Capítulo VI - La Barca

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Petra salió de la casa con paso firme y como si su mente fuera un computador, apareció en ella un mapa con tiempos y caminos trazados a las distintas propiedades que todavía conservaba la familia Mars aún después de la crisis del 2008 en la que también ella perdió una gran parte de su herencia en el afán por ayudarles.

Como por arte de magia o en su defecto, inteligencia artificial, resaltó en dicho mapa "La Barca", una acogedora cabaña ubicada cerca de "Swan Lake" a la que dos días antes Jessy, la menor de sus cuñadas decidió ir en compañía de Dru, su novio diez años más viejo que ella, el mismo que descaradamente también coqueteaba con Franca, la hija mayor de Petra.

Y el plan surgió con una rapidez digna de admiración; Petra haría una cacería y la primera carnada para atraer a las presas, sería Jessy.

Enseguida se condujo al auto que Franca había dejado en la entrada de la mansión, un pequeño Seat color negro que sería perfecto para sus propósitos, el cual al encender comenzó a reproducir en la radio una animada canción, " But every touch is ooh la la la, It's true, la la la", en compañía de la que en un volumen bajo inició un viaje que duraría 40 minutos hasta acercarse a unos 500 metros de "La Barca".

Llegada a su destino, recordó con exactitud las dimensiones de la cabaña, su distribución..., la había memorizado en aquéllos primeros años de casada en los que acudía con Marcos, Franca e Ivana a pasar las navidades.

Bajó del auto y como si el sol brillara fluorescente y el clima fuera de un cálido verano, caminó veloz, pero con cautela hacia la cabaña, cargando únicamente las cosas que necesitaría para sus fines.

Una vez ahí, se dirigió a una entrada lateral en la que se ubicaban las llaves del gas, esto con el único propósito de asegurar que estuvieran abiertas..., y lo estaban. Además, apagó la electricidad.

Siguió de largo a la entrada de la cochera con la certeza de que ni Jessy o Dru la habrían cerrado y entonces se introdujo al lugar, fue directamente a la cocina y movió las perillas de la estufa para liberar el gas que ahora le parecía que tenía un delicioso aroma, incluso mejor que el de gardenias y rosas recién cortadas.

Lentamente, en la oscuridad, siguió el camino a la recámara principal que para su buena suerte tenía la puerta entreabierta y de ésta manera podría escuchar todo lo que se dijera en ella. Antes de hacerse notar, sacó un pequeño recipiente con cloroformo y mojó dos puños de algodón que luego guardó en los bolsillos de su chaqueta. También sacó de su mochila un bat de baseball infantil que hacía unos cinco años usaba Alana, su hija menor.

Caminó algunos pasos hacia un clóset que se encontraba en el pasillo y desde ahí golpeó fuertemente la pared logrando que sus víctimas despertaran.

-Dru, ¿escuchaste eso? -dijo Jessy a su novio.

-Habrá caído alguna tabla Jessy, -contestó él un poco sobresaltado-, la lluvia es demasiado fuerte, vuelve a dormir.

-No, hay algo extraño, no sé cómo explicarlo -replicó ella.

-¿Estarás más tranquila si me aseguro? -trató de tranquilizarla.

-Voy contigo.

-De ninguna manera, recuéstate, no tardaré.

Dru intentó prender una lámpara de mesa, pero no funcionó. Encendió la linterna del celular y fue a buscar el interruptor de la luz principal de la recámara, pero tampoco dio resultado.

-Diablos, ésta maldita lluvia debe haber dañado la electricidad, nada funciona, voy a revisar.

-Cariño, ten cuidado.

Dru salió de la recámara en dirección a la puerta lateral y se guiaba con la luz del móvil.

Petra lo siguió con paso discreto y cuando consideró que estaba a una distancia suficiente para que Jessy no escuchara lo que vendría, asestó un duro golpe en la cabeza de aquél pervertido que de inmediato cayó y que antes de perder el conocimiento alcanzó a distinguir su rostro con la luz de un poderoso relámpago.

Luego lo maniató y pegó a su cara uno de los algodones empapados con cloroformo para asegurarse de que no despertaría.

Tomó el móvil de su presa y con la misma linterna se condujo a la recámara donde Jessy esperaba nerviosa.

... Dicen que, de algún modo sobrenatural, el cuerpo percibe cuando hay peligro, y era justamente lo que pasaba con Jessy que apenas vio una luz que se acercaba, comenzó a temblar.

-¿Dru? -preguntó Jessy con tenue voz. ¿Está todo bien?

No recibió respuesta, solo percibió el sonido de la vieja madera de la puerta que se abría un poco más y entonces..., con la leve luminiscencia de lejanos y cómplices relámpagos alcanzó a distinguir una silueta, pero sabía que no era él.

Otro relámpago más y la silueta se encontraba frente a ella como ejerciendo un misterioso poder sobre su cuerpo. Ya no tenía control, estaba paralizada, solo temblaba y no era capaz de emitir una palabra más.

-Querida. -Dijo Petra. No temas, al final de éste alboroto, eres sólo un medio, eres tan insignificante, nunca podrías ser el fin, ni siquiera tratándose de una tragedia; así me gusta, tranquila.

Y sin poder moverse, Jessy sintió como sus manos eran guiadas a su espalda por esa mujer a la que de sobra conocía. Fue maniatada igual que Dru, luego sintió como a su cara se aproximaba un algodón humedecido por una sustancia que ella sabía que en cuestión de minutos le haría perder el conocimiento. Se dejó llevar.

-Lo siento, Petra -alcanzó a murmurar.

Su cuerpo era delgado, pequeño, así que Petra, con la fuerza que le daba el sufrimiento, la cargó sin problema y la arrastró a la entrada de la cabaña. La dejó ahí tirada solo para tener tiempo de acercar el auto en el que la introdujo soltándola con descuido en la cajuela.

Ahí esperó con ella por una media hora más en la que calculó que el gas se habría expandido lo suficiente.

Posteriormente, sacó un encendedor de la guantera y quitó un cubreasientos del auto, lo llevó a la entrada de la cabaña y lo puso donde la lluvia no lo mojara, le prendió fuego y se retiró con rapidez al auto, lo encendió y condujo lo más rápido que pudo.

Por el retrovisor, alcanzó a ver a lo lejos como la tormenta no estropeó sus planes; era su amiga. Un pequeño reflejo de fuego de pronto creció e incluso le iluminó un poco el camino.

-Estúpido, -masculló ella. Si no hubieras sido tan desgraciado y ambicioso. Debiste usar la poca inteligencia que tenías para alejarte de ésta maldita gente. No se supone que murieras.

Dru no tuvo oportunidad. Tal vez su suerte le permitió seguir dormido mientras su cuerpo ardía en llamas.

Eran casi las nueve de la noche y debía tener al menos un objetivo claro al amanecer.

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