Sentía su cuerpo pesado, como si estuviese relleno con piedras que le impedían levantarse de la cama en la que se encontraba tumbada. El viejo hechicero fue muy claro "Aun no entiendes las señales, no estás preparada", acto seguido, se fue dejándola hecha un mar de lágrimas y ahora que ya habían pasado unas horas, cada célula le pesaba. Malinterpretó los signos y el precio que tuvo que pagar fue caro, no podría viajar al norte con el anciano para continuar su entrenamiento, tendría que esperar hasta que la aurora boreal bajara su intensidad para volver a iniciar todo de nuevo.
Tendida en la cama, mirando una grieta en el techo que le permitía ver las estrellas, se reprochaba el haber permitido que el entusiasmo nublara su intuición, impidiéndole pasar la prueba que necesitaba para continuar la travesía. Si tan sólo no se hubiera fiado de aquel cúmulo de emociones, no habría aniquilado al gato del hechicero a quien tenía que transformar en un león. Se suponía que a penas la aurora boreal destellara en sus tonalidades verdes debía lanzar el rayo hacia el animal, pero su exaltada seguridad la hizo apresurarse y en lugar de convertirlo en un felino más feroz, lo transformó en un montón de cenizas que ahora yacían en un rincón, recordándole su vergonzoso incidente. Sus párpados le pesaban y sólo quería cerrarlos, pero estaba tan cansada que incluso conciliar el sueño le significaba un esfuerzo, para ello tenia que callar a sus pensamientos que constantemente le recordaban que jamás sería una buena bruja y probablemente terminaría sin pena ni gloria en la pira como el resto de sus compañeras, solamente porque uno de sus vecinos iría con el rumor que la habría visto practicando hechicería.
Ahora el hechicero debía estar camino a la montaña y volvería recién a penas empezara la primavera o podría en su búsqueda y pedirle una nueva oportunidad, le demostraría que el error no se volvería a repetir, que estaba perfectamente preparada. Se calzó los zapatos y conjuró al viento para que la llevara hasta donde estaba el anciano. Había una enorme luna llena, su luz inundaba cada rincón del valle, desde arriba todo se veía tan inofensivo, como si una fuerza invisible mantuviera todo en calma.
El viento norte la llevó directo hacia donde estaba el brujo, quien la estaba esperando, sabía que la audacia de la joven hechicera no la haría rendirse. La saludó con un gesto, he hizo tocar una campana e inmediatamente se vio rodeada de siete hechiceros, quienes la apuntaban con sus varitas, todos con sus capas negra. La escena la dejó estupefacta, no sabía que significaba esa sorpresiva reunión, la eliminarían o simplemente le darían un susto. De repente empezaron un cántico, sus voces se fundían en una sola, se elevaban hasta los más alto, como si estuviesen invocando a un ser aún más poderoso. La joven hechicera estaba hipnotizada y su miedo se fue esfumando, seducida por las voces de quienes la rodeaban, entonces el anciano hizo sonar nuevamente la campana y se dirigió a la joven y le preguntó la razón por la que estaba allí. Ella sin dudarlo, aunque su corazón acelerado parecía que brincaría desde su pecho y se saldría por su boca, le dijo que se había equivocado, pero que estaba preparada para continuar, que necesitaba una nueva prueba ahora.
El Silencio se apoderó del lugar, el anciano la miró y le dijo," esta era tu prueba, seguiste tu intuición y fuiste audaz, tú eras el gato que tenía que transformarse en fiera, lo lograste, demostraste que tienes lo necesario para continuar". Entonces las varitas que la apuntaban desprendieron un rayo de luz, creando una enorme burbuja morada, en la que sólo estaban ella y el hechicero. Nunca había estado tan feliz, era la ceremonia de iniciación con la que siempre había soñado. Esa noche era un poco más fuerte, un poco más valiente, el entrenamiento sería largo, pero después de esto, nada la detendría, Georgina, como la bautizaron esa noche, estaba destinada a ser la hechicera más poderosa y reemplazaría al anciano, pero para ello tenía una larga travesía que cumplir a través de los siglos.
The end.
