Nuestros cuerpos estaban pegados como si fueran uno, estábamos en mi habitación, en mi cama, mi cuerpo sobre el suyo, totalmente desnudos, ya no hacíamos nada, después de un buen maratón de sexo, solo aspirábamos el olor del otro.
Mis ojos estaban cerrados, su mano acariciaba mi pelo y la otra mi espalda, yo dibujaba pequeños círculos imaginarios en su duro pecho, estoy segura de que parecíamos una típica pareja en plan romance.
Sabía que esto no estaba bien, sabía que debía parar aquello o luego saldría lastimada, pero no quería, no podía alejarme de él, ni siquiera era capaz de levantarme de su cuerpo.
Estaba segura de algo, lo que me pasaba con Edward Andrade no era normal, no era cualquier cosa, es que de tantos hombres que habían pretendido algo conmigo, ninguno, por más guapo que fuera, no lograban nada, y es que en mis intereses no estaba meterme con nadie, sonaré loca tal vez, pero es la verdad, yo no quería nada con nadie, ni citas, ni una relación y mucho menos pensaba en sexo, soy una aburrida, lo sé, soy rara, eso tambien lo sé, ¿quien en su sano juicio pasa tanto tiempo sin tocar a alguien en plan sexual?, el punto es que con Edward, en tan solo poco más de un mes, ha podido romper muchas de las barreras que había construido, y no podía permitir que continuara haciéndolo, pero tampoco podía dejar de estar con él, de esto último estaba segura.
- Ya te puedes ir- ordené y me levanté quedando parada frente a la cama.
- ¿Que? ¿De verdad?- estaba confundido, se veía adorable.
- Claro, recuerda querido- me volteé en busca de algo para cubrirme- esto es solo sexo- caminé como toda una diva hasta llegar a donde estaban algunas toallas dobladas y tomé una para luego cubrirme.
- Analía, no soy un prostituto- se quejó, su comentario me causó risa.
¡Me sentía feliz!
Hasta que recordé un pequeño detalle que no dudé en sacar a la luz.
- Estoy segura de que la señorita Betty te recibirá con los brazos abiertos, así que puedes ir con ella.
Una sonora carcajada por parte de Edward consiguió enojarme, ya sabía yo que la noche no podía ser tan perfecta.
- ¿Estás celosa?- preguntó abrazándome por detrás, ni siquiera sentí cuando se levantó de la cama y se acercó a mí.
- Claro que no- No me molesté en apartarlo de mí.
- Si lo estás y no tienes porque estarlo, Betty y yo solo somos amigos- su voz ronca en mi oído solo me hacía estremecer, me sentía débil, en el buen sentido.
- No me importa, esa mujer y tú pueden hacer con sus vidas lo que quieran.
- No mi dama de hierro, yo solo quiero hacer de mi vida lo que quiera, pero contigo.
Un gemido salió de mis labios cuando su boca tomó mi oreja, y su mano quitò la pequeña toalla que me cubría.
- Hoy estabas con ella- mi voz salía como un susurro.
Su mano bajó a mi vagina y de inmediato separé mis piernas, un dedo entró en mí haciéndome jadear.
-No estaba con ella, cuando te fuiste, le ordené ir a trabajar y un rato después me fui a tu oficina- susurró él, lo escuché pero mi atención no estaba en eso, estaba en los dedos que entraban y salían de mí.
Terminamos en la cama, yo estaba recostada, mis piernas abiertas, sus dedos dentro de mí, salían y entraban a una velocidad increíble, mis gemidos eran fuertes y aunque trataba de controlarlos ,no lo conseguía.
Una vez aquellos magníficos dedos habían terminado su trabajo, Edward se posicionó entre mis piernas, sus ojos se conectaron con los míos, una sonrisa hermosa se dibujó en su rostro y aunque no era mi intención, una sonrisa también estaba dibujada en mi cara y entonces, se hundió en mí, gemí, sus estocadas eran lentas pero placenteras, luego se hicieron más rápidas, yo gemía, él gruñía, era perfecto.
Sentí un hormigueo y una presión en mi abdomen bajo, acompañado de una explosión de placer que me hicieron llegar al orgasmo, grité, grité porque no podía guardar todo lo que aquello me había hecho sentir por cuarta vez en la noche, al notar lo apresurado que Edward sacó su duro y debo admitir que grande miembro de mi interior me obligué a mirar hacía abajo para verlo explotar en mi abdomen, tenía todo el ombligo cubierto de aquella sustancia, el gruñido varonil de Edward fue lo último que se escuchó en la habitación.
- No te muevas- ordenó Edward con la voz ronca.
Lo observé bajar de la cama y caminar hasta entrar al baño para luego salir con un poco de papel higiénico.
Me limpió y luego dejó un beso en mis labios, se acostó a mi lado y así nos mantuvimos en silencio por un rato hasta que recordé algo.
- ¿cómo es eso de que fuiste a mi oficina?- pregunté sin mirarlo.
- Si, fui y tú secretaria me informó de que estabas con un tal Señor Gonzàles.
- ¿por que nadie me avisó?
- le dije a la señorita que no lo hiciera, no quería interrumpir tú velada con el señor ese.
- ¿Está celoso señor Andrade?- le pregunté mientras me subía a horcajadas sobre él, debo mencionar que yo no estaba en mis cinco sentidos.
- Si, estoy celoso señorita Renaldi- respondió totalmente serio y eso de su parte me sorprendió, él siempre es tan alegre.
- No tiene derecho alguno- le dije y parece que mi respuesta lo sorprendió, bajé de él y me dirigí al baño y antes de cerrar la puerta le dije- ya es tarde, dormirás en mi casa.
- Me encanta esa idea- respondió sentándose en la cama.
- Si, en la habitación de huéspedes- y sin más cerré la puerta y me dispuse a darme una larga ducha.
Creo que mi noche fue perfecta, solo falta esperar el golpe de realidad, espero que dure mucho en llegar, mientras, disfrutaré de ese hombre que me trae babeando, aunque si me lo preguntan lo negaré hasta la muerte.
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Hola hermosuras❤️❤️❤️
Disfruten del cap.
Amo a la señorita Renaldi😌 debía decirlo.
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El regreso del amor
Teen FictionPoderosa, imparable, admirable, inteligente, fría, dueña de las más grandes fábricas de chocolate del mundo y sobre todo hermosa, eso y más es Analía Renaldi. Una chica con una infancia poco agradable, de escasos recursos, pero eso no impidió que A...