Relajate

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-¡Por favor! ¡N- no pudo seguir resistiendome!
Respiraba agitadamnete, incluso tenía algunos espasmos y se retorcía de placer. De su boca
salían suspiros calientes y gemidos dulces.
-Nadie dijo que tenías que resistirtr- volvió a susurrar en su oído de modo que, Lynn se vino a
todo dar.
-Me doy asco... - se dijo Lynn así mismo en voz baja. Despreciaba que hiciera eso.
Su pantalón estaba mojado en la entrepierna de ese liquido transparente. Albert sacó su mano,
algunas gotas caían al piso.
-Lynn, mírame- ordeno Albert.
Lynn ladeó su cabeza para verlo. Estaba consternado, confundido y ruborizado. Su primo hizo
algo que no era de anticiparse. Se estaba chupando los dedos de su mano con malicia, era
como si ese líquido fuera de lo más delicioso del mundo. Albert cerraba los ojos disfrutando sin
precedentes.
-Sabes muy bien para mi gusto.
-¿Cómo puedes decir eso? ¿Ya lo has hecho con alguien más...?- pregunto vulgar.
Pero antes que hubiera una respuesta, Albert lo puso nuevamente de frente, compartieron
miradas de una intensa excitación. Su primo posó su dedo índice rozando sus labios con un
"Shh" muy marcado.
-Es mejor que no digas nada y solo lo disfrutes, ¿entendido?- átono su calidad de voz.
Lynn asintió, con esa señal dio a entender que lo siguiente sería aún más doloroso y con una
carga profunda de pasión y deseo. Lo azotó al piso, dejando un punzante dolor en sus rodillas,
agachado a gatas. Y desde atrás empezaría...
-Di mi nombre.
-¿Q- qué?- pregunta nervioso.
Con el pantalón por debajo de las rodillas, Albert lo penetra con dos de sus favoritos dedos a
Lynn. Éste gime, era la cosa más rara que había sentido en su vida. Que le metieran, en ese parte
de su cuerpo, en ese espacio, un par de de dedos; era fuera de lo ordinario.
-¡Sácalos!
-Primero di mi nombre.

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