Capítulo 16: Causalidad

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«No puedes cambiar todo en una noche, pero una noche puede cambiar todo.» John Updike


—No puedes irte en motocicleta, Matt, es muy peligroso —intenta hacerlo entrar en razón Ken, realmente preocupado por su estado.

—Métete en tus asuntos, Ichijōji, si no quieres que te dé una paliza como a Daisuke —lo amenaza el rubio con la mano izquierda en el costado derecho de su torso. Su estado es más bien lamentable que amenazador, pero de todas formas Ken alza las manos como en acto de rendición y da un paso hacia atrás y la derecha, liberando la puerta de entrada al departamento de la familia de Izzy.

—Eso es —murmura cuando ve el camino despejado. Claramente, lo que no sabe es que ya no tiene en su poder las llaves del vehículo.

—¿A dónde crees que vas? —le cuestiona Sora detrás de él, con las manos en su cintura con actitud decisiva y el rostro duro.

—Al hospital, como me lo ped... —rebusca intensamente en los bolsillos de su chaqueta celeste y pantalón negro, pero no logra hallar la llave de la pequeña motocicleta. —¡Agh! —exclama por tercera vez en menos de una hora, pues no le cuesta mucho adivinar que su novia se las ha robado en algún momento después de la pelea. —Sora, dámelas... —estira la mano, fastidiado —Por favor —agrega, relajando un poco los músculos de su rostro para no parecer tan agresivo con la chica.

—No. Tu taxi acaba de llegar —. Se mete la llave en el bolsillo derecho de la chaqueta del instituto y se acerca a Matt con paso tranquilo. Lo toma de la mano y lo dirige con suavidad hacia la puerta.

—Sora...

—Vamos, Matt. O el taxi se irá —tira un poco de él, obligándolo a avanzar en medio de protestas y bufidos.

• • •

—Resiste —le suplica Cody a su amigo en un murmullo.

Se dirigen en otro taxi al hospital. Davis con dificultades para respirar debido a su tabique quebrado y el rostro completamente hinchado. Cody le sostiene la cabeza con el brazo para que no se le vaya para atrás y le habla para que no se duerma; teme que si el pelirrojo pierde la consciencia por tan solo un instante, no pueda volver a despertarlo.

Después de lo que parece una eternidad, finalmente llegan al centro médico. El pequeño castaño paga al conductor y con gran esfuerzo ayuda a Motomiya a salir del coche y llegar hasta el interior del hospital, donde son recibidos con el bullicio típico de las enfermeras yendo de un lado a otro, las camillas siendo arrastradas y las molestas luces blancas cuyo brillo se intensifica al rebotar en las paredes también blancas inmaculadas de enormes azulejos rectangulares.

Las cejas de Davis se mueven en expresión de dolor. Piensa a quién diablos se le ha ocurrido semejante combinación de rayos láser cegadores en un lugar que debería ser acogedor.

Casi de inmediato, son atendidos por una recepcionista, que le toma los datos al golpeado y les indica que deben aguardar a ser llamados en el pasillo que se halla detrás de ella.

—Muchas gracias —le dice Cody con una pequeña reverencia.

Cuando ayuda a Daisuke a girar para dirigirse al pasillo atestado de infantes gritando y ancianos estornudando, el par ve que la puerta de ingreso se abre y deja paso a una pareja bastante llamativa: una chica alta pelirroja con el cabello corto, y un chico muy delgado, con cabellos de oro y ojos azules, que está doblado sobre sí mismo y camina dolorosamente. Claro, Davis no es capaz de reconocerlos porque tiene la vista nublada y los ojos hinchados.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad I: El Mundo de las TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora