Una invitada sorpresa (9 de enero)

61 19 73
                                    

Me encantó ver a Santiago

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me encantó ver a Santiago. Estaba relajado, sonriente, como si al fin celebrara una libertad merecida y necesaria. Me alegro de veras por él, se ha ganado con creces todo lo bueno que está por venir. La fiesta de jubilación fue divertida y agradable, y además comimos como vikingos. Su esposa, Mariola, no dejaba de ponerme comida en el plato. Por más que yo dijera que ya estaba lleno, la mujer seguía sirviendo brochetas de pollo, ensaladilla o patatas como si no hubiera un mañana. Según ella, un cuerpo como el mío no se mantiene del aire, así que, mientras reía, asumí una jornada de sobrealimentación.

Qué preciosa estaba Laura... Llevaba un vestido rojo que desencajó más de una mandíbula —sobre todo la mía—. Mariola se pasó la velada señalando lo elegante que era, e incluso me pasó una servilleta por la barbilla como si secara una baba invisible, burlándose claramente de mí. A saber qué cara de tonto consagrado debo estar exponiendo para que esa mujer, a la que apenas he visto un par de veces en toda mi vida, haya apreciado lo que pasa. En privado me recomendó no ser tan «buenecito». Al parecer, mi supuesta «bondad» me sitúa como un personaje débil, aburrido. Y como a estas alturas no creo que pueda convertirme en un tipo malo, creo que debo empezar a asimilar que Laura no está a mi alcance.

Aun así, una fuerza descomunal me impulsa a continuar golpeándome la cabeza contra el muro que tengo enfrente. No es fácil tomar una determinación cuando, en pleno bullicio musical y cervecil, ella, la mujer inalcanzable que acabará quebrándome el pecho, me acaricia el muslo y me da un beso en el hombro antes de irse a bailar con otros cuya sincronía corporal no los deja en ridículo —como le ocurre a servidor—.

Estoy convencido de que Laura es un ser semidivino. Asegura no tener coordinación para la danza, pero lo cierto es que a mí me resulta grandiosa. Se mueve con tal armonía que el mundo se paraliza bajo sus pies. Sé que me somete a hechizos irresistibles donde veo al resto como parte de un decorado indefinido, siendo ella el Astro Rey en pleno sistema solar, la Mona Lisa en el Louvre, o un lirio gigante en medio del Himalaya.

Me ofrecí a llevarla de vuelta a casa y tuvimos que parar a mitad de camino, justo en una vía de frenado de emergencia. Apenas puedo usar el cerebro cuando se propone derretirme, de veras que lo intento, pero es una tarea inútil. En cuanto tiró de mi chaqueta y me obligó a ir al asiento trasero del coche, supe que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de mantenerla a mi lado. Cada centímetro de su cuerpo encarna un misterio que necesito descifrar, y sé que cualquier esfuerzo por fijar mis obsesiones en otro punto acabará siendo en vano.

El sexo ese día fue distinto, más tierno que otras veces. En sus ojos comprobé que todo cuanto necesita es confianza. No se fía de mí, no por ser concretamente yo, sino por pertenecer al género masculino. Lejos de ofenderme, lo comprendo. Debe estar más que harta de acosadores y romeos plastas.

A pesar de contemplarla en su desnudez, curvilínea y sedosa, me concentré en su cara y le aparté el cabello para poder verla mejor. Durante unos segundos percibí su verdadera esencia, la dulce versión que esconde por temor a que alguien la fracture. Pero como si de un cervatillo asustado se tratara, en cuanto me acerco más de la cuenta, huye despavorida dejándome de nuevo solo en el bosque.

Esa noche tuve una de mis pesadillas habituales. No es de extrañar dadas las locuras que últimamente ando viviendo, como la relación tan hiriente que tengo con mi madre, algo que sé que va para largo. Por si haber roto con Rita no fuera suficiente para señalarme como ese golfo insensible, ahora tengo que encargarme de poner orden en la vida de mi hermano. Pero ¿qué coño quiere que haga? ¿Que lo secuestre y lo someta a torturas para lavarle el cerebro y que vuelva con Enma? En cuanto contesto que esas cosas no están bajo mi control, me espeta: «¿Qué aprendiste entonces en la Academia?»

Al parecer soy un policía competente sólo cuando a ella le parece. Además, ¿qué tendrá que ver? Ni que fuera psiquiatra o consejero matrimonial. No dirijo mi propia vida y espera que resuelva los problemas amorosos de otro...

Mi hermana celebrará su boda en las próximas semanas, cosa que tampoco ayuda a que nuestra querida y positiva madre se serene. Por lo visto también soy un egoísta por no estar ayudando con los preparativos.

Estoy pensando seriamente cambiarme el apellido.

La cuestión es que se suponía que asistiría al enlace acompañado de Rita, y, claro, mi madre insiste en que vayamos juntos escudándose en el hecho de no entorpecer el arduo trabajo que está haciendo la versión más desesperante de mi hermana. En otro momento de mi vida habría aceptado, total no sería más que sentarnos juntos a comer en una mesa con mis hermanos y cuñados. Sin embargo, me negué categóricamente. Y no lo hice por mi ego, sino para que mi madre comprenda de una vez por todas que esa relación está acabada.

Tras varios minutos de disputa incomprensible, decidió aceptar mi decisión y propuso situar a Rita en otra mesa. No me apetece ver a mi ex, pero no voy a decirle a mi hermana a quién debe invitar a su boda, así que de pronto solté: «¿Y si me apetece llevar a otra persona conmigo?»

Mi madre hizo una pausa y entonces agregó: «No te preocupes, tu amigo Fermín ya está invitado».

No soporto que se adelante a lo que tengo en mente, de manera que, en un arrebato de rebeldía, expuse la posibilidad de ir acompañado de una chica. Y mi madre colgó.

Intuyo que esperaba que ingresara de forma voluntaria en un monasterio o que renegara de los placeres carnales sólo porque ella no está satisfecha con mis decisiones, pero aun así no esperaba que cortara la conversación. La imaginaba más bien soltando una acalorada reprimenda. En lugar de eso, transmitió el mensaje a mi hermana y, bueno, ahora tengo que llevar a alguien conmigo, sea quien sea.

Yo sólo quiero una vida tranquila. ¿Es mucho pedir?

*Imagen de Free-Photos (Pixabay)

Siento ser sólo JorgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora