Capítulo XXV

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Un dolor en su vientre hizo que se inclinara hacia adelante y dejará salir un fuerte grito de sus labios.

Nerviosa, Erika le tomó el rostro buscando su mirada y al ver sus lágrimas se preocupó todavía más.

─ ¿Qué sucede?, ¿Qué te duele?

─Mi bebé – Fue todo lo que pudo decir antes que un quejido de dolor saliera de sus labios, cerró los ojos al sentir ese dolor punzante en su vientre.

Erika se levantó del sofá y corrió hacia la puerta, salió al pasillo y fue hacia la puerta del vecino de Melody. El pequeño chico de tan solo 18 años, la ayudó a llevar a su amiga hacia su auto y luego al hospital.

Cuando llegaron al hospital un grupo de tres enfermeras corrieron hacia ellas al ver su estado y la ayudaron para ponerla en una silla de ruedas, para poder trasladarla hacia el área de emergencias donde tiempo después llegó la doctora que llevaba el control de su embarazo.

Le hicieron las revisiones pertinentes y luego de darle unos medicamentos para calmar el dolor, le informaron a Erika y al joven que ella estaba descansando, y que el bebé se encontraba estable, sin embargo era necesario ver su evolución por lo que esa noche se quedaban bajo observación. Todo había sido una falsa alarma.

Erika respiro aliviada y con una sonrisa le agradeció al chico por haberlas ayudado, y luego de despedirse siguió a la doctora hasta la habitación donde su amiga descansaba plácidamente. Prometiéndose internamente, no volver a preguntar por el padre del bebé.

Tres días después.

Los hombres gritaban y silbaban cuando el número de La Diosa llegó a su final. Esos tipos estaban encantados de verla moverse a lo largo del escenario y casi juraría que algunos estarían excitados, ella había bailado especialmente provocativa esa noche, desde su vestuario hasta la canción que habían elegido todo gritaba sensualidad, era como si ella quisiera dejar algo en claro a alguno de los presentes pero ¿a quién?

De pronto un hombre sentado casi al final se levantó y caminó hacia el área de los camerinos, pero fue detenido por unos guardias de seguridad que no le permitieron ingresar al área haciendo que tuviera que regresar a su asiento. Él observaba hacia el pasillo de los camerinos, mismos por los que se había perdido La Diosa.

De pronto ella sintió unas inmensas ganas de vomitar la pasta que había cenado antes de empezar su turno, apresurada y agradeciendo que algunos clientes abandonaron el lugar luego del acto, corrió hacia el baño de mujeres y dejándose caer en uno de los cubículos dejó salir todo lo que había en su sistema. Su cabello fue retirado de su cuerpo por unas manos delgadas que lo sostuvieron hacia atrás, ocasionando que la otra persona descubriera las lágrimas que salía de sus ojos debido a las fuertes arcadas por el vómito.

La persona que sostenía su cabello lo hizo a un lado cuando ella dejo de vomitar, para poder trasladar las manos a sus hombros y darle un pequeño masaje que relajara la tensión en sus músculos.

─ ¿Qué te ocurre Melody? ─ Pregunto la pelinegra.

Ella se sorprendió al escuchar su voz girándose tan rápido que casi se mareo por el movimiento, miro a la pelinegra confirmando que no era Erika, ella pensó que tal vez era su amiga quien había ido en su ayuda.

Alicia la observo en silencio analizando su rostro cubierto de lágrimas y algo pálido, también miro cómo la castaña bajaba la mirada algo ¿avergonzada?, ¿Por qué estaría avergonzada?

─He... Algo de la cena me cayó mal – Dijo sin mirarla.

Alicia la miró sin creer en sus palabras pero no tenía nada que evidenciara lo contrario.

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─ ¿Ahora te encuentras mejor? – Intentó entrar un poco más en la coraza que gracias a Dean, Melody había creado.

─Sí, gracias – Fue todo lo que dijo antes de bajar la palanca y levantarse del suelo.

La pelinegra también se levantó para acompañarla hasta el lavamanos.

─Tranquila, sé que no somos las mejores amigas y probablemente en mucho tiempo no lo seremos ─ Dijo mirándose en el espejo mientras arreglaba su cabello ─. Pero no te deseo mal ni nada de eso, eso es estúpido e inmaduro ─ Se giró hacia ella y Melody la miro ─. Sé que me detestas por mi relación con Dean, pero puedo asegurarte que no lo veo de la forma en que tú lo ves. Él es muy importante para mí, incluso podría decir que es como un hermano.

─Te visitaba en tu camerino.

─Melody, hasta cuando dos hermanos quieren hablar sobre la cena familiar se reúnen en privado para tener paz y tranquilidad, para no ser interrumpidos.

