19. Promesas

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Los días pasaron y finalmente llegó fin de año. Estaba muy emocionada, era la primera fiesta que asistía sin mis padres y, aunque Ted se hiciera cargo de mí, sabía perfectamente que nos lo pasaríamos todos muy bien.

- ¡Lily Luna Potter! – pude oír la voz de mi hermano mediano gritar desde la planta inferior. - ¡Vamos a llegar tarde si no te espabilas!

Mamá y yo estábamos en el cambiador de mis padres; Ginny estaba dándose los últimos retoques de maquillaje y yo me contemplaba en su gran espejo. 

Llevaba un vestido palabra de honor de color azul marino liso que me llegaba un par de dedos por encima de las rodillas y, encima de este, se le ceñía un tul del mismo color que llegaba hasta las rodillas y me cubría los hombros hasta la mitad de mi brazo. Además, el torso del tul estaba adornado con dibujos de hojas de encaje hasta llegar al cinturón, hecho del mismo material que el vestido de debajo, marcándome la cintura para así dejar volar la falda. Iba calzada con unas bailarinas planas de color plateado, además de llevar un bolso de mano del mismo color. Mamá me había hecho un semirrecogido, dejando mi melena negra con toques pelirrojos ondulada en la espalda, y finalizó el conjunto poniéndome un poco de brillo labial.

- Estás realmente preciosa, cariño – dijo Ginny abrazándome por detrás.

Ella sí que iba hermosa: llevaba un vestido de corte en A que le llegaba hasta el suelo de color gris oscuro con encaje por el torso y mangas que le llegaban hasta su codo. Su preciosa melena rojo fuego estaba recogido igual que el mío e iba a conjunto con el color de labios que se había puesto, rojo intenso.

- Chicas, si no nos vamos ya.... Oh – papá se quedó paralizado al vernos frente el espejo.

- Ya bajamos – Ginny se paró frente Harry chasqueándole los dedos delante de sus ojos haciéndome reír. – Vamos, cariño. 

Cogí la mano que me tendió Ginny y nos fuimos hacia el piso de abajo dejando a Harry con la boca medio abierta en el cambiador. Cuando entramos en el comedor, James, Albus, Ted y Dominique se levantaron de golpe arreglando sus trajes.

- ¡Ya era hora, mujeres! – gritó mi hermano dándonos la espalda. – Oh – todos, incluido Albus, se quedaron con la boca abierta cuando nos vieron.

- ¡Estáis guapísimas! – gritó Dominique acercándose a nosotras para hacernos girar.

- Tú también, prima – llevaba el pelo recogido en un moño despeinado bajo y un vestido azul en mikado largo que le quedaba espectacular.

- Quiero que vigiléis a Lily Luna en todo momento, ¿está claro? – mi padre reapareció en la sala con el ceño un poco fruncido.

- ¿Qué te pasa, papá? – pregunté acercándome a él.

- Tu padre cree que aún eres su pequeña princesa, pero estas creciendo – mi madre cogió la mano de mi padre y se acercaron a mí con una sonrisa tierna.

- ¿Os acordáis cuando nació? – preguntó mi padre acariciando mi mejilla con la mano que tenía libre.

- La primera noche que llegaste a casa, dormimos todos en tu habitación – dijo James con una sonrisa al recodar.

- ¿Te acuerdas? – preguntó mi madre incrédula.

- Recuerdo que papá vino a buscarnos a casa de la abuela y, al llegar al hospital, Albus se echó a llorar diciendo que era muy bonita – James se acercó a mi y me besó la frente. – Recuerdo que esa misma noche me acerqué a ti y te dije que siempre te protegería.

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