Volumen III. Capítulo II. Parte IIId

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Ya se me había notificado desde hace varios días de la información sobre la raid, para que preparara a la gente de Cyclocia, a la guardia local y a los cazadores. Últimamente se han visto monstruos más hostiles y de mayor nivel en la región, por el influjo de este evento, así que la caza se ha restringido sólo para aquellos capaces de combatir con los nuevos enemigos.

Hoy ha llegado a mi oficina el plan a seguir y me lo ha traído alguien que no esperaba: Daantje y su caballero, Elewisa. ¿Es raro pensar en el caballero de un caballero? Quizá, pero Elewisa la sigue como una santa, antes que como una elegida. Luego de tomar asiento, he comenzado a analizar el documento.

―¿Entonces permanecerán en Cyclocia? ¿Nos ayudarán a defenderla? ―les pregunto al ver la composición de los equipos.

―Yume ya nos ha explicado nuestro rol, léelo con calma en lo que te entregué ―Daantje me responde―. Aunque, en realidad, sólo estoy aquí para usar mi habilidad final y proteger a los ciudadanos de Cyclocia en el extremo caso que las amenazas traspasen todas las barreras. Lamento mucho el no poder pelear a tu lado, pero no se me ha asignado esa labor.

―Oh, no importa, nos haremos cargo.

―Espero que así sea ―la insoportable de Elewisa alza la voz―. Nuestra divina Daantje no debería de estar protegiendo a simples mobs.

―No te expreses mal del pueblo que estoy gobernando ―respondo sin ocultar para nada mi enojo, las llamas comienzan a recorrer mi cuerpo, aunque las modero para no comenzar un incendio en el edificio.

―Me disculpo por la grosería de mi subordinada ―apunta Daantje inclinando la cabeza, casi al punto de tocar la superficie de la mesa.

―¡Daantje, no debes disculparte con...!

―Silencio, Elewisa ―su superiora la hace callar―. No entiendes la gravedad de lo que dijiste, así que espero reflexiones hasta que lo hagas.

Sin poderse defenderse, Elewisa guarda silencio. Siempre ha sido así, haciendo menos a los débiles y sirviendo sólo como la espada de Daantje, aunque esta última sólo la ve como una compañera de armas y subordinada, pero no como su vasallo. Yo no estaba en ese entonces, pero ambas llegaron a Babel en una época similar, Elewisa primero y, un poco después, Daantje. Desde ese entonces, sólo vela por su seguridad. Aun así, me preocupa en más de una manera por una razón sumamente importante: no es leal por Babel, sino que a Daantje.

―Daantje, te respeto a ti como compañera de armas, ambas tenemos el mismo rango. No haré más ruido de esto, pero espero enseñes a tu gente a moderarse.

―Lo sé, entre ella y Claur he recibido ya varios disgustos.

―Quizá Claur tiene una actitud dispersa e irresponsable, pero no tiene pensamientos tan desgraciados como los que tiene Elewisa.

Al decir esto, veo como la susodicha me voltea a ver con furia, pero no puede decir nada más ya que su amada Daantje se lo ha prohibido.

―Sinceramente, no sé qué decir ―me responde.

Sin poder continuar con la conversación, hago que tome un giro radical:

―Mutina ―llamo y, al instante siguiente, mi subordinada se materializa cerca de la pared.

Ella es una beastkin del tipo camaleón. Su estatura es pequeña, y su rostro recuerda mucho a la raza de dónde viene, sin dejar de recordar al de humano. Quizá lo más característico de ella es su larga lengua que muestra ocasionalmente. Estaba revisando con ella unas situaciones del gobierno antes que Daantje llegará. No le solicité que se fuera o que se ocultara, pero ella simplemente lo hizo de puro nervio.

¿Y qué voy a hacer con tantos seguidores en otro mundo? ― Volumen II en EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora