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Diez horas de sueño, una infusión y unos cuantos ejercicios de relajación no han servido para quitarme la opresión en el pecho que siento desde la fiesta. Ni para eliminar de mi cabeza la imagen de Jungkook y Ahn besándose. Así que estoy intentando pasar al siguiente plan: asumirlo. Porque una cosa es imaginárselo y otra comprobarlo y, como me temía, no estaba preparada para esto último.

En realidad, es lógico: Ahn es mucho más guapa, más resuelta y decidida que yo. Y, además, está completa: tiene dos piernas y ningún tipo de trauma al respecto. Vamos, que es todo lo opuesto a mí.

Llevo sabiendo desde el accidente que nadie iba a poder sentir nada por mí, y quizá por eso siempre me quedé escondida en casa, intentando soportarme a mí misma y encontrar un motivo para seguir adelante. Convenciéndome de que estaba demasiado rota para poder volver a sentir de nuevo.

Seúl me ha ayudado a ver que sí que puedo volver a ser esa Hye que consideraba perdida, pero a la vez me ha demostrado que es duro. Muy duro. Y que yo estoy demasiado destrozada como para poder soportar todo lo que implica ser ella de nuevo: sentir mi corazón desbocado, las ganas de luchar, el dolor, la decepción.

Así que, aunque sé que la antigua Hye ha ido mostrando poco a poco que sigue ahí, latente en alguna parte de mi cuerpo, la vuelvo a esconder. La Hye a la que le da igual todo, a la que lo único que le ha afectado en la vida es haber perdido una pierna, vuelve a aparecer y yo espero que ella sí que sea lo suficientemente fuerte como para que no duela más. Aunque no está funcionando mucho.

Es domingo y, como no bebí nada en la fiesta, no tengo un dolor de cabeza que pueda mitigar todo lo demás, así que intento mantenerme entretenida haciendo otras cosas. El trabajo de Talento Artístico sigue en mi mesa, recordándome por qué siento que me están estrujando el corazón, así que no lo veo una opción; al menos no para hoy. Quizá mañana o pasado, cuando me olvide de lo que he visto y asuma que mis amigos están saliendo juntos y es algo que está bien y es perfectamente normal, lo completaré por mi cuenta, tirando de recuerdos hasta que no pueda más y me invente el modo en el que los músculos se le contraían a Jungkook en las piernas.

Quizá deba terminar el dibujo si quiero cerrar todo lo que estaba empezando a sentir por Jungkook, pero todavía no me veo capaz. Así que, en su lugar, decido intentar aclarar mi mente escribiendo en el blog. Sé que Sang lo va a leer y quizá no esté preparada para contárselo por teléfono, pero escribir ha sido la única cosa de la terapia que creo que me ha funcionado de verdad, que me ha servido para ser más libre, así que no me parece tan mala idea en este momento.

Pero, por alguna extraña razón, cuando me siento en la cama con la pierna y el muñón estirados (mi prótesis descansando contra la pared) y el ordenador encima de mis muslos, me empiezo a agobiar. Porque mis sábanas siguen oliendo a él y estas paredes me recuerdan a la última vez que estuvo aquí, desnudándose para que yo pudiera dibujarle. Y su recuerdo no me deja centrarme en qué quiero escribir sobre mí, sobre mis sentimientos. Así que, después de un párrafo entero dedicado al aroma que me envuelve cada día al dormir y a su sonrisa, cierro el portátil y me preparo para salir de mi habitación.

Aunque llevo casi dos meses aquí, me doy cuenta al salir de la residencia, con una mochila a mis espaldas, de que no conozco absolutamente nada de Seúl. Mi vida se ha basado en ir de la universidad a la residencia y de ahí a algún sitio de comida rápida, un parque que pilla entre un sitio y otro y el sitio de las malditas fiestas. Así que, al final, acabo acudiendo al único sitio que se me ocurre, rezando porque él decidiera ir de fiesta ayer porque no le tocaba trabajar hoy.

Pero, por supuesto, me equivoco.

Cuando cruzo el umbral y le veo, llevando cafés de una mesa a otra, me planteo darme la vuelta y seguir regodeándome en mi miseria, en mi habitación, con las paredes cada vez haciéndose más pequeñas a mi alrededor. Pero supongo que algo de la antigua Hye vuelve a salir a la luz y me hace avanzar por la sala hasta una mesa para dos que hay al lado de la ventana del local. Finjo que no me he dado cuenta de su presencia mientras saco el ordenador, y rezo porque alguno de los otros camareros sea el encargado de atenderme para que Jungkook ni si quiera sepa que estoy.

The ghost of it - jjk, myg, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora