El Problema

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—Entonces—repitió Lauren con una sonrisa de oreja a oreja—¿Estás preparada para dar un nuevo paso en tu maternidad y crear tu "archivo de chantajes"?

—Sí—la castaña respondió—creo que lo estoy.

Por otro lado, quería tener un recuerdo de aquel día, un día en compañía de Lauren, cuando las tres parecían formar una auténtica familia.

—No veo dónde está el problema—aseguró Dinah, la camarera amiga de Camila, mientras le hacía caras graciosas a la niña que tenía en brazos—quiero decir, que ojalá todas tuviéramos que afrontar situaciones así de terribles. Una mujer guapa y rica quiere pasar el tiempo contigo. ¡Qué horror! ¿Por qué no te tiras a la vía del tren para acabar con tanto sufrimiento?

—Muy graciosa.

Camila recogió la ropa limpia de Ángel y la depositó encima del sofá. Dinah había pasado a verla de camino a su turno de mediodía, y no había dejado de hablar de Lauren.

—Vamos, díselo a tu madre—dijo Dinah mirando a la niña con los ojos muy abiertos—Dile que se relaje y se divierta.

—Es muy fácil decirlo—Camila respondió.

Había pasado casi una semana desde el día en que ella y Ángel habían posado en la tienda para su primera fotografía juntas. Y durante ese tiempo Lauren se había convertido en una visitante todavía más habitual de lo que ya era.

Aparecía con una pizza, con un par de películas de vídeo, con comida china...

Camila sacudió la cabeza. No sabía qué iba a ocurrir después, y ése era el problema. Le gustaba saber. Le gustaba conocer los planes, contemplar el suficiente tramo de camino como para no encontrarse con ninguna sorpresa.

Pero, desgraciadamente, con Lauren alrededor había descubierto demasiados baches en la carretera como para poder ver en la lejanía.
Dinah se sentó con cuidado en el otro extremo del sofá y se cruzó de piernas sin dejar de mirar a Ángel.

—No lo entiendo. ¿Qué es lo que tanto te inquieta? ¿Acaso te está molestando esa tipa? —preguntó entornando los ojos, como si de pronto hubiera dado con la clave del asunto—Claro, es eso, ¿verdad? Tú quieres que te deje en paz y ella se niega. ¿Es una acosadora, o algo parecido? Porque si es así...

—¡No! -exclamó Camila con tanta vehemencia que la niña dio un respingo en brazos de Dinah-. No es eso en absoluto. El problema no es que no me guste, sino todo lo contrario. Que me gusta.

—Entonces, te lo vuelvo a repetir. Relájate y disfruta.

—No puedo.

—¿Por qué no?

Para Dinah las cosas eran blancas o negras. Aunque claro, no tenía que preocuparse de un bebé. Pero en cuanto aquel pensamiento se le cruzó por la cabeza, Camila lo rechazó al instante. No era Ángel la que le impedía dejarse llevar por las atenciones de Lauren.

Era una cuestión suya. Camila había confiado en alguien una vez, y él la había dejado sola y embarazada. No era que pensara que Lauren fuera ese tipo de persona, pero tampoco lo hubiera esperado de Shawn.

—Ya sé lo que estás pensando.

—Al parecer, todo el mundo sabe leer de pronto el pensamiento—murmuró Camila exhalando un suspiro.

—¿Cómo dices?

—Nada. Continúa. ¿En qué estoy pensando?

—Estás comparando a Lauren Jauregui con ese inútil, vago, mala persona...—comenzó a decir Dinah antes de tapar las orejas de la niña para que no escuchara el nombre de su padre—con Shawn.

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—No, no la estoy comparando.

—¿No?

—De acuerdo, tal vez. Un poco. Pero es lógico, ¿no?

—Supongo que sí—admitió Dinah recostándose sobre los cojines y mirando a Ángel a los ojos—Pero no todos las personas son como ese tipo. ¿Vas a ingresar en un convento por culpa de un irresponsable?

—No creo que en los conventos acepten madres solteras.

—Pues peor para ellos.

Camila sonrió ante aquella conversación absurda. Siempre había podido contar con Dinah para todo. Era una buena amiga, y comprendía por lo que había tenido que pasar cuando Shawn la abandonó. Pero Dinah procedía de una familia unida y cariñosa. Tenía padres, dos hermanos que se burlaban de ella sin piedad, sobrinas, sobrinos, e ignoraba lo que significaba sentirse completamente sola, no tener a nadie en quien apoyarse cuando te golpeaban las piernas para hacerte caer.

Camila no podía arriesgarse a que volvieran a hacerle tanto daño, porque esta vez afectaría también a Ángel.

Dinah consultó su reloj, suspiró con frustración y depositó a la niña cuidadosamente sobre los cojines del sofá.

—Ya llego tarde. Tengo que irme.

—Saluda a todo el mundo de mi parte.

—Lo haré—aseguró poniéndose en pie y estirándose el uniforme—sabes que estoy de tu lado, ¿verdad?

—Por supuesto que lo sé.

—Bien. Sólo quería asegurarme—bromeó Dinah dirigiéndose hacia la puerta—Por cierto—dijo girándose hacia Camila mientras agarraba el picaporte—si finalmente decides que no quieres tenerla cerca, podrías ponérmela a mí en el camino.

—Lo tendré en cuenta—contestó Camila con una mueca.

Pero cuando Dinah se hubo marchado, se dio cuenta de que la idea de ver a Lauren Jauregui con otra mujer le provocaba un nudo en el estómago.

Y supo entonces que estaba metida en un buen lío.

* * * * *

Lauren salió de casa de sus padres en Beacon Hill y se precipitó hacia la calle. La última luz de la mañana se desparramaba sobre la ciudad como un tímido aviso del calor veraniego que estaba ya a la vuelta de la esquina. Enseguida la ciudad se cocería bajo un manto de humedad, pero mientras tanto una brisa fresca soplaba desde el mar, y ante Lauren se abría un día más que pasar con Camila y la niña.

Entonces escuchó a su espalda cómo se abría la puerta de entrada y se cerraba rápidamente. El ruido de unos tacones golpeando sobre la acera le hizo ver quién la estaba siguiendo antes incluso de darse la vuelta.

—¿Qué ocurre, Taylor ? Tengo prisa.

—Sí, ya me he dado cuenta—respondió su hermana.

Lauren entornó los ojos para protegerse del sol y dejó escapar un suspiro de impaciencia. Había acortado la visita a casa de sus padres por una razón. Y aquella razón lo estaba esperando en un pequeño apartamento al otro lado de la ciudad.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que apenas has estado con la familia desde que llegaste a la ciudad—respondió su hermana ignorando el tono irritado de su voz—te pasas el día con Camila, ¿no es cierto?

—Eso no es asunto tuyo, Taylor—respondió Lauren apoyándose contra el coche que había alquilado unos días atrás.

—La familia es la familia.

—Ya...Quien yo vea o deje de ver es asunto mío.

—Ya lo sé—reconoció Taylor apartándose de la cara el cabello que la brisa le alborotaba—no me malinterpretes. Camila me cae muy bien.

—Entonces, ¿Cuál es el problema?

—Mira, Lauren: Camila es un encanto, ya lo sé —aseguró su hermana metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón vaquero—pero es una madre soltera con muchas cosas a las que enfrentarse en estos momentos.

—¿Y?

—Y tú eres alguien que está de paso en la ciudad.

—No durante las próximas tres semanas.

—¡Ah, bueno! Entonces, todo arreglado.

Lauren estaba comenzando a impacientarse, pero conociendo a su familia sabía que no podría irse de allí hasta que Taylor hubiera soltado todo lo que tenía que decirle.

—Di de una vez lo que has venido a decir, ¿De acuerdo?

—Muy bien. No es justo que le hagas creer a Camila que eres la "Príncesa Azul" o la "Princesa Guerrera", como quieras identificarte, y luego te subas en tu avión y desaparezcas volando por el horizonte.

—¿Y qué se supone que debo hacer?—exclamó Lauren—¿No volver a verla? ¿Mantenerme apartada?

—Si vas a marcharte y dejarla plantada dentro de tres semanas, sí—aseguró Taylor mirándola los ojos.

—¿Y si no la dejo plantada?

Aquellas palabras salieron de su boca antes de que tuviera tiempo de censurarlas. Lauren llevaba mucho tiempo pensando en el momento en que tuviera que dejar a Camila.

Qué diablos, hacía unas semanas no sabía ni que existía, y ahora se levantaba todas las mañanas deseando verla, estar con ella. Quería tocarla. Quería besarla, abrazarla, y pasar la noche con ella. Quería formar parte de aquel pequeño apartamento y sus plantas tropicales. Aquel personal sentido del calor que Camila creaba allí donde estuviera la tenía atrapada, y le hacía desear más.

Y pensar en tener que dejarla en un plazo de tres semanas hacía que por primera vez en su vida le pesara el hecho de ser una marino.

—¿Será posible?—preguntó Taylor sonriéndole.

-¿A qué te refieres?l—inquirió Lauren, con el ceño fruncido.

Pero Taylor no contestó. Se limitó a hacer una mueca, sacudir la cabeza y murmurar:

—Nunca lo hubiera creído.

—¿De qué estás hablando?

—De nada, hermanita—aseguró poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla—de nada en absoluto.

Entonces se giró sobre sus tacones y regresó a la casa mientras Lauren la miraba fijamente, preguntándose por qué demonios tenían que ser tan extrañas sus hermanas.

Ángel (Camren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora