que recordarme uno de mis deberes como futuro heredero a la corona y sencillamente asentí a su reprimenda, aunque en realidad no estaba siendo duro en sus palabras, sino que más bien me decía entre líneas que no perdiera el tiempo y fuera.
Por momentos como ese odiaba ser lo que era. Por situaciones como aquella en las que mi vida social debía primar sobre mis propios sentimientos o emociones era por lo que lo detestaba.
—Querida, ¿Me acompañas? —pregunté tratando de dar la mejor de mis sonrisas y esperando que ella no notase la gran impotencia que sentía en lo más profundo de mi ser.
Si no fuera por ella... si no fuera por esos ojos celestes, sonrisa dulce y carácter travieso, habría mando todo al mismísimo infierno en aquel momento.
—Por supuesto su excelencia —contestó alzando su mano y la acogí en mi brazo como correspondía para acompañarla junto a mi. Si algo tenía presente aquella noche es que no pensaba separarme de ella. Celeste era mi remanso de paz, esa serenidad que me apaciguada y que conseguía ser el claro de luz en medio de la más absoluta ceguedad.
A pesar de que aquellas veladas solían ser aburridas y tediosas, pude comprobar como ella no se lamentaba ni una sola vez mientras guardaba absoluto silencio cuando después de las debidas presentaciones a cada miembro de la cámara, los temas eran referentes únicamente a política interior y ella se limitaba a guardar silencio. Ya debían haber pasado al menos dos horas cuando al fin llegó el último miembro por saludar que fuera relevante en aquella velada y tenía claro que después de hacerlo no diría ni un mísero adiós, porque nada me apetecía más que estar a solas con la preciosidad que me acompañaba.
—Les presento a mi prometida la señorita Abrantes, señor y señora Thaisen —mencioné en cuanto saludé formalmente a ambos como siempre hacía para después realizar las debidas y formales presentaciones.
—Es un placer conocerla al fin señorita Abrantes, es mucho más hermosa en persona que en fotografía —mencionó la señora thaisen que parecía algo emocionada al respecto.
—El placer es mío —contestó una Celeste algo sonrojada como en cada ocasión que le habían realizado un cumplido.
—Bien, todos estamos ansiosos su excelencia, —dijo dirigiendo su mirada hacia mi—. ¿Cuándo será la fecha del enlace? Dijeron que probablemente sería en Octubre, pero a todos nos sorprende que no se haya confirmado nada más habiendo pasado bastante tiempo desde el anuncio del compromiso.
Era la primera vez en toda la velada que alguien se había atrevido a preguntar por la fecha del enlace aunque sabía que la prensa no dejaba de fastidiar con ese tema, era algo que aún no había podido dar libremente porque no sabía como podría reaccionar Celeste, pero la verdad, la infinita verdad de todo aquel asunto es que ya existía una fecha e incluso ya me había atrevido a soñar despierto con el lugar y fantasear con que se hacía realidad. En aquel momento supe que después de aquella confesión que nos habíamos hecho horas antes allí mismo, sabiendo que entre ella y yo existía algo inexplicable, pero sobre todo conociendo como conocía mis propios sentimientos al respecto, supe que si quería que aquello fuera real, tendría que comenzar a serlo.
—La ceremonia se celebrará el veinte de octubre en la capilla real.
Ya está. Lo había dicho y lo más increíble es que en lugar de sentir cierta culpa al respecto solo conseguía tener una especie de felicidad interna al respecto. No pude evitar dirigir la mirada hacia ella para saber qué tipo de reacción había tenido tras pronunciar en voz alta la fecha del que sería nuestro enlace. ¿Estaría enfadada?, ¿Cabreada?, ¿Quizá confusa? Pero en lugar de encontrar seriedad o confusión en su rostro, solo pude atisbar una leve sonrisa proferente de sus labios que me daba la seguridad suficiente para saber que haría todo cuanto me fuera posible para que ese veinte de octubre ella estuviera recorriendo aquel pasillo que la llevaría hasta mi, mientras le decíamos al mundo entero que aquello sí era real.
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El Príncipe Perfecto
RomanceA veces pienso si la felicidad existe, si verdaderamente llegará un día en el que pueda reconocer libremente que no soy feliz... y que estoy a un gran abismo de serlo. Nunca creí que dicha felicidad tendría color y sería precisamente Celeste. Si leí...