─Yo no creo que ustedes nunca...

─No tengo porqué aclarártelo pero lo haré ─ Suspiro ─. Yo veo a Dean como un hermano, nada más y si tú preocupación es que lo pueda ver de otra forma, pues eso no sucederá.

─ ¿Cómo estás tan segura?

La pelinegra se mantuvo en silencio por unos segundos antes de decir:

─Porque solo hay un hombre en mi corazón ─ Sus ojos se llenaron de lágrimas ─. Y durante años no lo he olvidado ─ Con esas palabras se dio la vuelta y salió de allí, dejándola sola con sus pensamientos.

Julio de 2016.

Tocó a la puerta y espero unos segundos, ¿estaré haciendo bien? Me cuestiono mentalmente mientras espero que abran la puerta. Al no obtener respuesta vuelvo a tocar, ¿será una señal del destino y debo irme? Cuando estoy dispuesta a regresar la puerta se abre mostrando a la enfermera del hospital que me atendió tan amablemente.

─Hola, señora Nurys ─ Le sonreí.

─Bienvenida Melody, te estábamos esperando ─ Dijo mientras se hacía a un lado para dejarme pasar.

Me guío por un pequeño pasillo que daba hacia un salón cuando entramos todas las miradas se posaron sobre nosotras, haciéndome sentir más nerviosa de lo que estaba cuando llegué.

─Ella es Melody Croswell, la chica de las cual les hablé – Informó al grupo de mujeres, eran siete mujeres entre afroamericanas y caucásicas ─. Melody quiere que la ayudemos en esta nueva etapa de su vida, es madre primeriza y al igual que todas aquí presentes, es madre soltera ─ Las mujeres le dedicaron una pequeña sonrisa mientras se acercaban una a una para presentarse y ofrecerle su ayuda en lo que necesitara.

─Muchas gracias ─ Sonrió a todas.

Esa tarde había decidido acudir a ese grupo de mujeres que la señora Nurys le había comentado semanas anteriores, era un grupo de madres solteras que se apoyaban entre sí para cuidar adecuadamente a sus hijos. La de mayor edad era la señora Nurys que tenía un hijo de 20 años, pero había creado ese grupo al ver el desconocimiento de algunas madres solteras como ella respecto a la crianza de sus hijos, estaba allí para ayudar y brindar apoyo.

Algunas de las mujeres que le fueron presentadas ya había traído a sus pequeños al mundo, pero no abandonaban el mismo por la misma convicción de la señora Nurys, ayudar y apoyar. Otras estaban en su situación pero un poco más avanzada. Ella apenas tenías dos meses y medio mientras las otras ya pasaban los siete meses de gestación, dentro de poco tendrían a sus pequeños y necesitarían de cada conocimiento de esas mujeres para cuidar a su pequeño.

Así que allí estaba, en un grupo de ayuda a madres solteras, porque ya se había resignado a no volverlo a ver jamás.

Atenas, Grecia.

Dean Michelakis.

El teléfono no dejaba de sonar y ya estaba a punto de causarle un fuerte dolor de cabeza, más del que ya sentía por todo el alcohol ingerido la noche anterior, con pesar lo tomó entre sus manos y descolgó la llamada.

─ ¿Qué quieres? – Pregunto antes de tomar el vaso de whisky entre sus manos y llevarlo a su boca para beber todo el contenido.

─Que dejes de parecer un imbécil llorón, ¿será que se me cumple el deseo? – Espetó la mujer al otro lado de la línea con evidente molestia.

─No estoy para...

─Cállate y escúchame ─ Ordenó cansada de esa situación ─. ¿Hasta cuándo estarás en la maldita miseria?

─Pensé que no decías groserías.

─Cállate imbécil ─ Apretó los labios al sentir su tono furioso ─. Llevas meses consumiéndote en tu despacho, bebiendo cada botella de licor que se atraviesa por el frente, casi juraría que acabaste con la reserva familiar. A ver dime ¿es eso lo que quieres para ti?, ¿Es así como planeas cuidarla? Porque hombre si es así que bueno que la dejaste, hermanito.

─Ella...

─ ¡Ella está enferma, Dean! – Exclamo al otro lado de la línea la pelinegra.

Su pecho se contrajo al pensarla mal, débil, vulnerable.

─ ¿Qué tiene? – Preguntó con evidente preocupación en su voz.

─No lo sé, hace unas noches la descubrí en el baño del burdel vomitando y no es la primera vez ─ Aclaró.

Suspiro.

─ ¿Y qué puedo hacer yo? – Pregunto dolido ─ ¡Nada! No puedo hacer nada.

─Dean...

─No me vuelvas hablar de ella ─ Colgó la llamada antes de tomar otro trago de whisky.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora