El último año

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And I think to myself:

What a wonderful world.

-Sólo estoy haciendo tiempo.

-Kike Silva

A mi viejo le gustaba decir que, aunque no fuera creyente de nada, sí tenía la sensación de que en momentos clave de su vida "algo" intervino para llevarlo a buen puerto atravesando situaciones difíciles.

"Llamalo suerte, azar, no sé..." empezaba siempre. "Incluso en el peor momento, cuando...", y de ahí tenía un rosario de quilombos para ejemplificar, "...incluso ahí, si no fuera porque pasó eso, no hubiera..." sucedido tal o cual cosa que resultaría beneficiosa a futuro.

Yo creo que tenía una capacidad increíble, el tipo más fuerte anímicamente que conocí. Estaría satisfecho si lo defino primero que nada como alguien que "laburó, laburó y laburó. Para que mis hijos pudieran hacer algo diferente".

Enero. 2018.

La persiana de la habitación está baja por la mitad. Huele un poco a humedad, pero el frío del aire acondicionado lo disimula en alguna medida. El suelo y las paredes son de un antiguo color beige. El cuarto es pequeño. Hay una computadora de escritorio y sentado frente a ella un hombre gordo de 35 años. Pesa 120 kilos. Detrás de él, casi pegada al respaldo de su silla, hay una cama de 1 plaza.

Está mirando videos en youtube. Al costado de la computadora, en el espacio entre la pata del escritorio y la pared, se agrupan 3 envases vacíos de cerveza. Son casi las tres de la tarde. A lo mejor es sábado.

El hombre tiene una cuarta botella de 1lt sobre el escritorio a la izquierda de su teclado, a medio llenar. Se sirve otro vaso que la reduce a otra pequeña mitad tibia y espumosa. Comienza a pensar en comprar una quinta, aunque prefiere comprar de a pares. Aún así el día es joven y eso elevaría la cuenta a 6 litros cuando aún falta mucho para que el día culmine.

La solución acostumbrada es dormir una pequeña siesta para renovar algo de energía, y luego continuar rápidamente con una serie de 1 o 2 cervezas más (mejor de a pares), para subirse rápidamente a la resaca y atenuar sus efectos inmediatos. Pasar el día hasta la noche. A la noche dormir un sueño incómodo pero pesado como la pata de un elefante.

Despertar al otro día será otro cantar. Pero siempre lo es.

Afuera Kike corta el pasto. Está flaquísimo. 70 años y unos 50 kilos. Viene perdiendo peso desde hace varios años por una enfermedad mal diagnosticada. O ni siquiera mal diagnosticada. Fue, y creo que Kike estaría de acuerdo, otra de "esas cosas que nos pasan a los Silva". Porque así como decía aquello del algo que lo guiaba a buen puerto, también estaba convencido de que "a los Silva" les pasaban cosas insólitas, mayormente por ser demasiado boludos. Algo intrínseco a su simiente.

A mí me molestaba sentirme "maldecido" por portación de apellido, pero sé que no era su intención tratarnos de boludos a nosotros, aunque indirectamente lo hiciera. Él siempre decía que éramos muy inteligentes, el que se sentía boludo era él. "¡No seas Silva!" ordenaba cuando presentía que estábamos a punto de perpetrar alguna estupidez.

A pesar de su flacura no está débil. Por lo demás, la enfermedad no amenaza con volverse apenas más que algo "a controlar".

Lejos de estar controlada, sería una caída libre. Y un error, sí, muy Silva.

Pero ahora mismo Kike está cortando el pasto con su bermuda de jean afirmada a la cadera huesuda con un cinturón de su propia cosecha (por supuesto), y lleva un sombrero de paja. De vez en cuando algún gracioso de turno que pasa por la vereda le grita un "¡Qué físico!".

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⏰ Last updated: Feb 27, 2020 ⏰

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El último añoWhere stories live. Discover now