Operador

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Steve Rogers sabía que su trabajo no era el mejor.

Él lo odia.

Ser operador, era por poco, estresante.

Todos los días corrías con la suerte de hablar con un tipo de bueno modales o de hablar con un sujeto que tuviera una pésima educación. 

Groserías iban y venían, personas que te preguntaban miles de veces la misma cosa que ya explicaste e incluso, en algunas ocasiones, reclamos que él no podía justificar.

Era sólo un trabajador.

—¿Listo para empezar el día? —Sam, uno de sus mejores amigos, le regalo una sonrisa resignada.

Al menos no era el único que odiaba ese trabajo.

—... Listo.

Respiro profundo y empezó su turno.

Miles de voces invadían sus oídos. Unas más amables que otras.

Repetía lo que, para su desgracia, ya se sabía de memoria.

—No estoy interesado. —Una voz de tintes varoniles y contradictoriamente hermosa, inundó sus sentidos.

—Tal vez deba probar nuestras ofertas y beneficios. —Steve no entendía el por qué quería alargar la plática.

—Mmmmmm tal vez, pero, en serio, no estoy interesado. —Respondió el chico de la otra línea.

Rogers siguió insistiendo, lo cuál era inusual; normalmente siempre trataba de terminar las llamadas lo más rápido posible.

—Le ofreceremos un incremento en...

Un gemido paró lo que estaba diciendo.

Se paralizó ante la respiración pesada que no dejaba de invadir su sentido del oído.

—¡Ah!... Ngh...

Steve se dejó caer en la silla.

Su cuerpo empezó a temblar y una parte de su anatomía empezaba a despertar.

—¿Señor?

—Mmmmm... —Escuchó como su respiración cambiaba de ritmo. Lento, rápido, entre cortada, como un suspiro.

Se estaba masturbando.

Se enderezó con la intención de cortar la llamada, pero algo lo detuvo.

Y no sabía que era.

Sin más, volvió a su asiento y cerro los ojos. Disfrutó de los sonidos obscenos del otro lado de la línea y respiro pesado en cuanto sintió como su pene se endurecía.

Estaba caliente como el demonio.

"Lenguaje" Se reprendió mentalmente.

Los minutos transcurrían más rápido de lo que le gustaría.

Los jadeos no se detenían.

Tocó disimuladamente su miembro sobre la tela y quiso soltar un gruñido.

—Agh... Mmmm... Tu... Tu nombre...

El rubio salió de su ensoñación.

—¿E... Eh?

—Tu nombre... Dí... Dímelo.

El hombre de ojos azules trago saliva y con voz ronca respondió.

—Steve Rogers.

Las respiraciones aumentaron, los jadeos fueron más audibles y los gruñidos bailaban en su mente.

—¡Ah!... ¡Steve...! Ngh...

Dios, iba a matarlo.

Espero un momento en que sólo se escuchaba la alterada respiración del chico.

Steve sentía que los pantalones le quedaban más chicos en cierta zona.

—Debemos vernos. —Dijo en un ataque de valentía— ¿Te parece si nos vemos en algún lugar?

Temió que su respuesta fuera un no o que simplemente colgará.

—Claro... Tú dime cuando. —Escuchó la risa del joven. Era hermosa—. Dame tu número y quedamos de acuerdo.

Sin más, los dos intercambiaron información.

—¿Cuál es tu nombre?

—Anthony Stark... Pero tú puedes decirme Tony.

Si, el puritano Steve Rogers quería coger a un completo desconocido.

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora