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— ¡Un ladrón! — exclamó el desconocido alejándose de él. — ¡Guard-

Se detuvo en lo que iba a decir y se quedó serio, mirando al suelo con una expresión apenada.

— Si te sirve de consuelo, no soy un ladrón. Soy aprendiz de herrero. — aclaró Chris al ver la reacción del chico.

— ¿Qué haría un aprendiz en este sitio? — cuestionó el moreno acercándose a él con desconfianza.

— ¿Qué haría un nene rico en este sitio? — Christopher le devolvió la pregunta.

— ¡Eh! No te atrevas a replicarme, soy hijo del Padre Yang, puedo denunciar que trataste de hacerme algo.

— Oh, sí, ya, "este joven es culpable de blasfemia y agresión a un inocente cristiano, en el nombre de Dios, ¡que le corten la cabeza!" — dictó el rubio en tono burlón.

— ¿En el nombre de Dios? Já. Dios sólo es la excusa que usan para matar.

Christopher miró al desconocido y una sonrisa se formó en su rostro.

— Oye, no eres tan tonto como pareces.

— Creo que soy más listo que tú.

— ¿Por qué? ¿Porque vas a la escuela?

— Precisamente.

Chris subió los hombros y se levantó del suelo para coger su lanza recién hecha.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó el de cabellos negros sin moverse aún del sitio.

— Mi padre me iba a dar una charla sobre la religión y paso. — se acercó a él hasta quedar justo enfrente. — ¿Y tú?

— No quiero ir a misa. — explicó mientras daba unos pasos atrás, ya que le incomodaba la cercanía del otro.

— Pero bueno, efectivamente, eres listo.

— Cállate. ¿Cuál es tu nombre? — preguntó el casi-clérigo tratando de recuperar la compostura.

— Christopher Bang de Dongjak-Gu. ¿Y usted, señor noble?

— Soy Yang Jeongin. — respondió el moreno para luego suspirar. — De Gwanak-Gu.

— Anda, si nuestros distritos son vecinos y todo. — El rubio rió y tomó con descaro la mano ajena para hacer un apretón exagerado. — Pues nada, bienvenido a Dongjak, es donde te encuentras ahora.

— ¡¿He cruzado la frontera de mi distrito?!

— ¿Acaso no lo sabías?

— ¡¿Cómo quieres que lo sepa?!

— Yo que sé.

— No esperaba llegar tan lejos.

Christopher le miró incrédulo y sonrió insinuante.

— No me digas que te has fugado.

Yang le dedicó una mirada asesina pero en pocos segundos volvió a su expresión indiferente y asintió. Chris soltó una carcajada bastante sonora y le dio unas palmaditas en el hombro.

— Ah, verás cuando Diosito y el clero se enteren, te van a cortar la cabeza, niñato.

— Vuelves a llamarme niñato y acabo con tu vida, no en el nombre de Dios, sino en el mío. — amenazó el chico con una expresión que más que miedo, le causó gracia a Chris.

— Venga, acaba con mi vida, niñato. — Alargó un poco la última palabra.

Jeongin inmediatamente se abalanzó a él pero el rubio fácilmente tomó sus brazos, le dió la vuelta y lo hizo caer boca abajo, causando un impacto que hizo que al otro le doliese todo el cuerpo.

— ¡Ay, ay, ay, quita, que duele! — exclamó Yang moviéndose como podía, aunque era difícil con el mayor sentado sobre su espalda.

— Bonita forma de asesinarme, sí.

— Quita de encima.

— No voy a quitarme hasta que lo pidas como es debido.

Yang suspiró y se golpeó mentalmente por habérsele ocurrido siquiera salir de casa.

— ¿Podrías soltarme? — preguntó el moreno sin mirarle.

— Las palabras mágicas.

Jeongin bufó y frunció el ceño.

— Por favor. — dictó en un tono monótono y tedioso.

Chris se quitó de encima y le ayudó a levantarse. Se puso bien las mangas de su camiseta y le sacudió un poco la camisa al otro.

— ¿Quieres cambiarte? Tengo ropa más cómoda ahí.

— No voy a vestir ropa de... ugh... un plebeyo. — afirmó con cierto tono de asco.

— Ah, bueno, haberme dicho antes que no te gusto. La verdad es un alivio, no tendré que hacer comida para ambos. — caminó un poco y señaló una zona entre las montañas. — Por ahí se va a tu distrito. Vete ya o te asesinaré para usar tu ropa y tus joyas para ganar algo de dinero en el pueblo.

Chris le sonrió y volvió a la cueva para preparar las cosas de la caza. Yang bufó, se vió ganado por su orgullo y caminó hacia donde el otro le decía, no sin antes tomar el resto de su ropa.

Un par de horas después, ya anochecido, Chris volvía orgulloso con un ciervo en sus hombros al valle, pensando en si pescar algún pez o algo para acompañar. Divisó al chico a lo lejos y sonrió. Sabía que Yang se había perdido y que si lo dejaba solo no iba a acabar bien, ya que al parecer no había comido en un día entero y estaba también algo deshidratado. Dejó rápidamente al animal en su pequeño campamento y fue a buscar al chico. Una vez lo avistó de nuevo, le arrojó la lanza, haciendo que ésta cayese justo al lado de su objetivo. Yang se sobresaltó y miró a su alrededor asustado, pues ya llevaba bastante tiempo acobardado. Frunció el ceño al ver el rostro del rubio, con esa sonrisa orgullosa que tanto asco le daba. No sabía qué era peor, si seguir solo, aterrorizado y con frío y hambre, o verle a él.

Para la sorpresa de los dos, Yang corrió hacia él y se le tiró encima en una especie de abrazo, por lo que ambos cayeron al suelo, aunque esta vez el impacto lo recibió Chris.

— Siento haber sido un maleducado. Necesito que me lleves contigo... p-por favor. — pidió el moreno en voz baja, bastante avergonzado. — No soy capaz de seguir solo. Me aseguraré de pagarte por tus servicios en cuanto me sea posible.

— Deja de ser tan formal y tan idiota.

Chris se removió para quitarse al menor de encima y ponerse de pie. Le ayudó a levantarse y comenzó a caminar en silencio.

— Sé que estás conmigo por mi fortuna y mi clase social.

— El dinero y los títulos son para los perdedores que no quieren afrontar lo que es la vida real.

— ¿Olvidas que hablas con el hijo de un clérigo?

— Lo digo porque estoy hablando con el hijo de un clérigo.

Yang se contuvo las ganas de darle una paliza al rubio y bufó.

— Eres detestable. — comentó el de cabellos negros.

killing in the name of god. chanin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora