-Narrado en tercera persona-
Acababa de sonar el timbre del centro 'Costa Azul' para dar el aviso de que la comida ya estaba lista para ser servida cuando Leonardo se dirigía a su despacho para sentarse en su cómodo sillón y tomarse al fin su café bien cargado de azúcar cuando una voz que se le hizo lo suficientemente familiar le detuvo:
-Señor Leonardo, le informo de que recibirá una llamada en los próximos diez minutos en su despacho, lamento no haberla podido aplazar más tiempo pero esta señorita lleva llamando cada día a la misma hora desde hace semanas.
-Vamos a ver, ¿Yo para que narices te pago? Si es que no sirves ni para los recados, vaya secretaria me he buscado. La próxima vez que llame alguien dile que si es tan importante venga a hablarlo conmigo cara a cara ¿De acuerdo? -Respondió con autoridad.
-Está bien señor, pero haga el favor de tomarse una tila que está usted muy nervioso. -La secretaria se alejó molesta por el tono del director.
A Leonardo no le importaba en absoluto con que tono hablaba a los demás, sabia que tenía el poder en Costa Azul. Al único que le tenía algo de respeto y porque llevaba su sangre era a su hijo, el profesor de educación física y monitor de algunos deportes del centro, Iker, que ya llevaba muchos años trabajando para él. Allí todo giraba en torno a ellos dos y por supuesto, nada de lo que dijesen se podría rebatir.
Cuando entró al despacho estaba todo tan ordenado como siempre, Leonardo sabía perfectamente que la única secretaria capaz de aguantar sus berrinches y hacer bien su trabajo era Rosa.
Se sentó en el confortable sillón a esperar aquella llamada mientras echaba dos sobres de azúcar en su café, cuando el teléfono comenzó a sonar. Después de varios suspiros y un largo trago al café, descolgó.
-Centro Costa Azul, dígame. - Dijo con tono despreocupado.
-Buenas tardes, encantada de saludarle al fin, ¿Es usted el director?
-El mismo. ¿Qué puedo hacer por usted? -El hombre suavizó sus palabras al escuchar aquella voz tan jovial y distinguida, se acostumbraba a recibir llamadas de cuarentonas histéricas exigiendo que se admitiera a sus hijos de mala manera o reclamando becas inexistentes.
-Sé que debe ser una persona muy ocupada, pero me gustaría hablarle de mi hermano Ewan, esta es su única posibilidad y entiendo que las plazas sean tan limitadas en un centro de esta categoría, pero tiene que ayudarme, se lo ruego. -La joven habló con tono humilde pero muy segura de sus palabras. -Estoy dispuesta a pagar los diez mil por el año de régimen completo.
-No puedo confirmarle la plaza con seguridad, pero dígame su nombre. -Respondió con pasotismo.
-Soy Danae, déjeme al menos ir a hablar con usted para explicarle mi situación. -Pudo notarse la desesperación en su voz, estaba claro que se trataba de un motivo de peso.
-Está bien, pero venga hoy, de lo contrario podría estar dejando pasar una maravillosa plaza. -Leonardo sonrió sin darse cuenta de que nadie le estaba viendo. Sabía perfectamente que él decidía quien entraba y quien no, quería hacerse de rogar, pero no podía descartar darle la plaza al hermano de aquella chica tan interesante. A pesar de sacarle unos años, ¿A quien no le atraería aquella delicadeza? Poca gente tan joven como ella era tan educada y humilde.
-Estaré allí en treinta minutos, muchas gracias.
Danae colgó rápidamente el teléfono y fue hacia el salón, donde le esperaba su hermano con el mando de la play en la mano, quien diría que fuesen hermanos, mientras ella era responsable y ambiciosa, él era descuidado y despreocupado.
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Buenas Obras
Teen FictionLa vida de Pablo había sido siempre un camino de rosas a pesar de no haber salido del armario, pero de repente todo se revolucionó. Yael y Pablo tuvieron un deslíz en los baños del centro, algo totalmente prohibido. Como castigo Pablo deberá ayudar...