¿Nuevo roomie?

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Monica, una joven castaña, se encontraba corriendo de arriba hacia abajo en su hogar, arreglándose apresuradamente. Eran las ocho con cinco minutos y ya iba tarde para su trabajo. La alarma no había sonado y su auto no funcionaba, lo que no auguraba una buena mañana.

Supuestamente, le entregarían su auto hoy.

—Dios, ¿por qué me eliges a mí? ¿No ves que soy tu guerrera más estúpida? —exclamó con frustración al ver su reloj, habían pasado veinte minutos sin que se diera cuenta.

Resignada, decidió tomarse las cosas con calma. No servía de nada frustrarse, pues igual no llegaría rápido, y no importaba la hora, de todos modos le descontarían lo mismo.

Ahora más relajada, salió de su hogar en busca de un taxi, esperando no tardar mucho.

Cinco minutos transcurrieron desde que salió para tomar el taxi, y nada. Podía sentir el estrés en cada parte de su cuerpo. Decidió caminar, tomando otro suspiro y dándose ánimo.

Al pasar por un callejón lleno de contenedores de basura, escuchó un quejido. Automáticamente apretó los ojos y soltó otro suspiro.

—Tenía que hablar, para la otra no me escuches, Dios —murmuró.

Al asomarse a un montón de bolsas de donde provenía el ruido, logró divisar a un hombre pelinegro, indeciso sobre acercarse. Al final, lo hizo, pensando que podría usarlo de pretexto en el trabajo.

Se acercó con lentitud y pudo observar al chico con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados.

—¿Estás bien? —preguntó en un susurro, sobresaltando al chico.

El hombre abrió los ojos, visiblemente desorientado, confundido.

—¿Hola? —insistió Monica.

El hombre la miró con el ceño fruncido. —¿Puedes verme?

—Bueno, si tu plan era jugar a las escondidas, puedo fingir que no te vi —respondió con una pequeña sonrisa que rápidamente se desvaneció—. Pero dudo que el mejor lugar sea la basura.

—No recuerdo cómo llegué aquí —intentó levantarse, pero no pudo y volvió a caer.

Monica lo miró con desconfianza, echándose hacia atrás. —¿Cómo que no lo recuerdas?

—Solo recuerdo que estaba en una fiesta y de pronto sentí un golpe en la cabeza —explicó.

—¿Tu nombre?

—Alexander.

—Si quieres, vamos a la estación de policía, ellos pueden ayudarte.

Alexander sabía que no había nada de él en la policía. —No, no puedo ir ahí.

—Ni modo que quieras que te lleve a mi casa.

Alexander odiaba a los mundanos, pero decidió tragarse el orgullo y pedir ayuda—. Por favor, ayúdame. Soy de Nueva York y no sé cómo llegué aquí, pero no quiero ir a la policía —rogó en un tono amable, aunque su sonrisa parecía más una mueca.

Monica lo miró durante varios minutos. Sabía que no era correcto darle posada a cualquier persona, pero realmente él no le daba mala vibra. Suspiró resignada y decidió acercarse a él, extendiendo su mano.

—Soy Monica, tu nueva salvadora, pero tendrás que contarme de ti en el camino a mi casa. Si no, te llevaré directo a la policía. ¿Aceptas?

Alexander la miró con duda, pero sabía que era su única opción, así que aceptó, tomando su mano—. Acepto.





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Hola!!, y va de nuevo solo para aclarar una pequeña cosita, puede que en los primeros capítulos esté narrado de diferentes formas necesito ver en cual encaja mejor y en cual les gusta más.

Después de dos años vuelvo actualizar, toda la trama fue modificada, decidí continuar con esta historia porque le tengo mucho cariño espero y les guste tanto como a mi, lo quiero.

Recuerden comentar y pasarse por mis otras historias, chao.

• 𝘔𝘪𝘥𝘯𝘪𝘨𝘩𝘵 𝘋𝘰𝘷𝘦 • [ Alec Lightwood ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora