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                   La mansión de los Casbelt ocupa un amplio terreno provisto de buenas condiciones para el crecimiento de la flora, es fértil y rico en nutrientes. Las plantas pueden esparcirse a lo largo y ancho de la propiedad, el suelo así lo permite. Disfrutar de esos beneficios tendrá que esperar a otra estación porque justo en estos momentos el terreno está siendo invadido por los primeros copos de nieve. Ya el frío viento del invierno empezaba a soplar, la temperatura había bajado por lo que era recomendable abrigarse, dentro de nada todo se cubriría de blanco.

          Por una de las ventanas de la morada, un joven era el espectador de la bellísima escena, una ligera sonrisa se dibujó en sus labios. Aquello le hacía recordar momentos fragmentados de su infancia, en los cuales era ayudado por su madre a construir muñecos de nieve. Era doloroso que su único familiar yaciera para siempre en el otro mundo.

                  Esta época del año avivaba esos recuerdos, los mejores de su vida. La nieve continuaba cayendo, el joven se internaba cada vez más en ese sentimiento de melancolía. Su mano acaricio el cristal de la ventana, su superficie lisa y fría causaba en él una sensación de relajación.

            De pronto sus oídos detectaron una voz que lo nombraba, la sonrisa desapareció de su rostro. La voz sonaba suave y atrayente. Se volvió de frente para verle, no podía ignorar ese llamado.


—Dimitri, veo que estás entretenido —dijo una chica entrando en la habitación, lúgubre y modesta.

           Las paredes fueron pintadas con un tono de gris apagado, igual tono en las cortinas y las sábanas, el cuarto carecía de vida. La muchacha por su parte aparentaba ser más joven que él, de unos 16 años. Era de estatura baja, delgada y de abundante cabellera negra.


—Comenzó a nevar —anunció emocionado Dimitri. —Sé que te gusta el frio y...


—No es que me guste —se apresuró en decir. —es solo que...  estoy condenada a no disfrutar de otra estación —su voz sonaba infeliz.


       Nunca deseo ser lo que era, una criatura de las tinieblas, un vampiro. Sus dorados ojos se fijaron en la ventana, caminó hasta ella, mientras que Dimitri se quedó inmóvil en su sitio. Una vez que la joven llegó a su destino, miró por el cristal al igual que su compañero. El aspecto de Elena era inofensivo, traía puesto un vestido rosado que le hacía parecer tierna, su delicada piel era de un blanco pálido.


—Dimitri nunca quise esto —su mano se movió hasta hacer contacto con la del muchacho. La sujetó con suavidad y al hacerlo se percató de que era más grande que la suya, esto la hizo sentirse protegida.


—Entonces debes entender como me siento —fue la respuesta de Dimitri. Elena soltó su mano en el acto.


—¿Me guardas rencor?


—No, simplemente detesto el modo en que se dieron las cosas.


      Elena no prosiguió con la conversación, sentía que si lo hacía arruinaría el momento de paz que estaba viviendo. En ese instante llegó el recuero de cuando se conocieron, sin importar lo mucho que pasaron los años nunca lo olvidaría.

UN AMOR ATRAPADO EN TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora