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Siempre, desde que tiene memoria ha estado buscando respuestas claras al porqué de su situación; y aún así seguía sólo encontrando más preguntas.

Para ese entonces, había recién cumplido los veinte años. Veinte años de miseria, viviendo en ese lugar y saliendo únicamente para ver escenarios que según el resto le daría una lección.

—Hey Craig— le llama aquella ahora crecida cría de demonio. Ahora llamada Tweek, un chico que aparentaba aproximadamente unos dieciséis años. 

El chico de cabellos oscuros suspiró, estaba muy molesto con ese rubio. Incluso Pete y Michael lo estaban con él por permitirlo. Dejar a quien terminó llamando Tweek Tweak donde él de verdad había sido un problema reciente.

El blondo se mostraba en extremo agresivo. Y la gran tajada que tenía como herida en el brazo lo demostraba. 

—Cállate. 

La respuesta salió con seria molestia, haciendo que el demonio encarcelado bajase sus orejas cual can regañado. Al mismo tiempo, su cola se movía inquieta como la de un gato.

—Perdóname—susurró distante — A veces mis debilidades son más fuertes que yo.

—¡Y CREES QUE NO LO SÉ!— gritó Tucker, levantándose de manera tan abrupta que hizo sonar la cadena que le encadenaba a aquel sótano de piedra y frío.

El silencio llenó toda el área, sólo siendo las pesadas respiraciones de Tucker audibles. Tweek se achicó en su lugar, cual crío regañado. Pero era cierto, en veces simplemente no se podía controlar.

Y antes de que el de cabellos azabache pudiese decir algo más, la puerta que daba a las escaleras que dirigían al sótano se escuchó abrir de un golpe. Los pasos pesados se escucharon junto al rechinar de las escaleras.

—Padre— Saludó Craig, colocándose de inmediato al frente de el pelirrojo que le miró con superioridad inmediata. 

—Craig— saludó de igual forma. 

Y comenzó a caminar, empujando al más joven al suelo. Cosa que hizo claramente a Tweek reaccionar, gruñendo con gran fuerza. Si algo tenían que reconocer tanto Pete como Michael, es que su cuidador había realizado un gran trabajo criando a ese demonio.

Que era un poco más grande de lo que un demonio común estaría a su temprana edad pero igual imponente fuerza. Y eso era tanto algo de admirar para ellos, como algo por lo que sentir pena. Porque lo hacía el objetivo perfecto para quienes los apresaban.

Por su lado, Craig alzó un poco la mirada, viendo cómo Pete y Michael permanecían en las sombras a excepción de Tweek. Algo no estaba bien.

—Hiciste un gran trabajo con éste, Craig— alagó Thomas, jalando uno de los cuernos aún sin gran filo. 

Craig en cambio no contestó, lo había notado. Su padre no había llegado con Heidi, y tampoco había colocado algún apunte en las hojas que se encontraban como notas fuera de su celda, indicando que aún estaba en observación.

Por lo que, una de dos. Había sido vendida al mejor postor, o simplemente su camino había dado fin en el ciclo de la vida.

Y sintió un golpe en su cabeza. Uno que lo llevó al suelo, hasta caer de rodillas y sentir su frente en el suelo de piedra.

—¿Por qué me dejas hablando solo?, si se puede saber.

—Error mío, padre— dijo firme, pero sintiendo cómo la piel de su frente comenzaba a sangrar por un corte, uno que aumentaba en tamaño conforme lo hacía el de presión.

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