Capítulo 4 (1/3)

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Harry respiró aliviado cuando por fin sus pies tocaron el suelo de su habitación. Se dirigió a la puerta arrastrando los pies para inspeccionarla. Tenía cerradura pero la llave se había perdido.
— ¡Collins! —No hubo respuesta.
Su sirviente no estaba en el catre que había colocado en el vestidor. La envidia le roía por dentro. Como sospechaba, el machote estaría probablemente en algún cómodo rincón de la hacienda de Horan retozando con Betty, la doncella de _____. De la misma forma en la que a él le gustaría estar retozando con _____.
Empujó una cómoda sólida hacia la puerta. Eso le serviría como solución hasta que apareciera la llave. Luego se quitó de la cintura la sábana de _____ y la metió en el fondo del armario. Collins podría devolvérsela a Betty por la mañana y así todo volvería a estar bien.
Esperó. Vaya pesadilla. El corazón dejó de latirle cuando vio que Felicity tenía las cortinas cogidas con la mano. Si Charlotte no la hubiera detenido...
¡Por todos los demonios! Si Felicity hubiera abierto las cortinas, la mitad de los burgueses se habrían dado el gustazo de ver al Conde de Westbrooke desnudo y enrollado en las sábanas de la hermana del duque de Alvord. La historia se habría expandido como lo hizo el gran incendio de Londres, y el escándalo... ¡Por Dios! El escándalo habría sido monumental. La hostia de monumental. Le habrían estado dando vueltas todo el año. Y al siguiente también. Y la reputación de ______... bueno, _____ no tendría ninguna reputación, a no ser que...

Inspeccionó la cama en busca de doncellas descarriadas, apagó la vela y se metió en la cama. Estaba durmiendo sonoramente antes de tener que salir huyendo por el pórtico. Estaba en mitad de un bonito sueño. Cerró los ojos.¡Caray!
Los abrió rápidamente y se quedó mirando al dosel.
Podía ver el cuerpo desnudo de ______ con la misma claridad que si la tuviera delante de él; la elegante definición de su espalda, la generosa curvatura de sus glúteos, sus piernas largas, sus pechos dulces, el resplandor de su pálida piel a la luz del fuego.
Tenía la parte más caprichosa de su cuerpo dura como las piedras. Formaba una espléndida tienda de campaña con las mantas. Pero pon a una mujer en sus sábanas y la muy condenada se volverá tan flácida como una col recién guisada.
Su tímido y pequeño órgano no podría actuar en presencia de compañía.
Hubo un tiempo en el que era capaz de... bueno, no una, sino dos veces. La tercera era la que le causaba algún problema.
Una vez fue con unos amigos al Gaitero Bailarín. Apenas tenía diecisiete años. Era su primera visita a un burdel. Sus otras dos incursiones en los placeres de Venus habían sido con Nan, una risueña y facilona campesina.
MacDuff le había presentado a Fleur. Tenía el cabello negro como el azabache, unos ojos azules que asombraban y una negrura exuberante. Fue cautivadora, seductora, misteriosa; todo lo que Nan no había sido. Se sintió muy halagado cuando ella accedió a subir a la habitación con él.
Se llevó las manos a los ojos.
Qué ******* había sido, pero en aquel momento no pensaba con la cabeza.
Ella gemía y se retorcía más de lo que Nan jamás había hecho. Se sentía extremadamente engreído en todos los sentidos. Cuando se metió entre sus piernas se sintió el mejor amante de toda Inglaterra.
Se frotó los ojos con la base de las manos, pero no pudo borrar los recuerdos. Lo veía tan claro como si hubiese ocurrido ayer.
Ella chillaba, al parecer abrumada por la necesidad:
— ¡Dios, échamelo ya!
Se quedó dubitativo. Uno no sentía tanto deseo sexual como para hacer semejante locura. Había algo que parecía no ir bien.
Algo no iba bien.
La puerta se abrió de golpe y MacDuff y los demás chicos entraron deprisa y riendo. Fleur también reía mientras dejaba caer las piernas y se cogía de los costados. Había sido una buena broma.
A él no le había hecho mucha gracia. Salió de la cama de un salto, se enredó con las sábanas y cayó justo a los pies de MacDuff.
—Fleur, nena —dijo MacDuff—, parece ser que te hemos sacado de encima a un hombrecillo.
—Ya le digo, y se lo agradezco, milord. Por su altura pensaría que porta una gran espada, pero como ahora veis, tan sólo porta un pequeño puñal.
Harry estaba boca arriba, con las sábanas enredadas en los pies y su pequeño «puñal» al descubierto para regocijo de la multitud congregada. El que lo cubriera con las manos no hacía sino añadir más hilaridad. Apretó con fuerza la boca. Aquello había ocurrido hacía más de una década y aún seguía persiguiéndole. No había sido capaz de tener éxito al estar con una mujer desde entonces.
Se puso de lado y golpeó con fuerza la inocente almohada.
Era un hombre inteligente. Tendría que ser capaz de dejar aquel estúpido incidente en el pasado, que es donde tenía que estar.
Una parte específica de él se negaba a atender a razones.
Puto e inútil aparato. Era un arma de tortura, eso es lo que era. Le había obligado a rendir culto en el altar de Onán demasiadas veces como para llevar la cuenta.
Harry resopló. Si le hubieran descubierto en la cama de _____, lady Beatrice le habría castrado en el acto con el mango de sus anteojos.
Se puso boca arriba de un impulso y se quedó mirando nuevamente al dosel de la cama. ¿En qué estaría pensado ______ ahora? Seguramente había esperado que le propusiera matrimonio.
Al menos parecía que todo el alboroto ocurrido en su habitación le había aclarado las cosas. Se había contenido más cuando todos se marcharon. ¡Gracias a Dios! ¿Qué es lo que habría hecho si le hubiera tocado?
Él sabía bien lo que le hubiera gustado haber hecho. Llevarla derechita hasta la cama.
Con sólo pensar en ello, su ridícula cosita se levantó. Miró con el ceño fruncido al artífice de su desdicha. La muy bribona no tenía vergüenza. Nadie que le estuviera viendo ahora podría pensar que no era capaz de cumplir con sus obligaciones de alcoba.
Iba a tener que controlar la situación con sus propias manos, literalmente, si quería dormir algo.
Sin embargo, nunca habría pensado que _____ fuera tan apasionada. Se había comportado como una mujer atrevida y al mismo tiempo de manera tan dulce. ¡Dios! Cómo deseaba ser un hombre normal...

El Conde Desnudo - Harry Styles -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora