Un problema

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Diego esperaba en un café cerca de La Latina. Había quedado con Renato para conversar. Le daba ilusión, hacía tiempo que no lo hacían. Le daba peculiar emoción porque fuera de Pablo, era a la única persona que no tenía que darle muchas razones y podía hablar de manera orgánica. Le vio entrar dos minutos después de la hora acordada.

-Lamento el retraso.

-Na, no pasa nada... Cuanto tiempo -aceptando el abrazo de Renato e invitándolo a sentarse -, espero que no aparezca por aquí a tu sobrino... -bromeó.

-Matías jamás vendría a un sitio como este -admitió sacándose la cazadora y dejándola en su respaldo -, él no come azúcar. Es muy "healty" mi sobrino -aceptando la carta que el camarero les había ofrecido.

-No me lo creo... -poniéndose en su piel por un momento y viendo que no sería agradable -, no. No me lo imagino. ¿Una vida sin pastelillos?

-Mmm -secundó Renato -, o brownies...

-Dios... -dejándose llevar por la dulzura de cada postre -, macarons de chocolate...

-Ah. Una rebanada de chesse cake...

Ambos chicos estaban ya en el cielo de los postres. Saboreando cada uno de aquellos que habían mencionado que llamaron pronto al camarero.

-¿Te parece si compartimos una tarta de chocolate? -preguntó Renato.

-Me encantaría. También media docena de macarons de chocolat y... ¿té? Bien -pero lo pensó un poco mejor - je veux du lait, por favor -haciendo reír a Renato y al camarero que también lo tomó con gracia.

-Parfait -dijo el camarero -, en un momento.

A ninguno pareció importarle todo lo que se habían comido. Habían pasado dos horas completas entre postres, que no sólo fueron los macarons y la tarta de chocolate, tazas de té y charla amena; risas de recuerdos y anécdotas que compartían uno después del otro. Cerca del final, ya estaban hablando de intereses en común.

-Jamas había visto un diseño técnico tan bonito... -admitió Diego mirando la foto de una pieza de Alta Joyería de Chanel; un anillo en forma de camelia con incrustaciones con una enorme joya reluciente como contrapeso; dibujado de la forma más apegada a la realidad y en sistema de perspectiva europeo.

-¿Pero has visto? ¿Sabes cómo se hace esa iluminación en blanco?

Diego miró el dibujo. No usaba mucho el blanco pero podía intentarlo.

-Podemos intentarlo.

Sacó de su bandolera su estuche de lápices: un largo lienzo de cuero hecho rollo, liado con un delgado cordón de cuero. Cogió el boli de tinta negra, sacó una bolsa marrón y trató de imitar el dibujo, dando sombras con un lápiz de color blanco.

-Es... jugar un poco con los tonos. Como ves está hecho en un papel gris. Así que el trabajo es más fácil, sólo das sombra a los bordes con blanco y negro.

-Muy Chanel... -aseguró Renato viendo el dibujo.

-Sí, muy Chanel -rió Diego.

-Yo sigo siendo un desastre con las escuadras; aún me cuesta hacer trazos 'delicados y ligeros' -remarcó con voz pretenciosa que hizo reír a ambos.

-No es fácil. También comencé así, dando trazos decisivos pero... uno va aprendiendo, ten calma.

Cuando salieron del local, el sol desprendía una luz anaranjada intensa, como preludio al atardecer.

-Me ha dado gusto verte. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto dulce, gracias -dijo Renato antes de darle un abrazo a Diego a modo de despedida.

Diez minutos después, Diego entró al metro y se paseó por el andén sin levantar la mirada de su móvil, sin percatarse que al otro lado estaba Pablo, quien no tardó en identificarlo: con su móvil en la mano izquierda del cual no apartaba su vista, un batido en la derecha, sobre la que colgaba su bandolera. Vestido de un peto color marrón, con una correa suelta, y una playera negra. No era más el chico que había conocido y eso le agradaba mucho.

Detrás del caleidoscopio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora