Nuestro camino hacia las estrellas

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El brillo de la mañana de aquel día era tenue, en el cielo las nubes parecían difuminadas por tonos grisáceos, que tan lejos te encontrabas en aquel instante, que en mi corazón divagaban sentimientos irremediables queriendo volar para volverte a ver.

Cada vez que cerraba los ojos podía verte en mis recuerdos, piezas atesoradas en mi mente que luchaban contra el incesante flujo de tiempo, ¿Hacia cuanto que no nos veíamos? tal vez un año o dos, parecería que fuéramos extraños cuando se cruzaron nuestras miradas una vez más en aquella ciudad que nunca duerme, el iris de color marrón con un tono dulce que te caracterizaba brillaba junto a las luces de aquella noche, que poco a poco se fundían en mi mente, había tal belleza comparada con la que admire el primer día que te vi, recuerdas mi primer palabra, nuestro primer abrazo, nuestro primer encuentro circunstancial, como estaba el clima cuando te dije por primera vez “hola”, dudas que invadían mi mente mientras el segundo en el que pasabas junto a mí se esfumaba con el viento... ¿Aún me recuerdas? Susurré para mí mismo, mientras una lágrima se desvanecía en mi rostro.

A la mañana siguiente me encontraba hundido en un mar de preguntas que me aterrorizaban hasta provocarme una laguna mental, “¿Que había pasado anoche?”, me preguntaba a mí mismo mientras la luz animosa de la mañana se filtraba por mis cortinas de terciopelo rojo, caminaba tambaleante hacia el baño para intentar despejarme la mente con un poco de agua fría, cuando una especie de shock me provoco un dolor insoportable de cabeza. Y de      repente, como si los secretos del mundo fueran revelados ante mí, pude ver con perfecta claridad que todo había sido un sueño, una oleada de tristeza agitaba mi corazón mientras las lágrimas corrían sin razón aparente. Una sombra me observaba desde la puerta.
— ¿Quien está ahí? — espere una respuesta, y tan solo vi como la silueta de “ella” se perdía en el aire
— ¿Alice eres tú? — sollocé entre un mundo real y otro que no existía mientras me desvanecía como si una fuerza me llamara, solo podía sentir su calidez en la luz que me arrullaba entre sus brazos, solo podía cerrar los ojos mientras escuchaba cerca de mi oído “todo va a estar bien” repitiéndolo una y otra vez hasta que perdiera el sentido.

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