005.PRIMERA PELEA

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Todos los personajes y la historia pertenecen a Kohei Horikoshi y Masashi Kishimoto

—¡Narizotas! —gritó Bakugo, golpeándole con el índice en el estómago. —¡Me has cabreado! Me importaba una mierda este estúpido juego. Pero ahora quiero jugar con la hija del cocinero con la pelota. Así que dame la puta pelota, narizotas. —

—Tienes valor para volver a insultarme medio-metro. —dijo el narizotas. Le dio un empujón a Bakugo, tan fuerte que hizo que se trastabillara y cayera al suelo.

—¡Hijo de perra!—gritó Bakugo desde el suelo entrecerrando sus ojos carmesíes y mirando con furia al crío de 13 años.

—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! —corearon los niños haciendo un círculo quedando Bakugo y el líder en el centro del círculo. —¡Acaba con él, Sanders!—animó uno con gafas a su líder

Cualquier persona que viera de fuera la pelea apostaría por el líder ya que le sacaba más de dos cabezas a Bakugo. Parecía David contra Goliat.

—¡Bakugo, no! —gritó Ayame tratando de acercarse a Bakugo. Pero los amigos de Sanders hiceron tapón y no la dejaron pasar.

—Debiste hacerme caso y jugar a las muñequitas, medio-metro. —dijo Sanders con una sonrisa arrogante.

Bakugo, desde el suelo, zancadilleó a Sanders con una fuerte patada tirándolo al suelo. El joven héroe se levantó del suelo. Ahora las tornas habían cambiado, el que tenía la sonrisa arrogante era Bakugo, y no Sanders.

—Al revés narizotas. Debiste TÚ —puso énfasis señalándole— hacerme caso a MÍ —ahora se señaló a sí mismo —cuando te dije que me diera la PUTA PELOTA.—

—Grrrr. —gruñó Sanders. —¿A qué estáis esperando? ¡Coged al medio-metro! —ordenó el líder desde el suelo.

Tres niños de su grupo reaccionaron a la orden de su líder y dieron un paso hacia delante rodeando a Bakugo. No eran tan altos como Sanders, pero cada uno de ellos le sacaba como mínimo una cabeza al niño de cabello rubio.

—Tsk. —masculló Bakugo.

Era una pelea perdida, no iba a usar su poder contra tres criajos para ganar esa pelea. ¡Qué clase de héroe sería si usara su quirk para abusar de unos niños.

Pero una cosa es no usar su poder, y otra bien distinta era rendirse o escapar. Katsuki Bakugo no es de la clase de personas que se rinden ante la adversidad.

Un niño con gafas se abalanzó sobre él, tratando de agarrar al rubio. Con un movimiento sutil, Bakugo lo esquivó sin ninguna complicación y de paso le dio una patada en la espinilla del chico, haciendo que sollozora por el dolor.

—¡Cuatro-ojos! ¡Cómo sigas jodiéndome te voy a hacer comer las gafas! —anunció Bakugo.

Los otros dos niños no se quedaron quietos y atacaron a la vez. Uno fue como un toro dispuesto a darle un cabezazo, el otro lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas. Bakugo pudo esquivar el cabezazo, pero el puñetazo lo recibió de lleno en la cara.

El golpe fue tan severo que provocó que Bakugo cayera al suelo y quedara aturdido.

—Hostia, me ha dolido el golpe de ese criajo. —pensó Bakugo, algo anonadado. —¿Cómo?—

Al instante, el rubio cayó en la cuenta que ahora tenía el cuerpo de su yo de 5 años. Que apenas superaba el metro de altura y no pesaba ni 20 kilos. El chaval que le había golpeado casi le doblaba en peso.

No tenía mucho tiempo de pensar, ya que veía que el par de matones iban a por él. Se levantó del suelo, y luego con una pirueta que consistía en una doble patada voladora mandó a la lona a los dos críos dejándolos KO.

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—¡Ja! —dijo Bakugo, limpiándose la boca de sangre que le había causado el puñetazo. —¡Eso os enseñará a no meterse con Katsuki Bakugo, mocosos! —

Bakugo no debió confiarse. El niño con gafas, que estaba en el suelo sollozando por la patada en la espinilla, le pilló desprevenido y le inmovilizó, sujetándole por la espalda.

—¿Qué demonios ...? —Bakugo giró la cabeza y vio al cuatro-ojos que le tenia inmovilizado. —¡Cuatro ojos! ¡Más te vale soltarme si no quieres acabar como tus amiguitos!—

—¡Sanders, acaba con él! ¡Yo lo sujeto! —gritó el niño con gafas a su líder.

El líder se acercó lentamente hacia donde estaba el cuatro-ojos y Bakugo.

—Mierda, me había olvidado del narizotas. —murmuró Bakugo, sintiéndose impotente por no poderse zafar del cuatro-ojos.

—¿Ya no te ríes, medio-metro?—preguntó con ironía Sanders.

—Bueno, es que aunque tu nariz sea como la de un payaso, no me haces gracia. —respondió Bakugo.

Sin media palabra, Sanders dio un puñetazo en la boca del estómago a Bakugo, que hizo que se le cortara la respiración. Luego le dio otro, haciéndole vomitar parte del ramen que había comido anteriormente.

Asqueado, el niño con gafas le soltó. Una vez suelto, Bakugo cayó de rodillas y se retorció de dolor. El matón de Sanders no sintió lástima por el rubio, es más, siguió golpeando al rubio, esta vez en la cara con una serie de puñetazos. La paliza siguió un par de minutos, a pesar de los gritos y lloros de Ayame que rogaba que le dejaran en paz. Finalmente, Sanders se cansó y dejó de golpear al ensangrentado Bakugo que yacía en el suelo.

—¡Espero que esto os sirva de lección a todos! —gritó Sanders a la multitud de niños. —¡Nadie se mete conmigo! ¡Queda claro! —

Los niños, asustados asintieron. Luego se quedaron con la boca abierta al ver que Bakugo se levantaba a duras penas. Tenía el rostro deformado por la inflamación que le habían producido los golpes.

—Dame la puta pelota, narizotas... —dijo Bakugo débilmente. Le costaba respirar y se moría de ganas por descansar un rato. Pero no iba a dejar que Sanders se saliese con la suya.

Sanders, loco por la cólera, fue directo a por él para acabar con él. Por suerte para él, el niño con gafas lo detuvo del brazo.

—¡Si sigues golpeándolo, lo matarás! —dijo asustado el niño con gafas.

—¡Suéltame! ¡Si muere será su culpa por desafiarme! —gritó Sanders, cegado por la rabia

—¿Si muero? ¿Habla en serio el narizotas? No voy a dejar que este psicópata me mate, tendré que usar mi poder y asustarlo un poco. —pensó Bakugo.

—¡Mira a tu alrededor! —dijo el niño con gafas a su líder.

Éste le hizo caso y vio como cuchicheaban entre ellos. Era muy probable que alguno se chivara a sus padres y él acabara castigado. No iba a dejar que le castigaran por el medio-metro

—Tienes razón. De todas formas ya me había cansado de jugar. ¡Despertad, dormilones! —le dio una patada a los dos niños que estaban inconscientes por la doble patada voladora de Bakugo. —¡Nos vamos!—

Los cuatro matones se fueron del lugar dejando a Bakugo y al resto de niños. Bakugo viendo que había pasado el peligro se tumbó en el césped y miró al cielo cansado y adolorido por la paliza. Cuando estaba por dormirse, un griterío hizo que se incorporara para ver que había pasado. 

—¡Viva! ¡Por fin alguien le hace frente a Sanders! —dijo una niña cogiendo la pelota. —¡Ha sido impresionante! —

—Ahora podremos jugar sin miedo a cabrearlo . —dijo otro niño.

Bakugo arqueó una ceja confundido. Les superaban claramente en número al cuarteto de matones. ¿Por qué no habían hecho nada antes?

—Tienes que ir al hospital, Bakugo. —dijo preocupada Ayame, ayudando a Bakugo a ponerlo de pie. —Vamos al restaurante de mi padre. Con suerte, el Yondaime sigue ahí y te puede transportar al hospital. —

—Tsk. No necesito ir al hospital. —Ayame ante la terquedad del rubio le tocó con fuerza el estómago haciendo que sintiera un pinchazo de dolor. —¡Ay! ¿Qué crees que estás haciendo, bruta?—

—No me discutas, Bakugo. —dijo Ayame como si fuera su madre cogiéndole de la mano.

Bakugo estaba muy cansado para discutir así que dejó que la chica le llevara de la mano. 

—Eso ha sido lo más valiente que he visto en mi vida.—dijo Ayame orgullosa de su pequeño amigo

—Tsk. No ha sido nada. No iba a dejar que ese matón se saliese con la suya, al fin y al cabo soy un héroe.—dijo Bakugo en tono despreocupado.

—Sí que lo eres. —le dio un beso en la mejilla al rubio. —Eres mi héroe.—

—¿Ein?—bizqueó Bakugo por la rara actitud de la chica.. —Eres muy rara ... —



Katsuki Bakugo en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora