Trampas

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Desde su castillo, Rodio observa con odio cómo Sarah y Hoggle vencen al bufón con trampas.

- ¡¡MALDITA SEAS, SARAH!!

Una voz temerosa y un poco ronca habla desde la puerta.

Es el Señor Higgins, el lacayo de Rodio.

Con aspecto de perro de dibujos animados y la piel de color azul, el viejo Higgins se ha mantenido fiel a la reina desde que llegara y levantara de nuevo la Ciudad de las Máscaras.

La única parte del cuerpo en la que tiene pelo es en un bigote cuyos pelos se organizan como las cuerdas de una fregona.

El resto del cuerpo lo cubre con un uniforme de mayordomo consistente en una chaqueta abotonada o una gabardina cuando sale de la mansión.

No usa zapatos.

- Mi señora...

Furibunda, Rodio se vuelve hacia el lacayo

- ¡¡¡¿QUÉ?!!!

- ¿Deseáis que actúe en consecuencia?

Lo medita unos segundos y recobra la compostura

- No. No vas a ir tú. Voy a ir yo. Y voy a encargarme personalmente de que Sarah no logre atravesar el laberinto con éxito.

- Acordásteis no intervenir en el desarrollo de la historia

- Eso lo acordó David. Yo no prometí nada.

Se vuelve hacia su esfera

- Y él no suele cumplir sus promesas...

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Con ayuda del espejo de Hoggle, Sarah logra vencer al bufón.

- ¡¡SII!!

Aunque según ella los adultos han de ser comedidos en sus emociones, esta vez ha hecho una excepción y salta contenta por su victoria mientras el hombre monta en cólera.

- ¡¡NO PUEDE SER!!

Lanza las cartas por los aires

- ¡¡TIENE QUE HABER ALGÚN ERROR!!

Tira la mesa y la patea con furia, sorprendiendo a los presentes.

- ¡¡ESTABA TODO PREPARADO!! ¡¡NO PODÍA FALLAR NADA!!

Lágrimas de furia descienden por las mejillas del desconocido, que cae de rodillas derrotado.

- Vamos, Sarah. No hay tiempo

Pero Sarah ya está junto al bufón. Molesto, el primer impulso del enano es replicar, pero conociendo a su amiga, no va a servir de nada.

Así que opta por agilizar las cosas.

- Venga, dile que se venga.

Sorprendida, la mujer eleva la cabeza

- ¿Lo dices en serio?

- Siempre hacemos lo que te viene en gana. Sólo me ahorro otra discusión.

Como hiciera antaño, Sarah abraza y besa la mejilla del enano, que echa a temblar recordando la advertencia de Jareth.

- Si, bueno, no hace falta que me beses.

La mujer se vuelve sonriente hacia el hombre.

- ¡Muchas gracias, Hoogle!

- Hazlo antes de que me arrepienta

Sarah se coloca junto al bufón.

- ¿Te gustaría unirte a nosotros?

Receloso, el hombre mira con desconfianza a la mujer.

- ¿Sabes lo peligroso que es lo que acabas de decir?

- ¿Por qué?

Pasando un brazo por detrás de Sarah, se acerca lo suficiente como para no ser escuchados

- NADIE puede escapar de la Reina. El simple hecho de mencionar la idea costó la vida a todos los que estaban aquí conmigo

- ¿Hay más como tú?

El hombre recupera el tono de voz normal.

- Había. Intentaron tramar un plan para huir y la reina los capturó

- ¿Los ejecutó?

- Si. Se los llevó a su castillo. A mi me dejó como esclavo del Laberinto. Me unió a su tierra por siempre.

- ¿Qué hiciste para terminar así?

- No hice reír a la reina.

Sarah sonríe incrédula

- Nací con una desgracia: No tengo sentido del humor.

La mujer ríe sin querer

- Nací en el circo. Yo y los míos viajábamos entre mundos llevando la magia y el misterio a aquellos que nos escuchaban. Pero Rodio los moradores nos secuestraron y entramos a su servicio. Yo trabajaba en los Campos de la Reina. Un día me reclutaron como bufón. No pude hacer reír a su Majestad.

Su mirada acongojada se pierde en el infinito.

- Después de entregarle su última dosis me trajo aquí, junto al resto del circo...

La paciencia de Hoogle se termina. No quiere enfrentarse a la furia de la Reina cuando descubra que están ayudando a uno de sus prisioneros.

Pero Sarah ha reparado en otro detalle más importante

- ¿Qué son las dosis?

- Son las plantas que cultivamos en los Campos de la Reina. Las destilamos y embotellamos en pequeñas ampollas de cristal que siempre lleva consigo

- ¿La Reina está enferma?

- No lo sé. Lo único que debía saber era que había un morador por cada trabajador de los Campos. Si intentabas hacer algo, tú morador asignado te rebajaba el cuello delante de todos.

- ¿Hay muchos moradores?

A estas alturas, la mujer ya ha deducido que los moradores son los hombres de la reina. Algo así como los goblins de Jareth.

- Están por todos lados. Se encargan de vigilar y ejecutar las órdenes de la Reina. No tienen alma. Aquellos que intentan enfrentarse a ellos mueren de forma terrible.

- De modo que ¿no sabes para qué sirve el preparado de la reina?

- Yo sólo sabía que debía destilar las plantas que traían los esclavos de los campos. Debía seguir una lista muy minuciosa al pie de la letra. Si hacia algo indebido mi morador me inmovilizaba y debía rendir cuentas a Rodio.

- Interesante...

- ¡Sarah! ¡Tenemos que irnos!

- ¡Si!

Se incorpora y ofrece la mano al bufón

- ¡¿Vienes?!

Tras vacilar unos instantes, el hombre da la mano a la mujer y se levanta todavía un poco temeroso de todo lo que le rodea.

Sarah tira de él andando en dirección a Hoggle, que espera impaciente con la lona que hace las veces de puerta abierta.

- Por cierto

Vito para en seco, obligando a Sarah a volverse

- Me llamo Vito. Vito, el bufón que nació sin alegría.

Con una amable sonrisa, Sarah corresponde al hombre antes de reanudar la marcha

- Encantada Vito. Yo soy Sarah

Sin mediar más palabra, echan a correr junto con Hoogle hacia la siguiente prueba...

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