9. Besos relacionados

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C A P Í T U L O – N U E V E

Nos encontrábamos animando a la rubia en su último partido del ciclo escolar, desde las gradas gritábamos toda clase de cosas para llamar su atención hasta que el entrenador fue a callarnos por estar distrayendo a todas las jugadoras. Fuimos obligadas a sentarnos y animar como la gente normal o nos echarían. Barrí con la mirada todo el lugar en busca Tiago y cuando lo descubrí regresándome la mirada no pude evitar que la emoción se apoderara de mí. Él y yo iríamos a comer algo después del juego, tal y como se lo había prometido.

Entre la gente del lugar también me topé con Leonardo y Chris charlando animadamente, al parecer no le había importado todo lo que publicó sobre Luna, ¿Qué no debía defenderla? O al menos hacerle frente por ella. La miro de reojo y al mismo tiempo ella se gira hacia mí, así que hago lo mismo. Sin decir una palabra lo comprendimos todo, habíamos visto la misma escena de aquellos dos. Y Luna estaba claramente desencajada, se suponía que seguían peleados.

De pronto escuché unas fuertes carcajadas provenientes de la parte de arriba de las gradas, apreté mi mandíbula lo más que soportaba pues ahí estaban; Julia, Jocelyn y la abofeteadora mirándonos con descaro y riendo en voz alta.

– Por favor, parece que les pusieron un amplificador a esas payasas – los ojos en blanco de Ali bastaron para romper la tensión que se había acumulado en mi cuerpo –. Deberían ir a callarlas a ellas también.

– A lo mejor yo puedo ir y darles una bofetada, ¿no, Beli? – dijo la pelirroja.

– Le harías un favor a todos en el partido si con eso logras cerrarles un poco la boca.

– ¿Qué dices? Si le haría un favor a todo el mundo, son insoportables ahora que todos sienten pena por ellas.

– La verdad es que sí, ellas se hacen las santas y las malas del cuento aquí son ustedes, dan ganas de soltarles la golpiza que se merecen.

Aunque intento verlo desde su punto de vista y de alguna manera comprendo el enojo que pueden sentir hacia nosotras, pienso que nada de esto vale la pena. ¿Por qué ha iniciado el conflicto? Por un simple chico. Y cuando ese simple chico me regresa la mirada nuevamente, ésta va acompañada de una sonrisa socarrona que me contagia. Tiago ladea la cabeza y es gesto suficiente para que entienda que es hora de salir de aquí.

– Chicas, debo irme. Me despiden de Miranda y la felicitan por el partido, ¿vale?

– ¿Te vas? ¿A dónde? – me pregunta Ali.

Me encojo de hombros y me marcho con una sonrisa pintada en el rostro. Me dirijo a la salida sin quitarle el ojo de encima a Tiago quien hace lo mismo desde la puerta contraria y ambos nos encontramos en la puerta principal del colegio.

– Ven – me dice en cuanto llega y me extiende su mano. La tomo y me dejo guiar por los pasillos. Observo los carteles pegados en las paredes, las puertas de las aulas, algunas tienen rayones. Observo la ancha espalda de Tiago y nuestras manos entrelazadas, a pesar de no tener idea de hacia dónde nos dirigimos me siento más tranquila que la última vez que estuve en esta situación con él.

Nos adentramos en el laboratorio de química y me suelta para cerrar la puerta detrás de nosotros. Se hace el silencio y aunque me resulta algo extraño, no hago nada por tratar de quebrarlo. Me paseo alrededor de las mesas viendo el material en las pizarras, me detengo para tomar un matraz aforado, no sé por qué siempre ha sido mi favorito, tal vez porque es el único nombre que aprendí.

Siento como Tiago se posiciona detrás de mí y acaricia mi cintura por encima de la camiseta que llevo, con su mano libre toma la mía y me obliga a girarme y verle a los ojos. Intenta sacar conversación que me resulta fácil de seguir si miro a cualquier otro lado. Me acerca más a él y yo llevo mi espalda hacia atrás porque aún llevo el matraz en mis manos. Juguetea con un mechón de mi cabello.

– Quiero ser honesto contigo, Beli. Me gustas, demasiado. Eres una chica bastante linda y estás llena de luz. Espero que algún día me perdones por lo que te hice – susurra.

– Ya te perdoné... – intento explicarle, pero me interrumpe.

– No, sé que sinceramente no lo has hecho y por eso quiero recompensarte.

Acuna mi mejilla y se acerca para rozar ligeramente nuestros labios, el calor que emana de su cuerpo me hace sentir cada vez más cómoda. Es un beso suave, inseguro y lento, pero va tomando ritmo cuando me acerco un poco más a él, se vuelve más fuerte, más intenso, hace que el calor vaya en aumento. Y aunque aún se mantiene un especio entre nosotros, éste se desvanece cuando muerde mi labio inferior. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me dejo llevar.

Tanto, que el matraz se me resbala de las manos y cae al suelo causando tremendo estruendo y quedando en pedazos. Nos separamos debido al susto y nos observamos con los ojos abiertos de par en par, nadie nos vio entrar y nadie nos vio cuando salimos corriendo de ahí, y seguimos corriendo hasta llegar a un local de comida rápida, donde entramos, escogemos una mesa y no es hasta que estamos sentados que estallamos en risas, al principio nerviosas, luego ruidosas y por último un suspiro para calmarnos.

– Creo que iré a pedir algo de comer, regreso en un momento – se levanta y me deja sola. Lo sigo con la mirada preguntándome si debo sacar o no el tema, la duda me carcome. ¿Habrá cambiado a esa chica por mí? Y si lo hizo, ¿quién dice que no me puede hacer lo mismo? No quiero dudar de él, pero me tiene muy confundida ese detalle.

No me gusta ser prejuiciosa o dejarme llevar por rumores, sin embargo, esta vez me tiene en jaque y de pronto me siento mal por esa otra chica. Sí, quizá no soy del todo la mala del cuento porque yo no conocía su relación, pero eso ella no lo sabe.

Resoplo.

Todo esto va a hacer que mi cabeza explote. 

Puta sensación de duda.

Tiago regresa a la mesa con el recibo en mano, ahora debemos esperar a que traigan nuestra orden. Muero de hambre.

Me permití observarle con atención otra vez. Esos pequeños rizos son casi invisibles ahora, pero siguen estando allí. Su nariz recta y algo ancha le dan un aspecto divertido a su cara, sus cejas gruesas enmarcan su mirada, debajo se hacen notar unas ligeras ojeras y su mandíbula cuadrada se tensa incómodamente cuando nota que no he despegado mis ojos de él.

Supongo que observar es algo que me divierte hacer.

– Tiago, hay algo que quiero preguntarte y no sé qué vayas a pensar o cómo vayas a reaccionar, pero en verdad quiero saber, o bueno, si se puede saber porque creo que también me involucra en cierta parte, no sé... – si sigo balbuceando como una loca es muy posible que ya no me diga nada y se vaya. Maldición.

– Calma, Bel. Respira – dice con una pequeña risa –. A ver, ¿cuál es tu pregunta?

¿Preparada? ¿Lista? Al ataque.

– No sé si te hayas enterado, hace algunos días una chica llegó a confrontarme diciendo tantas cosas despectivas que ya no recuerdo bien qué dijo.

– Sí... – vi cómo busco nervioso algo que distrajera un poco mi atención –. Sé que debo hablarte sobre eso, pero vas a pensar que soy un idiota.

Un atento chico llegó con nuestra orden a la mesa, pero por mucha hambre que tuviera no iba a dejar que siguiera ocultándome esto.

– Su nombre es Noelia. 

Una pequeña nota para ti:

Soy un asco de escritora. 

Gracias por seguir leyendo, te amo.

Bais.


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