Capítulo 1.
Chesney pensó en su familia. Cuánto más lejos estaba de ellos, más culpable se sentía de haberlos dejado, pero era ley de vida. Está escrito. En el libro del Génesis capítulo 2, verso 24, dice que el hombre dejará a su padre y a su madre para adherirse a su esposa, y los dos llegarán a ser una sola carne. Era un joven de creencias fijas y de metas en la vida. Primero ser alguien y luego buscarse una buena esposa... pero todo empezaba por abandonar su hogar. Aunque era lo más duro. Siempre había tenido los modales y valores inculcados por sus padres; el amor de su madre, la formalidad y destreza de su padre...
Pensaba en ellos y los veía nítidamente. Tan sólo hacía unas horas que había abandonado su pequeño pueblito hacia una nueva vida. Había abandonado el autobús que iba a Kiev una vez en semana, en un trayecto de cuatro horas de duración, y se había montado por primera vez en su vida en un tren.
Durmió incómodamente en el asiento del Royal North European Train y se sintió desganado debido al cansancio. Ojeó sus obras, leyó una de ellas poniéndole melodía mentalmente y se entretuvo imaginándose en un teatro abarrotado en la ciudad de París, rodeado de cientos de personas, todos prestando atención a su música mientras dirigía una orquesta de cincuenta músicos en una de sus sinfonías. Los frenos del tren chirriaron entonces, sacándole de sus ensoñaciones.
Iba solo en ese vagón. Era todo para él. El Royal North European Train contaba con siete vagones, cuatro de primera clase, dos de segunda y el último era para la gente más pobre. Chesney se encontraba en el último, sólo, por mera casualidad no vino nadie más a ese vagón. Eso no le preocupó, al contrario, más espacio para él. Siempre había sido algo claustrofóbico, desde aquélla vez en la que tenía cinco años y cayó dentro de un pozo en el que estuvo horas desamparado y angustiado. No le gustaba demasiado la gente, si iba por las calles de su pequeña aldea, cambiaba de ruta si en lontananza veía que por su mismo camino, a lo lejos, venía gente.
Se levantó, pues, cuando los frenos del tren le sacudieron, y en la parte de atrás, la poca luz que había, comenzó a perder intensidad y a decaer.
Chesney se levantó y se asomó por los enormes ventanales para mirar hacia fuera. Todo oscuro.
Supo distinguir una silueta que pasó a oscuras al otro lado del cristal, a paso lento... Dejando un perturbador sonido, una especie de gemido prolongado y melódico, en tono descendente. Chesney, fiel a sus ideas y a su Dios, al ver aquello, sacó de un maletín de cuero marrón su biblia y la apretó fuertemente contra sí mientras pronunciaba un padrenuestro. Cerró los ojos y el perturbador sonido ahora era ascendente y cada vez más real, más presente... parecido a un silbido de aire a través del hueco de una ventana. La poca luz que había se fue del todo, Chesney seguía rezando, asustado. Sintiendo una fuerte presión en su pecho y un frío sin igual.
De repente, vino la luz en el tren y este, debido a una corriente de fuerte aire, se movió, provocando unos segundos de intermitencias en las luces del bonito tren. Chesney, que estaba arrodillado, se puso en pie cuando vino la luz. Hiperventilaba, respiraba fuerte... "la claustrofobia", pensó.
El tren se puso en marcha y esa noche, pasó rápidamente. Chesney, estuvo toda la noche sin dormir, buscando en su mente quizás, un motivo razonable de lo que había pasado. Cayó rendido de cansancio sin encontrarle la lógica a lo que le había sucedido esa noche.
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El coro de los malditos.
HorrorEn el año 1924, Chesney Gornov, un pianista ucraniano que padece de unas terribles pesadillas, acepta un contrato con la sociedad de autores de Viena. En el camino, será expuesto por sus múltiples pesadillas y se cruzará con varias personas que le c...