Punto de Partida (Tomando la Posta)

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Este dibujo en el piso es para mí. Me lo dediqué a mí misma.

Fuí hija única durante casi 7 años.Eran los 80s, hogar progre, por lo que la tele se prendía poco. Generalmente a la noche, horario de programas políticos; Tiempo Nuevo, Hora Clave, Tato -si era domingo-. Con tal poca oferta audiovisual, eran Elsa Bornemann, MaríaElena Walsh y Gustavo Roldán quienes me entretenían con sus palabras hiladas. 

Cuando me cansaba de leer, inventaba historias y las representaba sentada en el piso. Servían los playmobyls -el juguete más capitalista que tuve-, unos lápices de colores (el amarillo y el verde juntos, el azul con el rojo eran otra pareja posible) o sinó unos tornillos y fusibles que mi viejo, -electrotécnico egresado; actual empleado administrativo en una empresa de construcción- reservaba en un cenicero de cerámica blanco con arabescos azules. Todo elemento servía para crear. 

 Y eran horas que pasaba así, inventando, leyendo u observando las fotos de suricatas, tigres, zorros y focas bebé en los fascículos coleccionables de la National Geographic que nunca se encuadernaron. 

En cada imagen que evoco, de fondo está el piso cerámico. Era de un color rosa, poco homogéneo, como en degradé. Un degradé que se repetía de mosaico en mosaico,  esmaltado brillante y con relieve, como si lo hubieran calado de a poquito.

Hoy, a los 40 años y 2 meses me doy cuenta que el dibujo en el piso de mi nueva casa, es para mí.

Ya no es por la niña que iba a ser nuestra hija, si decidíamos, los dos, ser padres. Si coincidíamos en el tiempo.

Digo, porque la idea la insertaste y abonaste hasta que prendió en mi mente. La elaboré, me cuestioné; si era mandato, si se trataba del romanticismo lógico del primer año de relación ó el golpeteo del segundero del reloj biológico; si era reivindicar la idea de maternidad que me dejó mi vieja; chequeé y rechequeé conmigo hasta que descubrí que también era mi deseo. Quizás fue justo cuando dejó de ser el tuyo.

En el medio construí mi casa. El primer paso fue decidir la distribución de los ambientes y su funcionalidad.

Al principio decía: living y comedor abiertos y conectados, la cocina y un baño en la planta baja. En la planta alta, otro baño (sin bidet, no había espacio), un livingcito donde esté la TV, mi dormitorio y otro cuarto... que será un estudio u otro dormitorio, nono,  es un estudio. Después quizás sea otro dormitorio. En caso que alguien venga invitado y se quiera quedar a dormir, agregaba. Como si el decidir en ese momento la función del ambiente manifestara la idea que elaboraba en mi razonamiento caótico, pleno de contradicciones y refutes. O lo quemara y frustara esa idea tan vulnerable y poco definida que rebotaba en mi interior.

Mientras avanzaba la obra, con la ubicación de los ambientes ya dispuesta, y determinada la ubicación de las aberturas; se acercaba el momento de definir los pisos.

En el hall de entrada, hice colocar la cerámica para ubicar los calcáreos. No podía ser muy extenso ese espacio, son carísimos. Los elegí con un nivel de análisis cuasi quirúrgico; pretendiendo hallar el equilibrio para que captara la atención, fuera armónico y que no agotara verlo cada vez que entrara a mi casa.

Porque el piso tenía que tener un dibujo cálido, lindo; que invitara a mirarlo, sentarse, y jugar. Porque el piso de diferentes gamas de rosa, en degradé, esmaltado brillante y con relieve calado de escamas aún lo tengo presente. 

Y sí, confieso; imaginé una nena en ese piso. Hasta soñé con la escena. 

Después me enteré que ya no compartías el deseo. Más precisamente, nunca lo compartimos. Se trató más de un deseo testigo; como si hubieras empezado a correr con él, me lo pasaste, y te quedaste en el camino. Un relevo en el portador del deseo.

Ahora estoy yo, en mi casa. En la planta alta con el dormitorio y el livingcito donde está la tele, el baño sin bidet  y ese cuarto que aún no tiene definición, en la planta baja; la cocina, el otro baño,  el comedor y el living conectados, y el hall de entrada, con el dibujo formado por los calcáreos.

Ese dibujo hoy lo siento para mí, que me lo dediqué a mi yo futuro. A mi niña interior que juega en el piso, que disfruta de crear historias sentada ahí mismo.

Allí mismo donde estoy ahora, resignificando el deseo.

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⏰ Last updated: Aug 19, 2019 ⏰

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CalcáreoWhere stories live. Discover now