XXVI

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(N)

Si el palacio del inframundo ya era aterrador y oscuro, las mazmorras que estaban aún más bajo tierra eran muchísimo peor.

No se para qué Hades necesitaría mazmorras, la mayoría de individuos que habitaban en su reino era almas y monstruos que servían para él. Por lo general nadie se atrevía a hacerle daño.

Mientras bajaba por la extensa escalera, el aire se volvía frío y pesado con cada escalón que pisaba.

En ese momento agradecía tener mi chaqueta de aviador puesta, pero el frió se colgaba por las aberturas de mis jeans rasgados.

Parecía un camino eterno. Estaba a punto de rendirme y mandar al diablo a todos los dioses y a toda esta absurda misión, pero un pequeño halo de luz se filtraba a unos cuantos metros más abajo por una rendija que suponía era el cerrojo de una puerta.

Los últimos escalones que me separaban de ello, los bajé casi volando, saltandolos de dos en dos.

Cuando tuve la puerta en frente solo tuve que darle un ligero empujón así se abriera.

Si se imaginan las mazmorras como un siniestro calabozo antiguo en el cual hay un montón de aparatos de tortura, como guillotinas y esas cosas en las que te atan de pies y manos y te estiran hasta que te dejan como un spaghetti, pues bien... están en lo correcto. La sala entera parecía la clara escena de las pesadillas de muchos hombres durante el oscurantismo*

El techo era más alto de lo que imaginaba, y un único candelabro musgoso y de antaño iluminaba la macabra habitación.

Esperándome, sentado en un burro español, con una revista cuyo título clamaba "Como hacer que tus almas en pena sean más dichosas", estaba mi padre.

Me acerqué a paso vacilante, esa habitación no me gustaba para nada. Ni siquiera sabía que existiera en el palacio...y eso que me pasaba la mayor parte del tiempo vagando de aquí hacia allá, tratando de estar solo lo más posible.

Hades levantó la vista de su lectura, y al verme la expresión de su cara no cambió en ningún momento. No parecía sorprendido de que yo estuviera ahí.

- Hijo- saludó sin más- Veo que cambiaste de opinión respecto a mi ayuda.

- Jamás me ofreciste tu ayuda, padre.

Una pequeña sonrisa surcó sus oscuros labios.

- A veces me aterra que te parezcas tanto a mí.

- No soy igual a ti- la idea me aterró. Yo jamás sería igual a él. Permitió que mi madre corriera peligro, nos abandonó a mí y a Bianca en un hotel luego de borrarnos la memoria. Y para desgracia, cuando por fin somos libres y podríamos haber tenido un futuro feliz, Bianca muere.

Mi padre bajó de donde estaba sentado, y con un movimiento de sus manos, la revista despareció.

- Ahorremosnos la discusión hijo. Hay que intercambiar unas cositas ¿No es así?

De un bolsillo de su túnica, mi padre sacó entre sus manos una pequeña esfera brillante. Esta tenía tonos dorados y no sería más grande que su palma.
No era completamente lisa, más parecía hecha de cristal, y dentro de ella una humareda en tonos brillantes giraba y giraba formando algo así como una pequeña y turbulenta tormenta. Tambjen tenía un pequeño botón en medio.

Pero nada de eso importaba, porque yo sabía que en eso Hades tenía a Lilia.

¿Por qué? No lo sé, no me lo pregunten a mi. La mente retorcida y sádica de mi padre pocas veces era comprendida.

Los Reyes del Inframundo ━♛ (ɴɪᴄᴏ ᴅɪ ᴀɴɢᴇʟᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora